Revista Cultura y Ocio
Novelas I (1939-1954), por Juan Carlos Onetti.
Publicado el 10 febrero 2019 por David Pérez Vega @DavidPerezVegNovelas I (1939-1954), de Juan Carlos Onetti. Editorial Galaxia Gutenberg. 1.070 páginas. 1ª edición de 1939-1954; esta de 2005. Edición de Hortensia Campanella. Preámbulo de Dolly Onetti. Prólogo de Juan Villoro.
Uno de los libros con los que más disfruté en 2017 fue Los adioses de Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994). Cuando acabé el año e hice recopilación de las mejores lecturas me prometí a mí mismo que en 2018 leería La vida breve, que se supone que es la obra maestra de Onetti, del que ya he leído un buen número de libros.
Cuando a finales de febrero de 2018 supe que tenía que embarcarme en una mudanza y que estaría, posiblemente, unas semanas sin acceso a internet y sin encontrar tiempo (o un lugar tranquilo) para sentarme y escribir una reseña, pensé que me convenía empezar a leer un libro largo. Entonces consideré que tal vez era un buen momento para sacar de la biblioteca de Retiro este volumen I de las Obras completas de Onetti, que había hojeado más de una vez. En este libro podemos acercarnos a un prólogo de unas 100 páginas (contabilizadas en número romanos) y 970 páginas de novelas, que serían: El pozo (1939), Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), La vida breve (1950), Los adioses (1954) y como anexo: Tiempo de abrazar (1934).
Una primera idea era leer el prólogo y La vida breve. Al final decidí empezar por el principio y seguir, a ver si me lo leía todo de un tirón. El resultado ha sido éste: he leído las 100 páginas del prólogo y las tres primeras novelas, El pozo, Tierra de nadie y Para esta noche; que en total suman 420 páginas. El pozo ha sido una relectura, porque ya lo leí a los veinte o veintidós años, y Tierra de nadie lo he leído dos veces. Este último fue justo el libro que me tocó en medio de la mudanza (el mejor título para esta situación) y no pude leerlo con continuidad; lo acabé (en su primera lectura) con la sensación de haberme perdido. Una vez leído Para esta noche, decidí volver a leer Tierra de nadie, que ha cobrado para mí más sentido en esta segunda lectura.
Las 100 primeras páginas de introducción me han gustado mucho (estoy por volver a leerlas, tal vez lo haga cuando dentro de un tiempo vuelva a acercarme a este libro para leer, al fin, La vida breve). Como decía, El pozo ha sido una relectura. Ya lo había leído hace, al menos, veinte años. No recordaba su trama, pero sí la honda impresión que me causó en su momento. El pozo tiene apenas treinta páginas, así que aunque está incluida en este volumen de Novelas I, podríamos considerarla un cuento largo. Alguien que al día siguiente va a cumplir cuarenta años («Nunca me hubiera podido imaginar así los cuarenta años, solo y entre la mugre, encerrado en la pieza», leemos en la página 4) se sienta y escribe («Es cierto que no sé escribir, pero escribo de mí mismo», página 4).
El pozo recuerda al tono desangelado de Apuntes del subsuelo de Fyodor Dostoievski. Un hombre se sienta y escribe. A los quince años, este hombre trató de abusar de una chica de diecisiete que murió unos meses después. La culpa le corroe. Este hombre tiene ensoñaciones en las que aparecen tierras lejanas, y cuando trata de hablar de ellas a desconocidos se topará siempre con la incomprensión. «Ésta es la noche; quien no pudo sentirla así no la conoce. Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender» (pág. 30).
Una vez leídas las novelas Tierra de nadie y Para esta noche, resulta curioso comprobar que su primera novela (El pozo) tiene más que ver con su mundo narrativo clásico que las dos obras siguientes. En El pozo ya nos encontramos al hombre adulto, decadente y superado por un mundo turbio y sin esperanza, que se refugia en recuerdos de juventud (casi siempre suele aparecer en el mundo de Onetti alguna muchacha joven que representa un ideal de plenitud) y en ensoñaciones de tierras lejanas.
