La Chica de los Pájaros, el Chico de Ojos Castaños, un gran secreto entre ambos y un cielo rojo como la sangre. Tras Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, Annabel Pitcher vuelve a conquistarme con su segunda obra, Nubes de kétchup.
Zoe es la atormentada protagonista de esta historia. Con el objetivo de desahogarse con alquien que la comprenda, pues se considera culpable de la muerte de otra persona, comienza a enviarle cartas a un asesino poeta que está en el corredor de la muerte.
Estamos ante un libro epistolar, pero las cartas pasan página tras página como si nada. La obra no resulta tediosa, como pueda pensarse, pues los diálogos son en estilo directo en su práctica totalidad. Además, hay misivas que incluyen dibujos en negro. La correspondencia, diecinueve cartas, abarca desde agosto hasta mayo del siguiente año, y la historia en sí se divide en catorce partes, más una carta extra que puede entenderse como el epílogo de la obra.
En esas misivas la protagonista cuenta qué es lo que hizo, pero también habla de su familia, la cual se tambalea por momentos. Ella es la mayor de tres hermanas. Merece la pena destacar a ambas. Por un lado está Soph, y por otro Dot. Esta última es sordomuda, y es la que más despunta de los secundarios, ¡llega a brillar casi más que la protagonista! Y es que el personaje principal destila a veces pura madurez, mientras que otras peca de infantil. Si no llega a ser por la sinopsis, diría que estamos ante alguien que ha recién dado la bienvenida a la adolescencia, que está aún lejos de esos quince años.
Me ha resultado curioso cómo se va intensificando, carta a carta, la relación entre Zoe y el preso convicto, pese a que este nunca le responde, simplemente parece leer, escuchar el relato de la joven, sin juzgarla.
Esta es una obra más juvenil que la anterior de la autora. El romanticismo está muy presente: el Chico de los Ojos Castaños, el fallecido y Zoe serán los vértices de un triángulo amoroso.
Con un planteamiento de entrada más que original, este drama realista, con personajes tan humanos cuenta con grandes dosis de humor negro y pura ironía. La autora refleja muy bien ese sentimiento de culpa que siente la protagonista y que todos, en mayor o menor medida, hemos padecido alguna vez. En este sentido, aunque lo que oculta la protagonista es algo predecible, esto no le resta interés, el resto de elementos compensa con creces que ese secreto no sea tan inesperado.
Por otro lado, es de aplauso en esta ocasión la edición. De tapas duras con sobrecamisa, la cubierta y contracubierta nada tienen que ver con la de Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea.
En definitiva, una buena historia sobre el peso de la culpa, un sentimiento que no permite a la protagonista sentirse libre en una etapa de su vida, la adolescencia, en la que no desea otra cosa que volar, volar lejos y dejar atrás esa jaula en la que se ha convertido su vida.