Blanco y negro. En la calle Pradillo, Madrid. Foto AJR
La veo pasar por la avenida mientrasla luz envuelve en celofán el día.
Bajo la lluvia, su mirada es fría,
como bala de plata, y cenicienta. Sigo sus pasos con sigilo, observo
sus ademanes de asesina nata,
el rictus clandestino de quien mata
sin perder la dulzura de su gesto. Se ha parado frente al gran escaparate
y rebusca en su bolso. Al fin me ha visto.
Su arma está apuntando contra mí. Fui más veloz. Nadie podrá culparme.
Junto al suyo está el cuerpo del delito:
su peligrosa... barra de carmín.