Tierra de nadie, como ya he apuntado, la he leído dos veces. Es una novela claramente urbana, ambientada en Buenos Aires: «Diecinueve y nueve, hora de Buenos Aires. Atrás de la cortina y su moña roja estaba la ciudad. Tres millones de personas. Y sin embargo, una vez al día, era forzoso oler un aire de provincias, lento y sin madurar» (pág. 66). Tierra de nadie es una novela coral. En ella, un grupo de hombres y mujeres relativamente jóvenes deambulan por los bares y calles de Buenos Aires. Trabajan, beben, quieren fundar una revista, se enamoran y filosofan sobre su condición de sudamericanos, en contraposición a la de europeos. En el prólogo he leído que Tierra de nadie, publicada en 1941, es una de las primeras novelas hispanoamericanas abiertamente urbana y moderna. Aunque en algún momento se reflejan los pensamientos de los personajes, suele prevalecer la narración de acciones, a veces sin una conexión clara entre sí, muy del gusto de la nouvelle vague. Aunque, eso sí, diez años antes de que se popularizara este movimiento cinematográfico francés. En algún momento. Tierra de nadie me ha hecho pensar en La colmena de Camilo José Cela, que se publicó en 1951. Luego también he pensado en una de las primeras novelas de Juan José Saer, La vuelta completa, publicada en 1966. En ella también se van entrecruzando personajes en el territorio mítico de la ciudad (Santa Fe) y hay un tono marcadamente existencialista. En La vuelta completa podemos leer: «La muerte era ridícula. No. La vida era lo ridículo, ese salto mortal sobre el abismo». En Tierra de nadie leemos: «El primer secreto consistía en que el disco giraba muy lentamente, despacio, despacio. El segundo secreto era que la vida no tenía sentido» (pág. 162). Estoy seguro de que Saer leyó a Onetti y que este autor fue una influencia para él.
Los personajes de Tierra de nadie deambulan por la ciudad, como decía, hablan unos sobre otros y a veces cambian de pareja y también sueñan con islas ideales en la Polinesia. Hacia el final de la novela se produce un salto temporal casi imperceptible, que hace que algunos hechos narrados cobren una nueva dimensión. En la segunda lectura todo cobró más sentido, aunque realmente ésta no es una novela con una trama demasiado hilada y los personajes entran y salen de la narración muy libremente. Una curiosidad: en Tierra de nadie aparece por primera vez el personaje del cínico gordo Larsen, un habitual de las novelas de Onetti.
Para esta noche, publicada en 1943, me ha parecido una novela extraña. En El pozo y en Tierra de nadie se filtran ecos lejanos de la guerra europea, y en Para esta noche Onetti escribe un thriller ambientado en el Río de la Plata (o no, no queda claro, aunque sí que se trata de un país latinoamericano), pero que el lector no sabe exactamente si es una novela bélica o de espías, o quiénes son los países o fuerzas en juego. Ossorio busca con desesperación un salvoconducto (¿para cruzar el Río de la Plata?) y durante una interminable noche se irá cruzando con personajes a los que persigue o que le persiguen a él. Todos ellos parecen pender de un hilo y viven cada minuto sintiendo que puede ser el último. En un momento dado, Ossorio ha de hacerse cargo de una niña de trece años. Ha sido él mismo quien ha propiciado su condición de desamparo y se siente responsable de su suerte. Como en tantas historias de Onetti, tenemos aquí de nuevo a la joven inocente que ha de moverse en un mundo de adultos decadentes y desesperados.
Me ha encantado reencontrarme con El pozo, una novela corta que, como Los adioses, invita a ser leída de una sentada. Unas páginas magistrales en cuya musicalidad uno podría perderse una y otra vez. Pero, sin embargo, considero que Tierra de nadie y Para esta noche no se encuentran entre las novelas más importantes de Onetti, un escritor que ha alcanzado cotas de perfección más altas que las mostradas aquí. Como ocurre más de una vez al leer a este autor, el lector tiene que estar muy atento a la narración, porque Onetti no hace muchas concesiones. No explica con detalle las relaciones que unen a los personajes ni tampoco los motivos de sus actos. Al igual que ocurre con William Faulkner, la prosa de Onetti no es cómoda para el lector. A cambio, el ritmo de su escritura es espectacular. Los párrafos de Onetti en cualquiera de sus páginas se pueden leer como si se tratase de una partitura musical desgajada de una trama. Onetti adjetiva como pocos escritores lo han hecho en español.
No he conseguido leer todo este libro seguido; necesitaba un respiro, pero en 2019 leeré La vida breve. No voy a consentir que esta novela, la que se supone que es la mejor de Onetti, se convierta en mi particular versión kafkiana de El castillo.