Revista Cultura y Ocio

Nuestra aventura en Tailandia (VI): las islas del sur

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Rober Cerero

Ha pasado un tiempo desde la última vez que escribí por aquí, lo sé y asumo mi culpa. No tengo ninguna excusa competente, así que os ahorraré patrañas.

El caso es que os dejé justo cuando llegó la hora de irnos de Pai https://nohaycloacas.wordpress.com/2015/12/18/nuestra-aventura-en-tailandia-v-pai/, y dejar ¿para siempre? el norte de Tailandia. Nos habríamos quedado todo un año en ese valle, pero teníamos menos de una semana y había mucho que ver, tanto en las islas del sur como en Bangkok.

También llegó el momento de separar nuestros caminos; algunos durante unos días y otros hasta que la vida, el azar y las mochilas nos volviesen a colocar en la misma parte del globo: los niños volvíamos a Chiang Mai, pero Marta se quedaba en Pai, pues aún tenía mucho que descubrir y vivir por aquéllas nórdicas latitudes. Por supuesto, no podíamos irnos sin el abrazo de María (la dueña del hostel y presumiblemente adicta al opio), sus mejores deseos y su regalo de despedida:

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Una vez en Chiang Mai, se produjo la segunda de las bifurcaciones, si bien esta vez iba a ser sólo por unos días: yo me dirigía en avión a Phi Phi, la isla de la peli de La Playa, previo paso por Krabi; mientras el resto bajaban tranquilamente en tren + mini-bus + ferry con dirección Ko Pha Ngan, la isla de la Full Moon Party, donde yo les alcanzaría un par de días después.

El vuelo me dejó en Krabi, y ya era de noche. Yo había quedado a la tarde siguiente en Phi Phi con mi amigo chino-californiano Keith y su amigo Michal, que estaban haciendo su propia ruta tailandesa. Esa noche tenía que pasarla solo, y la decisión de qué hostel elegir estaba clarísima: de cabeza al Party Hostel, cuya descripción era algo así como ‘Esto es un party hostel, y por eso se llama Party Hostel. Si quieres descanso y tranquilidad, mejor pírate’.

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Una noche cualquiera en el Party Hostel

Dicho y hecho: gente de todas partes, staff divertido, beer pong, flip cup, pub crawl y primer baño nocturno en el Mar de Andamán resumen esa noche en la que me propusieron quedarme unos días más y echarles una mano en el hostel. Oferta tentadora que me vi obligado a rechazar. Aquí os dejo unas fotillos de Krabi. Salí sin móvil, así que son de Google, pero son todas de sitios en los que estuve (incluido el pub con señoritas de compañía).

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Tampoco puedo dejar de comentar el hecho de que vi mi primera lady boy, las famosas travestis tailandesas que, a veces, son las tías más guapas y más buenorras de todo el local. Lo divertido no fue el hecho de verla, sino el hecho de que ella me viese a mí; y que lo hiciese ya de madrugada, volviendo al hostel completamente ssssolo, por la avenida más solitaria e infinita de Krabi. Y el hecho de que ella tuviese una moto y yo no. Y el hecho de que esa noche, por lo que se ve, la señorita no hubiese pillado y tuviese ganas de leña. Y que me siguiese diciéndome cosas guarras durante 10 minutos.

Bueno, probablemente sea gracioso para vosotros, porque yo llegó un momento que pensé en darle un palo, robarle la moto y dejarl@ ahí, con su pito-aún-no-operado más hinchado que el muñeco de Michelín.

Phi Phi

Tras mi primer (des) encuentro con las lady boys y tras unas escasas dos horas de sueño, me monté en la mini van que te llevaba al bus que te llevaba al ferry que te llevaba a Phi Phi.  Durante mi primer paseo por la isla mientras esperaba a Keith y Michal, se confirmaba lo que me olía ya en Krabi: nos habíamos topado de lleno con la Tailandia turística, juerguista y de los masajes y los sobreprecios.

