Antes, María Eugenia Riso Milanés llevaba una vida normal. Hoy es una impedida física que asume de manera positiva los cambios que el destino le deparó. Hace doce años tuvo que comenzar a lidiar con la diabetes, enfermedad que la condujo a una silla de ruedas. Gracias a un fruto de la ciencia cubana esta mujer puede testimoniar el suceso que la trasformó.
Cinco años atrás, María Eugenia se convirtió en paciente permanente del Hospital Enrique Cabrera. Durante nueve meses estuvo al cuidado especial de un equipo médico que lideró el doctor Pedro Goicoechea Díaz, jefe del Servicio de Angiología de esa institución. Un simple tropiezo fue el origen de la amputación.
“Estaba caminando por la casa y me di un golpe tonto. Rápidamente fui al médico porque sabía lo que podía venir después de eso. Me dije: ?Ahora si se me jodió el pie?. Entonces lo que temía comenzó a suceder, los dedos fueron los primeros en afectarse”.
Así comenzó la historia de esta mujer, entre el infortunio de un mal paso y las grandezas de la medicina cubana. Luego de dos amputaciones en el miembro inferior, se comenzó a observar cierta evolución, pero al cabo del tiempo María Eugenia retornó al servicio de Angiología con una necrosis total del muñón. Su hábito de fumar, desde los trece años de edad, la condujo a otra complicación.
“Le aplicamos antibióticos de última generación, anticoagulantes, probamos con todo lo que estuvo a nuestro alcance, sin embargo, el pronóstico para María Eugenia seguía siendo sombrío, no solo para el muñón, también para su vida. Se pensó hasta en la desarticulación de lo que quedaba de la pierna, una operación muy riesgosa”, cuenta el doctor Pedro Goicoechea.
“Imagínate como fue ese proceso para mí. No dejaba que nadie me curara, me daba terror que me vieran, porque las heridas estaban bien feas. Algunas curas fueron a sangre fría. Era muy doloroso, física y emocionalmente. Yo era una gran bailadora, me encanta bailar, después de las amputaciones esa imagen solo queda en el recuerdo”.
María Eugenia dejó de fumar, en un intento por salvar y recuperar su vida. Pero lo que determinó un avance del caso fue la aplicación del Heberprot-P, producto nacido en los laboratorios del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) que ha beneficiado a más de cien mil pacientes.
Luego de disímiles esfuerzos y alternativas, la única esperanza estaba en este medicamento que se aplica en la atención a úlceras del pie diabético avanzadas, aspecto que lo posiciona como único de su tipo a escala mundial. Hasta 2007, año en el que se registra en Cuba, ningún producto para tal padecimiento había aminorado una opción médica poco aclamada: la amputación.
Según cuenta Goicoechea, llegaron a aplicarle en una sola sesión cuatro bulbos de Heberprot-P, dos veces por semana durante quince días. Con María Eugenia se rompió el protocolo del tratamiento, en una sola ocasión recibió la dosis que normalmente lleva un paciente en dos o tres terapias.
Tal paso fue consultado con el profesor Jorge Berlanga, creador del Heberprot-P. Fue un riesgo que todo el equipo médico decidió asumir frente a una situación que ya no encontraba salida. Progresivamente, María Eugenia comenzó a evolucionar da manera favorable.
“No podía creer como en tan corto tiempo fueron notables los resultados. Poco a poco se notaba la granulación, el color también iba cambiando. A ese paso también fui recuperando las esperanzas, el Heberprot-P me devolvió las ganas de vivir. Hoy mato a quien me hable mal del medicamento, de Pedro Goicoechea y de Berlanga; estoy aquí gracias a ellos”, expresó María Eugenia.
Cuba incluyó el tratamiento en su Cuadro Básico de Medicamentos en 2007. Posteriormente, se inició un programa de extensión nacional que abarcó la atención secundaria y terciaria (hospitales e institutos), y desde 2008 comenzó a aplicarse en la atención primaria de salud. Hasta abril del presente año, el Heberprot-P ha beneficiado a 18 695 pacientes, reduciéndose el promedio de amputaciones 4,4 veces (23 %).
María Eugenia fue amputada porque sus lesiones ya no tenían remedio, sin embargo, hasta el momento su caso constituye uno de los pocos en el país. Una riesgosa decisión y un milagroso medicamento le salvaron la vida.
