Revista Cultura y Ocio

Novedades, abril de 2013: Impedimenta (II)

Publicado el 23 abril 2013 por Kovua

La promesa de Kamil Modráček (Réquiem por los cincuenta) de Jiří Kratochvil
Novedades, abril de 2013: Impedimenta (II) ISBN: 978-84-15130-42-0 Encuad: Rústica Formato: 13 x 20 cm Páginas: 320 PVP: 21,95 €
Brno, años cincuenta. En pleno terror estalinista, una joven pintora es asesinada tras un interrogatorio de la policía secreta. Su hermano, un arquitecto especializado en diseñar edificios de mal gusto para los gerifaltes comunistas, jura venganza. Un día, por casualidad, descubre un sótano abovedado situado justo debajo de su edificio, en el centro de Brno, y es entonces, tras recordar un relato de Nabokov, a quien conoció en su infancia, cuando se propone encerrar allí al responsable de la muerte de su hermana. No obstante, su particular campaña de venganza privada se le va de las manos y las consecuencias se vuelven imprevisibles. Con esta historia de crímenes con trasfondo político, Kratochvil, considerado el escritor checo más importante de la era post-Kundera, crea una parábola laberíntica cargada de un humor negro de altísima graduación.
Ficha del libro
Entonces pensaba que el teniente Láska jugaba conmigo a una especie de juego. Tal vez no tenía otra cosa que hacer, así que se ejercitaba con material aleatorio: mi causa era una especie de divertido entrenamiento para él. Yo creía que me retenía solo por diversión. Había algunos indicios de ello. Por ejemplo, aunque estaba empleado en la Oficina de Urbanis­mo cerca del edificio del Ministerio del Interior de la calle Leninova, adonde eran llamados todos los que eran investiga­dos por Seguridad Nacional, a mí me hicieron ir a propósito a la comisaría de policía de Běhounská, que caía bastante lejos de mi oficina. Pero, por otro lado, solo estaba a dos porta­les de Běhounská 3, en cuyo tercer piso vivía yo. Algo que no me sirvió de nada porque cuando me interrogaban lo hacían en horario de trabajo, así que luego tenía que volverme a la oficina. El teniente Láska me apuntaba en la hoja de permiso la hora y el minuto exactos de los interrogatorios. En la en­trada de la Oficina de Urbanismo me esperaban las máquinas de fichar, fichaba al llegar y entregaba la hoja de permiso al portero, que sin duda colaboraba con Seguridad Nacional, quien luego comparaba mi llegada con la hora de salida de la comisaría de policía. Y cuando sospechaba que el camino me había llevado demasiado tiempo me decía que lo tenía que justificar y que si me dedicaba a perder así mis horas de trabajo podría ocurrirme que un día me llevara una sorpresa. Yo sabía que no hablaba por hablar. No tenía ninguna po­sibilidad de subir a casa y confieso que en lo único que me entretenía era en pasar por Běhounská 3, y tocar el timbre de casa marcando el ritmo de una canción bastante famosa por entonces, para que mi mujer supiera que había sobrevivido al interrogatorio y que, de momento, todo iba bien. En este punto, tengo que reconocer que aunque no me ha­cía la vida fácil, este jueguecito de los seguretas me resultaba casi simpático. Bueno, tampoco voy a exagerar. Quiero decir que no me molestaba excesivamente. Incluso servía para hu­manizar al teniente Láska. Ludo, ergo sum. Si ese cabrón tenía la capacidad de jugar conmigo como lo hacía, no debía de ser tan ogro, me decía a mí mismo, así que lo peor que puedo temer es que me tome el pelo un par de veces más y que se siga divirtiendo a mi costa como hasta ahora. Pues que te lo pases bien, segureta de mierda, siempre que no hagas algo despreciable. Incluso me lo hicieron entender de este modo, solo que al final todo fue mucho peor de lo que me esperaba. No tenía ni idea de dónde me estaba metiendo.

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