Pero bueno, eso también era Tailanda, ¿no? Así que decidí dejarme llevar y disfrutar de Phi Phi, fuese de la forma que fuese. Y, dicho sea de paso, nuestro hotel en la colina y su piscina con vistas al mar ayudaban bastante:

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Ese primer día, ya con los dos estadounidenses, lo dedicamos a ir a la playa y a pegarnos nuestra primera fiesta sureña, con botellón incluido en la playa, dj con musicón y espectáculos pirómano-cirquenses que dejaban obnubilados a los embriagados turistas, entre los que nos encontrábamos nosotros:

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Y al día siguiente llegó el turismo: desde la isla principal de Phi Phi había decenas de excursiones a islas más pequeñas; y cada una tenía su miga. Nosotros, como teníamos sólo un día para hacer turismo, decidimos escoger una que nos llevaría a (de nuevo debemos agradecer a San Google varias de estas fotos):

La isla de los monos:

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A hacer snorkel:

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Y a la preciosa pero abarrotadísima Maya Beach, playa donde se rodó, esta vez sí, The Beach, la peli de Leonardo Di Caprio:

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Así es como te la imaginas, ¿a que sí?

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Pues así es como está realmente. Pero oye, sigue siendo preciosa, y me mereció la pena.

Además, podría pasar por el doble de Leo, ¿no creéis?

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Por cierto, que en el día y medio que estuve en Phi Phi me dio tiempo de encontrarme con una chica granadina que viajaba con su padre y que habíamos conocido el primer día en Ayutthaya, a dos chicas italianas que conocimos en Sukkothai y a un grupito de franceses con los que compartimos tren nada más llegar a Bangkok. Así, como el que se da un paseo por la sevillana Plaza del Salvador un jueves de mayo.

Ko Pha Ngan

Después de estos escasos dos días en Phi Phi y una segunda noche en la que nos fuimos de guiris cenando en un pijo restaurante del muelle, un nuevo combo de mini-van + bus + ferry nos iba a llevar a Ko Pha Ngan, archimundialmente conocida como la isla donde se celebra la Full Moon Party. Del trayecto, lo más destacable es el épico cafreo que dos chavales ingleses infringieron sobre su aún borracho y dormido amigo:

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No exagero cuando prometo que había cola en el ferry para hacerse selfies con el chaval.

La llegada a Ko Pha Ngan implicó tres cosas: reencontrarme con los salvajes de mis colegas y con las motos. El turismo se concentraba en la zona sur, donde se celebra la Full Moon Party (no, lo siento, pero no pillamos los días de la fiesta), y el resto de hoteles están prácticamente vacíos, lo que nos permitió tener una playa paradisíaca literalmente para nosotros:

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De día, siguiendo la tradición de hacer turismo en moto –motos, por cierto, tres veces más caras que en el norte-, nos dedicábamos a recorrer la isla, encontrándonos estampas como éstas:

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Y, ¿si la moto se queda sin gasolina? Pues no pasa nada, siempre se puede echar ron Samsong y listos:

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De noche, un poco más de lo mismo: era cuestión de ir a la playa, comprar botellón y disfrutar de fuegos, ron-gasolina Samsong, música y gente, lady boys incluidas.

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No podemos dejar de mencionar el momento diva de Xablo, quien, probablemente deshidratado por no haber bebido más que 12 o 13 litros de agua esa noche, le sentó regular (o muy muy bien) el ron, por lo que decidió que lo más sensato, práctico y cómodo era subirse a la tarima, quitarse la camisa y enamorarse de sí mismo con los brazos en alto, pegándose así dos horas. NO, no hay fotos, y creedme si os digo que Xablo nos lo agradece.

Y así, en seco, con la imagen del bueno de Xablo, se acaba el relato de las islas del sur (de alguna forma hay que cortar, contra.)

Aún nos quedaban dos días en Tailandia, y teníamos que visitar y quemar Bangkok…


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