Hoy he vuelto a casa con un nudo en el estómago.
Porque cuando quieres creer que sí hay posibilidades de salvar este mundo de locos, te vuelves a pegar el batacazo contra la farola.
No entiendo por qué los adultos nos empeñamos en complicarlo todo. Tenemos mucho que aprender de los niños.
Un niño, si quiere, quiere de verdad, sin reservas ni condiciones. Si besa, besa con los labios, la mirada y la sonrisa, porque quiere, sin remilgos, sin excusas. Si abraza, abraza eternamente, fuerte, cortando la respiración y casi haciéndote caer al suelo. Si se enfada, se enfada, pero al rato se le pasa, no guarda rencor, porque entiende mejor el derecho al error que un adulto.
Para los mayores... Todo es mucho menos sencillo. Nos da miedo querer de verdad cuando no podemos evitarlo. Nos gusta buscarle tres pies al gato a todo.
Cuando nos preguntan nos damos por ofendidos.
Cuando nos sugieren nos damos por ofendidos.
Cuando otro expone sus ideas, contrarias a las nuestras, nos damos por ofendidos.
Cuando alguien viene con alguna historia nueva que nos hace salir de nuestra zona de confort... Arde Troya, y nos volvemos a ofender.
Los adultos tenemos tendencia a enfadarnos con el mundo, a predicar sin dar ejemplo, a hablar de respeto y tolerancia como quien habla de calcetines perdidos. Y en definitiva, a aburrir a los niños. Y acabamos haciéndolos a nuestra imagen y semejanza.
Por eso, cuando crecemos, perdemos en bondad, en naturalidad, en genuinidad y en disfrute. Porque los adultos vamos quitándole el brillo a los niños hasta que, por fin, son nosotros.
Y vuelta a empezar.
Miedo a querer.
Miedo a besar.
Miedo a abrazar.
Miedo a hablar.
Miedo a escuchar.
Miedo a mirar.
Miedo a cambiar.
Miedo a jugar.
Miedo a arriesgar.
Miedo a respetar
Miedo a VIVIR. Y a dejar vivir.
Hoy he vuelto a casa con un nudo en el estómago. Y en el corazón. Y lágrimas en los ojos e impotencia en el alma.
Quiero entender por qué tenemos necesidad de hacernos daño, si la vida ya es lo bastante puta casi a diario como para mantenernos en vilo sin necesidad de condimentos.
Hoy me ha dado penita la inhumanidad de los humanos. Así, a lo grande y partiendo de círculos pequeños.
Así pues, a todos los niños y niñas del mundo: "No crezcáis, es una trampa."