Nadie que tenga mi edad puede negarlo, lo afirmo con rotundidad, Todos hemos leído alguna, me refiero a la famosa “novelita”En tiempo de penuria, cuando los libros eran sólo al alcance de privilegiados o regalos de cumpleaños y reyes, ante el hecho cruel que uno se había leído y releído todos los libros y tebeos, no sólo propios, sino todos los de la pandilla y familia próxima, no había más remedio que acudir a la tiendecila, donde una persona tan pequeña como el cuchitril que regentaba, se dedicaba a la compra, venta y cambio de novelas y tebeos.
El rey, no se puede negar, era Marcial Lafuente Estefanía, aunque a mí las novelas del oeste no me terminaban de gustar, eran tremendamente repetitivas en la historia: un forastero llega al pueblo, se enamora de la chica y mata a los malos, fin.
Mis preferidas eran las de detectives, está claro que no es novela negra ni se pueden comparar sus grandes escritores, pero por cinco pesetillas ¿Qué podías esperar?
Además cultivaban otros géneros como la ciencia ficción o el terror, toda una variedad para chavales que sin ordenadores ni videoconsolas, pasábamos las tardes en los bancos de la plaza, dándole vueltas al cacumen, antes de fuéramos llamados a engrosar las filas, como carne de cañón, de gente que nos imbuyera en la problemática de la lucha de clases. Pero esa es otra historia.