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Hace unos cuantos años, mi cuñada de entonces y amiga querida de siempre Marta Rosa me propuso un desafío. En realidad fue una respuesta inteligente a mis críticas permanentes a los argumentos de las novelas de la televisión. Así fue que me lanzó un "entonces, escribí una vos", buena forma de acallarme y, si me atrevía, a moverme a crear algo mejor o al menos intentarlo.
En la casa en que vivía, antigua construcción de chapa y madera que en algunas partes se fueron reemplazando por ladrillos, había un garage elemental con un entrepiso que yo utilizaba como aula para ocasionales alumnos. En ese espacio superior en el que solamente cabíamos mi imaginación y yo (siempre que no imaginara demasiado), decidí encerrarme un fin de semana para intentar escribir la novela. Y sucedieron los eventos internos que muchas veces dicen los otros escritores (los de verdad) que son frecuentes en circunstancias así.
Dado que me había autoimpuesto un plazo relativamente perentorio para crear el relato y trasladarlo al papel decidí organizar el asunto generando los posibles personajes y un guión que resumiera lo que acontecía en sus imaginadas vidas.
El evento interno más importante asomó ya en el capítulo segundo. Una de las protagonistas fundamentales debía tener una conversación con su madre que definiría el resto de la historia. Pero al intentar transcribir lo que "Alicia", que así la llamé en el cuento, debía decir, no lo logré. "Alicia" dijo otra cosa. No sirvió que lo intentara yo varias veces. "Alicia", el personaje, dijo lo que quiso. Y a partir de allí, luego de arrojar al cesto de papeles el guión previamente elaborado, dejé que el relato se escribiera solo.
Estaba allí, ya sin la compañía de mi imaginación, tipeando en la máquina de escribir las palabras que llegaban a mi mente, leyéndolas a medida que aparecían, sonriendo o lagrimeando según lo que me provocaban. Por eso todavía las releo con una sensación extraña de no sentirme autor sino solamente transcriptor de esas ideas, seguramente mejores que las que intenté organizar en el papel que ahora descansaba hecho un bollo junto a otros que desecharía pronto.
Así se construyó esta historia de una familia que inicié con el cumpleaños del más pequeño y con el extraño obsequio que recibió de su padre, para luego autoescribirse siguiendo las vidas de sus integrantes sometidos a una situación que para ellos se presentó como límite.
Se me permitió sumarme como uno de los personajes principales, el "tío Mauricio", que decía lo que yo hubiese dicho, que hacía lo que yo hubiese hecho, que sentía lo que yo hubiese sentido. Me hacía recordar la situación que el genial Cervantes había generado en forma mucho más brillante cuando hizo aparecer la propia obra que estaba escribiendo como un libro en la biblioteca que los amigos encontraron en la habitación de quien se creía Don Quijote.
Ahora, la curiosa "Cajita de Música" llega a este fondo editorial como ebook para que los amigos que lo deseen puedan hacerse de una copia en su PC y compartir la historia cada vez.
¿Cómo hacerlo? Enviándome un email a [email protected] o llenando el formulario de contacto que encontrarán en este mismo blog. Así, a vuelta de correo, podré indicarles los pocos y sencillos pasos a seguir.
Los estaré esperando.
Prof. Daniel Aníbal Galatro
Esquel - Chubut - Argentina