Revista Cultura y Ocio
9 abr. 2017
Clases de chapín, de Eduardo Halfon es una compilación de tres libros, dos de ellos ya publicados en España (pero de distribución muy local) y uno inédito. Los cuentos que los componen se encuentran entre lo mejor que nunca haya escrito el autor de El boxeador polaco y Monasterio La hora atómica, de Rubén Lardín, vendría a ser casi lo opuesto al libro de Halfon. Lo que en aquel es un destilado de sencillez, en Lardín es alambique y luces de colores, enhebrando discursos a partir del banal susto de vivir. Repelencias, de Rafael Azcona, que coeditamos con nuestros panas de Pepitas de calabaza, esperaría uno que fuesen hilarantes textos, pero este volumen tercero y último de la serie que completa las colaboraciones de nuestro paisano en La Codorniz está compuesto exclusivamente por su material gráfico, sus chistes ilustrados, sus caricaturas. Para terminar, recuperamos la joya del cómic infantil estonio, Tagurpidi, de Priit Pärn, un mundo al revés cargado de inteligencia e intención, de surrealismo y de incorrección política. ¿A quién no le va a gustar? Dicen, los propios implicados, que en la influencia de Priit Pärn está la base de una serie de éxito como Rugrats. Juzguen ustedes, si gustan.
Clases de chapín, de Eduardo Halfon es una compilación de tres libros, dos de ellos ya publicados en España (pero de distribución muy local) y uno inédito. Los cuentos que los componen se encuentran entre lo mejor que nunca haya escrito el autor de El boxeador polaco y Monasterio La hora atómica, de Rubén Lardín, vendría a ser casi lo opuesto al libro de Halfon. Lo que en aquel es un destilado de sencillez, en Lardín es alambique y luces de colores, enhebrando discursos a partir del banal susto de vivir. Repelencias, de Rafael Azcona, que coeditamos con nuestros panas de Pepitas de calabaza, esperaría uno que fuesen hilarantes textos, pero este volumen tercero y último de la serie que completa las colaboraciones de nuestro paisano en La Codorniz está compuesto exclusivamente por su material gráfico, sus chistes ilustrados, sus caricaturas. Para terminar, recuperamos la joya del cómic infantil estonio, Tagurpidi, de Priit Pärn, un mundo al revés cargado de inteligencia e intención, de surrealismo y de incorrección política. ¿A quién no le va a gustar? Dicen, los propios implicados, que en la influencia de Priit Pärn está la base de una serie de éxito como Rugrats. Juzguen ustedes, si gustan.
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