Siempre he creído que en la España reciente hay tres crímenes protagonistas desde el punto de vista del misterio que encierran:
- Alcasser, al que ya he dedicado un artículo
- El asesinato de los Marqueses de Urquijo, marcado en parte por el morbo de las sospechas que recaen en la familia más cercana.
- El crimen de Los Galindos, porque a día de hoy, no hay culpables condenados.
El crimen de Los Galindos se cometió un sofocante 22 de Julio de 1975, en un pequeño pueblo cercano a Sevilla y una España que todavía tenía más componentes de la dictadura y sociedad caciquil, que de un país moderno y abierto. Este famoso caso lleva el nombre de una finca, un lucrativo cortijo andaluz, propiedad de los Marqueses de Grañina, que contaba con bastantes trabajadores. Entre estos trabajadores, se encontraba el capataz, Manuel Zapata y su mujer, Juana Martín.
Se dice que esa mañana, Zapata había dado una orden no demasiado habitual a José González, tractorista de la propiedad: enviar a toda la plantilla a realizar diversas labores fuera de la finca. ¿Era una estratagema para quedar solos Zapata, Juana y González en el cortijo? Esto es lo que siempre se ha pensado, con el añadido de que, tras desplazar a los trabajadores, José González fue al pueblo a por su mujer, Asunción Peralta. A primera vista, todo parece indicar que los dos matrimonios tenían interés en eliminar la presencia «curiosos» merodeando esa tarde. ¿Habían quedado con alguien?
Cerca de las cuatro de la tarde, Antonio Fenet, bracero del cortijo, va de camino al mismo, tras finalizar su jornada laboral, cuando percibe una columna de humo que proviene de una de las edificaciones. No había nadie… sólo un reguero de sangre, por lo que se decide acudir inmediatamente a dar parte a la Guardia Civil. La escena que les espera a la vuelta es dantesca:
- Calcinados, entre los restos del fuego provocado, el cuerpo sin cabeza de José González y el tronco de su esposa, Asunción.
- El cadáver de Juana Martín, con el rostro totalmente desfigurado a golpes, en una habitación cerrada con un candado.
- Ya casi al caer la noche, aparece el cuerpo de un trabajador de la finca, Ramón Parrilla, que no parecía encajar demasiado en el «grupo».
Casi automáticamente, el pueblo, las autoridades y el Marqués de Grañina (junto con su fiel administrador) culpan a Zapata, que suponen que ha escapado tras la horrible masacre dejando las dos armas del crimen en la propia escena: una pieza de una empacadora y una escopeta que se encontró dentro del vehículo de José González.
El tratamiento criminalístico y policial fue, cuando menos, poco ortodoxo… múltiples habitantes del pueblo se acercaron a curiosear alterando la escena del crimen e incluso redactores de medios de comunicación y reporteros televisivos limpiaron y acondicionaron algunos recintos para hacerlos menos «desagradables a la vista». Todo esto no facilitó la correcta investigación, hallazgo de indicios y análisis de pruebas. Otro hecho llamativo es que se le permitió al marqués, propietario de Los Galindos, pernoctar en el recinto…
Pero todo da la vuelta a los tres días del múltiple asesinato ya que se encuentra el cadáver de Manuel Zapata, principal sospechoso hasta el momento, detrás de uno de los almacenes; estaba atravesado por una horca de hierro. Apareció cubierto de paja y parecía que siempre había estado allí, sin embargo los policías aseguran que habían revisado ese lugar anteriormente sin que hubiera ningún cuerpo allí… ¿Despiste policial o traslado posterior del cadáver? He aquí uno de los mayores interrogantes del caso, al margen de su motivación.
La teoría de la sucesión de los hechos cambia entonces: Zapata y González, junto con sus esposas, habían quedado con alguien aquella tarde para solucionar algún delicado asunto de la finca, esa persona los asesinó y el pobre Parrilla fue una víctima circunstancial al aparecer allí cuando no debía: tuvieron que dispararle un tiro por la espalda cuando huía. Pero esta hipótesis, aparte de no acercarnos al culpable, presenta varias inconsistencias, hasta desde un punto de vista profano en la materia criminalística:
- ¿Por qué hay ensañamiento con 4 de las víctimas?
- ¿Por qué se cerró con candado la habitación en la que depositaron a Juana?
- Si el tema a tratar esa tarde era laboral ¿por qué estaban las esposas? La presencia de Juana se puede encajar, pero la de Asunción Peralta no tiene demasiado sentido ya que no tenía vinculación laboral en ese momento con la finca.
- ¿A qué viene el interés del marqués en dormir en su propiedad?
Se han desarrollado teorías de todo tipo en este crimen, la culpabilidad sobrevoló a medio pueblo y los motivos aducidos van desde una plantación de marihuana hasta supuestas venganzas por infidelidades pasando por abducciones extraterrestres (sí, habéis leído bien: extraterrestres). Ríos de tinta han corrido con respecto a la matanza sin llegar nunca a una conclusión clara.
Ahora, 44 años después, uno de los hijos del Marqués de Grañina, publica un libro (‘El crimen de Los Galindos, toda la verdad’ Editorial Almuzara), en el que afianza una de las hipótesis más creíbles y generalizadas del caso: su padre es uno de los culpables. Juan Mateo Fernández de Córdova y Delgado, tercer hijo del marqués, asegura que no ha tenido relación con su padre desde la infancia pero que tampoco lo mueve el despecho o la rabia, sino un deseo de poner luz sobre este trágico acontecimiento de nuestra historia y hacer la poca justicia que todavía se pueda. El autor relata en su obra, que su abuelo materno le contó a Zapata los tejemanejes que su yerno, el marqués, se traía con sus negocios: desfalcos, estafas y fraudes. Zapata, ex guardia civil y hombre legal donde los haya, estaba convencido de trasladarse a Sevilla para poner todo esto en conocimiento de las autoridades. Siempre según la visión de Juan Mateo Fernández de Córdova y Delgado, el marqués, su administrador y una especie de mercenario (al que denomina ficticiamente “Curro” porque no sabe quién es) se trasladaron la fatídica tarde del 22 de Julio de 1975 al cortijo para disuadir a Zapata de su intención de revelar sus delitos, pero todo se les fue de las manos y acabaron matándolo. El resto de asesinatos fueron sólo para no dejar testigos. El hijo del marqués cuenta, además, que recientemente su madre le confesó que en aquellos momentos limpió una mancha de sangre en la vivienda principal del cortijo.
Esta teoría, aunque plausible y generalizada en la creencia popular actual, sigue sin explicar algunos de las principales inconsistencias del caso pero abre la puerta a una nueva incógnita: ¿sigue vivo el autor material de los hechos?