Revista Diario

Nuestra lactancia: Diecinueve meses de alimento y amor

Por Gracitata @Lactandoamando


Hoy termina la Semana Mndial de la Lactancia Materna en España y para concluirla quiero contaros la historia de nuestra lactancia, a la que nunca le dediqué un post entero.
Y como este año la Semana Mundial de la Lactancia Materna va orientada hacia la comunicación he decidido contaros mi experiencia, con lo bueno y lo malo, para que sirva a alguna mamá que me esté leyendo en este momento.
Ahora se me ve muy segura de lo que hago, pero no siempre fue así, yo también estuve perdida, tuve dudas, yo también estuve al borde del destete. Amamanto sabiendo lo que hago y doy la impresión de que mi lactancia siempre fue bonita y maravillosa y sí, así ha sido, pero con muchos baches, muchos problemas y mucha presión social que he ido sorteando durante el camino.
Todo comenzó estando embarazada. Antes, siempre supe que quería dar el pecho a mis hijos, siempre pensé en mi condición de mamífera y de que mis pechos estaban ahí para algo mucho más valioso que por motivos estéticos, que para gustar al hombre o identificarme como mujer.Sabia que mis pechos estaban ahí para dar alimento y cobijo a mis hijos y que cuando tocara, seria una experiencia maravillosa. Pero claro, luego estaban todas las experiencias de mi alrededor,  lactancias que no habían durado más de tres meses, otras muchas directamente inexistentes y en las que el biberón tuvo su papel desde el primer día.Yo misma fui amamantada por poco tiempo, ni siquiera pude disfrutar del pecho de mamá durante la primera semana de mi vida pues tuve que estar en el foco durante unas semanas. Allí extraían la leche a mi madre para que las enfermeras me la dieran en un frío biberón; luego, claro, una vez en casa, el agarre al pecho fue un auténtico desastre y mi madre, la comprendo muy bien, acabó por pasar al biberón.
Y luego está el hecho de que el biberón está tan normalizado en esta sociedad que se considera lo “normal” hasta tal punto que cuando se enteraron de mi embarazo todos me regalaron biberones, de todos los tamaños y colores…Otros te hablan de lo bien que les ha ido con el biberón, de lo “cómodo” que es (luego pude comprobar que de cómodo nada), de que sus hijos han estado la mar de bien alimentados con él, te lo “aconsejan” para que puedas descansar y no estés atada al pecho, que no duermas con tu bebé pues estarás “perdida” para siempre…todos estos “consejos” para nada pedidos pero que cuando se le dan a una mujer embarazada y primeriza pueden marcarla para siempre.
Y claro, aunque tú tengas la certeza de QUERER amamantar a tu hijo, todo esto crea en ti una inseguridad tan grande que acabas por sentir que no sabes si vas a PODER amamantarlo al final u ocurrirá como con el resto de sociedad y familia que te rodea y acabarás en las garras del bote de leche en polvo al ser tan cómodo y bueno para tu bebé. Al fin y al cabo, todos dan biberón, ¿no es así?, será lo “normal”…así que yo terminé por no saber qué iba a suceder.
Estando ya de unos cuantos meses de embarazo decidimos hacer la lista de las cositas que necesitaría el bebé.Ahí empezaron mis miedos y dudas.En la lista incluí un sinfín de cacharros para la lactancia artificial “por si acaso”:Aún más biberones, cepillo para limpiarlos, aparato para esterilizarlos, porta papillas, incluso quise comprar un bote de leche de fórmula “por si acaso”, siempre por  si acaso.
Alrededor de los tres meses de embarazo comencé a tener gotitas de calostro, por ello, mi marido, qie siempre me ha apoyado, me decía que no hacían falta tantas cosas, que estaba seguro de que no tendría problemas con la lactancia si aún embarazada ya tenía calostro y que confiaba en mí.A pesar de ello y debido a todo lo que he contado antes, yo me sentía muy insegura, tenía miedo de que no saliera bien, de que ocurriera algo que me hiciera no dar el pecho a mi futuro bebé. Como veis, ya en el embarazo comienzan las inseguridades sobre la lactancia creadas por la sociedad.Luego comencé a asistir a las clases de preparación al parto que mi matrona, Helen, impartía en el centro de salud. Tuve la enorme suerte de que ella es pro-lactancia y la promueve, tanto que lleva un grupo de apoyo al que a día de hoy sigo asistiendo, así que dedicó una buena parte de las clases a informarnos y formarnos sobre lo que necesitábamos saber sobre la lactancia. Esto hizo sentirme un poco más segura y con más ganas aún de que naciera mi bebé para probar la experiencia de la lactancia.
