Revista Opinión

Nuestra Fábrica Viviente De Alimentos

Publicado el 26 febrero 2019 por Carlosgu82

Hace unos 10.000 años, nuestros ancestros aprendieron a domesticar y manipular las plantas silvestres para proveer su propia alimentación, sus propiedades medicinales y toda una gama de productos útiles para su progreso. Las plantas, vistas así, son unas pequeñas fábricas vivientes donde se efectúa la transformación de substancias sencillas como el agua, el dióxido de carbono y las sales minerales en los complejos productos que forman los tejidos y los órganos de aquéllas.
Nuestra Fábrica Viviente De Alimentos
Pero, para que sea posible, una planta necesita de un suelo bien desarrollado donde asentar sus raíces y de unas condiciones climáticas propicias que le permita aprovechar al máximo posible sus posibilidades.

Teniendo en cuenta estos factores, plantas, suelo y condiciones climatícas, nuestros antepasados supieron sacar el máximo rendimiento a los recursos naturales y aprovechar los propiedades nutritivas de las plantas en función del tipo de suelo y la meteorología del lugar donde se iba a realizar el cultivo.

Plantas útiles para la producción agrícola

De esta habilidad de nuestros antepasados para manipular su entorno, nació una floreciente industria agrícola que permitió el asentamiento y el desarrollo de, primero, pequeñas poblaciones y, después, el de las comunidades. Hoy día producimos a gran escala plantas útiles para la alimentación de una creciente población en condiciones económicas a las que no todos tienen acceso, paradojas del progreso.

Nuestra Fábrica Viviente De Alimentos

Hemos aprendido a aprovechar las reservas energéticas que nos proporcionan las plantas seleccionando sus semillas o sus retoños, cortándolos en el momento oportuno y utilizarlos en nuestro beneficio, seleccionando los insectos que las polinizan o eliminando aquellos que supongan una plaga que acabe con las cosechas, usando abonos naturales o químicos, canales de riego, herramientas agrícolas. De esta manera hemos obtenido de las plantas diversidad de productos:

  • Cereales, legumbres, frutas, hortalizas, tubérculos, hojas, bulbos y raíces, para nuestro consumo.
  • Forrajes y piensos para nuestros animales: heno, alfalfa, remolacha forrajera, etc.
  • Grasas comestibles o industriales: aceite de oliva, de girasol, de colza, de soja o de palma.
  • Vinos, alcoholes y licores, cultivando la uva y la caña de azúcar.
  • Medicinas, esencias y perfumes de las flores, raíces, hojas y plantas aromáticas.
  • Especias para condimentar nuestros alimentos, como el clavo, el azafrán, la nuez moscada, etc.
  • Estimulantes como el café, el té, tabaco, mate.
  • Resinas y tinturas (pino, alcanforero…).
  • Látex ( caucho, árbol del chiclé).
  • Taninos (Acacia).
  • Maderas y celulosa.
  • Insecticidas (Pelitre)
  • Plantas ornamentales.

Por lo general sacamos beneficio de todas las partes de la planta, cuyo aprovechamiento integral hace mucho más económica su explotación: tallos (caña de azúcar), semillas (trigo), frutos (manzana), flores (alcachofa), bulbos (cebolla), tubéculos (patata), hojas (col) y raíces (zanahoria).

Propiedades de un buen suelo agrícola

Para iniciar esta industria, debiamos conocer la aptitud del suelo para obtener el máximo rendimiento con el mínimo gasto económico y en fuerza bruta.

La transformación de un suelo inerte en un suelo cultivable y productivo lo lleva a cabo la materia orgánica, restos de animales y vegetales y microorganismos, que disuelve la materia mineral y que, junto con el agua y el dioxido de carbono, sacian las necesidades nutricionales de la planta.

Nuestra Fábrica Viviente De Alimentos

La parte sólida del suelo la constituye la fracción gruesa (arena y grava) y la fracción fina (arcillas y limos), y un componente orgánico índice de buenos suelos agrícolas, el humus.

La arena confiere al suelo una elevada permeabilidad al agua y a los gases, pero restan poder de retención de esa misma agua y de las sales minerales que deben nutrir el cultivo. Es un suelo lavable o lixiviado. Si son demasiado profundos en relación al poder de succión de las raíces, se hacen inservibles para la agricultura.

Los limos son fracciones constituidas por partículas muy finas, de 0,002 milímetros, que retienen bien el agua y una cierta capacidad de retención de sales minerales.

Las arcillas, constituidas por partículas de tamaño inferior a 0,001 milímetros, son excelentes para la retención del agua y las sales minerales en sus poros; sin embargo, los suelos en donde se encuentran en gran cantidad son impermeables y fácilmente encharcables.

La materia orgánica proporciona al suelo esponjosidad, mejora las cualidades impermeables de las arcillas, da cuerpo a los suelos arenosos y en ella se desarrolla la vida microbiana, especialmente, si se encuentra en forma de humus. El complejo que éste forma con la arcilla es el mejor material para la retención de agua y de las sales minerales.

Para mejorar la estructura del suelo cultivable utilizamos estiércol que, además, fertiliza, aumenta el poder retentivo y los nutrientes, es sostén de la vida microbiana y facilita la respiración de la raíces.

Un buen suelo agrícola debe retener sólo la parte del agua necesaria para la vida de las plantas, y debe permitir el lixiviado del sobrante a los niveles inferiores para evitar que las raíces puedan verte afectadas por la falta de aire.

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La capacidad de retención de agua de un suelo es la cantidad máxima que éste puede contener sin llegar a gotear, y variá desde una 80 litros por metro cúbico en un suelo arenoso, hasta los 300 litros o más en arcillas.

El mal uso que estamos haciendo de los recursos, la sobreexplotación, la agricultura intensiva, la contaminación de suelos, aire y agua, y el impacto de nuestras actividades sobre el medio, están poniendo en peligro esta rica biodiversidad de la que, con una buena planificación y buenas prácticas, se podría beneficiar toda la población mundial.


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