Por J.M. del Río/ Colaborador de la Santamambisa
Olvidar la historia viene a ser algo así como hacerle un atentado al futuro. A eso nos invitó, en un momento de pretendida lucidez imperial, el anterior Presidente de los EE.UU., por lo que luego de conocer la inaudita aberración que pretenden revivir un reducido grupo de émulos de Hitler que habitan en el otro Miami[i], me decido a escribir estas líneas para rememorar uno de esos episodios históricos que –con perdón del Premio Nobel de la Paz y Presidente saliente de los EE.UU- no pueden ser borradas de la memoria colectiva del pueblo cubano.
Si usted ha leído los Versos sencillos escritos por José Martí, Apóstol de la Independencia y Héroe Nacional de Cuba, es posible que conozca uno de sus más bellos poemas que dice: Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca.
Pretendiendo apropiarse del concepto recogido en estos versos, que despliegan hermosamente los valores morales que sustentan el pensamiento martiano, un grupo de antiguos elementos batistianos huidos de Cuba al triunfo de la Revolución, fundaron el 28 de enero de 1959 la Rosa Blanca, estructura de carácter terrorista que es considerada como la “organización madre” de la contrarrevolución y el terrorismo contra Cuba desde los Estados Unidos. Su objetivo, según Rafael Díaz Balart, uno de sus ideólogos y principal cabecilla era: “luchar por la recuperación y la libertad de Cuba”.
En la dirección de esta organización figuraba entre otros sicarios, Merob Sosa García, Teniente Coronel del antiguo ejército de Batista y uno de los más connotados asesinos del régimen que cometió incontables crueldades y atropellos, sobre todo torturas y asesinatos a la población civil de la Sierra Maestra y se hizo célebre en aquellos contornos por la costumbre de quemar los bohíos de los campesinos cubanos, como el mismo dijera “con los guajiros dentro”. A partir de enero de 1959 se refugió en los Estados Unidos, donde se vanagloriaba por sus acciones genocidas en la Sierra Maestra. Por tales “méritos” fue designado en territorio norteamericano, jefe militar de La Rosa Blanca, organización terrorista creada para seguir causando daños materiales y humanos al pueblo cubano.
Si usted llega a la conclusión de que en la creación de esa diabólica estructura contrarrevolucionaria, la Agencia Central de Inteligencia de los EE.UU (CIA según sus siglas en inglés), con la anuencia del Gobierno del Presidente Eisenhower, tuvo participación hegemónica, le aseguro que usted ha acertado. No lo dice el que escribe esas líneas. Lo puede usted encontrar en los documentos desclasificados de ese Gobierno.
Traigo a colación este accidente histórico, porque hemos conocido el desnaturalizado y fuera de toda lógica intento del ex congresista Lincoln Díaz Balart, hijo del finado ex personero de la sangrienta dictadura batistiana Rafael Díaz Balart, fundador del referido engendro anti-martiano, de tratar de revitalizar la organización contrarrevolucionaria denominada “La Rosa Blanca”.
Y cómo para “ponerle la tapa al pomo”, hace unos días han proclamado la intención de otorgar reconocimientos a organizaciones y personas que se “hayan destacado en la lucha contra el castrismo”, iniciando ese aberrado periplo con un grupo de los bandidos que se alzaron en las montañas del Escambray y cometieron infinidad de crímenes y fechorías, incluyendo la quema de bohíos, tiendas y escuelas y el asesinato de maestros y humildes campesinos y trabajadores agrícolas.
Dime con quién andas y te diré lo que eres. ¿A quién se le ocurre pedirle al pueblo de Cuba que olvide el pasado? ¿Cómo olvidar estos acontecimientos que colmaron de luto a innumerables familias cubanas e hicieron que nuevamente sonara el clarín llamando al combate y que el pueblo entero se movilizara en defensa de la patria hasta acabar con esa escoria que ahora pretenden revitalizar?
[i] Hemos dicho que en Miami reside una mayoría de cubanos emigrados que mantienen buenas relaciones con su familia y abogan por que EE.UU normalice sus relaciones con Cuba y también existe lo que llamamos “el otro Miami”, integrado por una minoría recalcitrante, anexionista y anti-cubana.
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