Pasado mañana, el 17 de enero, hará 36 años que Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, recibió una dosis de radiactividad en la playa de Palomares, Almería, al bañarse para demostrar la inocuidad de unas bombas de hidrógeno norteamericanas caídas en aquellas aguas.
En 2002 el irradiado presidente de la Xunta de Galicia cumplirá 80 años. En la Europa moderna solo Churchill, que concluyó su carrera a los 81, y Adenauer, a los 87, fueron políticos tan longevos.
Cirilo Vargas tiene 88 años y excelente salud. Antiguo redactor de la revista soviética “Novedades de Moscú”, afirma que la perdurabilidad de Fraga se debe a los efluvios nucleares que recibió en Palomares. “Algo tendrá lo nuclear cuando algunos cánceres se curan con radiación”, dice.
Desde Moscú, Vargas publicaba por entonces que junto a una central nuclear del paraíso del proletariado crecían grandes peces, lechugas y vacas. Aprovechaban las aguas calientes de refrigeración que desembocaban en una laguna.
El Partido Comunista de España conquistaba militantes con ese artículo sobre la bondad atómica soviética, frente a las terribles bombas norteamericanas de Palomares.
Vargas atribuye su propia longevidad a haber bebido muchos litros de la misma agua que hacía gigantescos peces, lechugas y vacas.
Fue precisamente en ese lugar milagroso llamado Chernóbil, en Ucrania, que estalló el 26 de abril de 1986.