Nuestra discriminación.
Fin al festival virtual de inclusión.
Hoy mayo 17 vi como las redes sociales se llenaban de banderas del arcoíris y otras identitarias, un festival de colores por la diversidad, inclusión e igualdad.
Un festival de alegría que nos envolvió a todos y la corriente nos dejó llevar. No fui ajeno a este festival virtual de inclusión, respeto y tolerancia.
Retomo festival virtual pues la realidad al interior de la comunidad lgbt fue simplemente eso.
Un bello holograma de activistas y personas levantando banderas y discursos, algunos más osados redactando cartas abiertas, otros reivindicando una marquetería disidencia sexual, reuniones virtuales, felicitaciones de gentiles.
Se nos olvidó al parecer la historia de discriminaciones que vivimos al interior de nuestra propia comunidad, en donde el sidoso, mapuche, negro, obeso, pobre y mal hablado se encuentra con la pared de la discriminación.
Pocos recuerdan cuando en los inicios del movimiento la voz de pito de una loca de barrio no podía ser icono representativo de la comunidad, encajar era la misión y el modelo venía de afuera, colonizando los cuerpos, los afectos y el amor.
La tregua marica inclusiva duró hasta las 12 de la noche y luego mercenarios quejumbrosos vuelven a discriminar y como no hacerlo si eso les da de comer, una mezcla de juez y defensor del mismo delito, el crimen de ser diferente, de escuela pública, de comuna periférica, de manchado por el SIDA, de vivir en cada básica y no conocer ni siquiera el privilegio de un plato de comida.
Necesitamos discriminados, inventar odio y suicidio, de llenar las redes de dolor como Teletón cola de sufrimientos y discriminaciones. Los mercenarios se toman los cuerpos, se adueñan de ellos y los venden es una subasta internacional que pague por ese cuerpo desconocido. Como buitres pelean el cuerpo, la necesidad de mártires de odio genera créditos.
A ellos no lo vi en el juicio de Marcelo Lepe, mientras la abogada Macarena Car peleaba el delito, todo frente al periodista y activista Víctor Hugo Robles, conocido como el Che de los gais.
Mi crítica incomoda y también se acomoda, también fui parte del festival de colores virtuales. Hoy hablamos de inclusión y lesbianas y trans siguen siendo discriminadas en nuestra propia comunidad pequeños detalles nos recuerdan esto, cuando el icono espacio marica de providencia sube el valor a las mujeres y deja un día libre de ingreso para hombres extranjeros.
En Chile pesa ser de afuera, siempre y cuando no estén en el pacto bolivariano. Para terminar con la discriminación tenemos que dar el primer paso pensando en la nuestra, en como ese cáncer social de selección lo llevamos como catéter fe evaluación.
Nuestra pandemia es el silencio de nuestras propias discriminaciones, ya que en Chile hasta la disidencia estereotipada se levanta con sus propias discriminaciones bajo la consigna de una hetero norma patriarcal, prácticamente inexistente en un país pluricultural que no se acepta.
Reflexiones, ya que el mundo que queremos está en nuestras manos más allá del cuerpo.
Cano en pandemia.
Mayo 2020
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