“Jordan recorrió los doscientos kilómetros restantes de trayecto, circulando por encima del límite de velocidad. Mandy no lo había llamado después de ducharse. A menos que para hacerlo necesitara dos horas.
Desde el lunes llevaba mal no verla. Pero a partir de que ella lo llamara de madrugada y él no contestara después de dejarlo sonar dieciséis veces, la cosa se había puesto malísima. Sabía con certeza lo que Mandy habría deducido; que él estaba en la cama con otra mujer y por eso no atendía.
Y ahora, vete tú a saber lo que estaría pensando.
Algo, sin embargo, estaba claro. Si no se había puesto al teléfono ni le había devuelto la llamada, no podía ser nada bueno.
Había vuelto a intentarlo, pero esta vez, Mandy estaba en una entrevista, y era cierto; él mismo la había concertado con un periodista del Country Today
Tan pronto los del equipo vieron aparecer a Jordan, marchando a paso vivo por el túnel que llevaba al área de camerinos, varios atinaron a acercarse para ponerlo al día: Sharon, Harry Newland, uno de los técnicos de sonido… Un simple gesto de la mano sirvió a las mil maravillas para dejarlos a todos con la palabra en la boca.
Jordan golpeó dos veces la puerta del camerino de la cantante. Entonces, vio en su reloj que faltaban cinco minutos para que empezara el concierto y no esperó a que ella contestara; abrió la puerta y entró.
Mandy volvió la cabeza y sonrió al verlo. Tras colocarle el microauricular, el asistente le estaba ajustando el aparato a la cintura trasera de los pantalones.
—¿Te molesta?
Mandy le guiñó un ojo a Jordan y sonrió al chico.
—¿Aterrizamos en la Luna y no podemos inventar algo más cómodo que esto? Te hace polvo la oreja…
—Lo propondré a la NASA —comentó el asistente divertido, y salió a prisa del camerino después de saludar a Jordan con un movimiento de la cabeza.
Ella dio una vuelta completa sobre sus tacones y lo miró sonriendo.
—¿Qué? ¿Estoy bien?
Jordan la recorrió con la mirada.
Mejor que bien.
El negro la favorecía y la nueva Amanda Brady, la que vestía ropa más casual y bastante menos sugerente, a Jordan le parecía infinitamente más sensual. Camiseta negra de mangas tres cuartas con cuello princesa. Pantalones de cuero negro de corte recto. Botas negras, sobrias, de tacón muy alto. Los escotes, los ceñidos y la provocación brillaban por su ausencia. Y aún así…
—Preciosa —admitió él, y se esforzó porque su sonrisa fuera tan natural como su cumplido.
Mandy sonrió agradecida y se acercó a él, acomodándose el cinturón.
—Y dime… —dijo, arreglándose el cabello coqueta— Tú… ¿qué tal?
Jordan se recostó contra la puerta cerrada y asintió varias veces con la cabeza.
—Fue muy bien.
Hablaba de trabajo.
—¿Sí? —preguntó, ilusionada.
—Sí —repitió él con una sonrisa satisfecha—. Muy, muy bien.
—Genial —Mandy se puso las manos en los bolsillos de atrás de su pantalón y lo miró con la cabeza ladeada—. ¿Y anoche? ¿Qué tal fue?
Jordan apartó la mirada. Ni le gustaba hablar de sus asuntos personales ni tampoco cómo habían resultado las cosas.
Y no tenía la menor idea de qué responder.
Pero Mandy no lo dejó procesar. Apartó el micro hacia atrás y completó la distancia que los separaba. Luego, sin mediar palabra, tomó la cara masculina entre sus manos y lo besó.
Fue un beso suave, sensual, con sabor a menta, que Jordan devolvió instintivamente, tan sorprendido como ella del montón de sensaciones que a ambos les navegaban por la sangre…
Tan sorprendido como ella, al comprobar que en vez de apartarse, de parar y pensar —que era lo que debió haber hecho—, la atrajo más hacia él, tomándola por la nuca, y se coló en su boca con voracidad.
—No siempre funciona ¿no? —susurró ella sobre sus labios, robándole besos pequeños—. A veces, solamente tu cuerpo está ahí. Lo demás, está muy lejos…
Para cuando unos golpes en la puerta les hicieron saber que Mandy tenía que salir al escenario, los estremecimientos de los dos eran evidentes para ambos.
Mandy suspiró. Él continuó acariciándole la frente con los labios, aturdido.
—Tengo que irme —murmuró ella al tiempo que respiraba hondo, intentando recuperarse. Luego, lo miró con una sonrisa pícara en su rostro—. Gracias por inspirarme. Hoy seguro que lo bordo…
Jordan apenas sonrió mientras se apartaba. Abrió la puerta y la dejó salir. La miró alejarse por el túnel. La vio echarse un vistazo en un cristal y retocarse el contorno de los labios con la punta de los dedos. Entonces, ella se volvió brevemente y le regaló una sonrisa. Continuó camino hasta que él ya no la vio más. En su lugar, oyó las ovaciones y los aplausos que conformaban un ruido atronador.
Jordan volvió a meterse en el camerino y cerró la puerta.
Y volvió a tomar conciencia de sí mismo.
Aún continuaba temblando…
Y queriendo más. Más de aquella sensualidad que lo agitaba como una maraca. Más de aquella ternura que estaba ahí siempre, en el fondo de sus ojos, en el tono de su voz, en sus modos desenfadados…
Más de Mandy. De toda ella.
¿Cuánto hacía desde la última vez que había sentido aquellos labios carnosos, acogedores sobre su piel?
Más de diez años.
Dios… ¿Cómo había podido pasar diez años sin eso?”
Capítulo 15 (extracto).
© Patricia Sutherland.