Y llegó el día en el que nació mi hijo, me sentía taan feliz de sentirlo sobre mi pecho…a la media hora ya estábamos en la sala de recuperación muy juntitos, mi hijo comenzó a mamar casi solito, sólo tuve que ayudarle a llegar…La sensación fue maravillosa y extraña a la vez, es una sensación inenarrable, sólo las que lo habéis experimentado podéis saber de qué hablo. En el mismo instante que ves a tu hijo agarrarse a tu pecho te das cuenta de que esa unión será para siempre, sientes un amor infinito, simplemente amas a tu hijo sobre todas las cosas y a través del acto de amor que es la lactancia lo pones de manifiesto.
Pero llegamos a la habitación, pronto llegó la noche y yo no me encontraba nada bien, tenía las piernas completamente dormidas después de una epidural mal puesta y otra a medias…llevaba tanta anestesia en mi cuerpo y por un lugar donde no correspondía que me sentía inválida completamente. Además, después de casi 24 horas de parto me sentía completamente agotada y al ver que a mi hijo le costaba engancharse a uno de los pechos me vine abajo, comencé a pensar que no podria con mi hijo, con la lactancia, con todo…que la maternidad me venía grande y no sería buena madre, total, no sabía ni poner a mi hijo al pecho…(qué equivocada estaba).
A la mañana siguiente comenté mis temores al personal sanitario y al pediatra jovencito que vino a ver a mi hijo, todos me apoyaron en todo momento, me decían que se enganchaban bien y el pediatra me dijo: -¿por qué piensas que lo haces mal?-, a lo que no supe contestar…solo dije que porque no lo había hecho nunca. Me dijo que siguiera mi instinto y que lo estaba haciendo genial. Reconozco que en el hospital tuve mucha suerte, todo el personal apoyaba la lactancia, nada de biberones, nada de sueros glucosados, nada de chupetes, solo mi bebé y yo, los que realmente teníamos que estar.
Y después de pasar la segunda noche ingresada con mi hijo al pecho, conseguimos que se enganchara a los dos, solo era cuestión de aprendizaje mutuo.Contamos con la presencia y todo el apoyo de su papá, que se quedó con nosotros, día y noche, a nuestro lado dándome ánimos y diciéndome que yo podía hacerlo.
Y llegamos a casa después de cuatro días allí, y nuestra lactancia iba viento en popa, hasta que a los cuatro días mis pechos comenzaron a producir leche y me comenzaron a doler horrores los primeros segundos en los que mi bebé agarraba el pecho. Tenía los pechos apunto de  explotar, claro, mi hijo aún no podía tomar tanta leche y nadie me dijo que debía sacar esa leche, que no pasaba nada, que no dejaría sin alimento a mi bebé… Hasta que ya no pude más y tiré de sacaleches y por fin pude respirar un poco, aunque con temor de dejarlo sin leche, pronto descubrí que era todo lo contrario, cuanto más sacaba más tenía…
Algunos entonces criticaron que diera pecho, que me estaba sacrificando, que eso era esclavitud, que ¡con lo bien que se crían a biberón!, que verás que tetas se me iban a quedar…y lo peor fue cuando me observaban amamantar ami bebé a menudo y a demanda y salieron con el famoso: “le das demasiado, ¿eh?, se va a poner malo, a mime decían que diez minutos en cada pecho y cada tres horas”. Vamos, que ya lo estaba haciendo mal, según ellos…
Luego llegaron los famosos tres meses y la crisis que los anuncia. Mis pechos se deshincharon por completo y mi hijo no se separaba del pecho ni un minuto, lloraba, se retorcía cuando mamaba y claro, una vez más me sentí con miedo a estar dejando de producir leche que, por otro lado, es lo que me habían augurado tantas y tantas veces…claro..es que como casi todas las mujeres se quedan sin leche a los tres meses…Pero no me rendí y fui a ver de nuevo a Helen, mi maravillosa matrona, que de nuevo me dio los ánimos que necesitaba con tan solo una frase: “Nunca desconfíes de tu capacidad para alimentarle, si lo haces entonces estarás perdida”.Me explicó lo que estaba ocurriendo  y me sentí mucho mejor.Mi hijo fue consiguiendo toda la leche que necesitada y aprendió a mamar como n campeón y en tan solo tres o cuatro minutos y espaciando más las tomas.Por ello también tuve críticas…si antes era que le deba demasiado ahora era que le daba poco. Que lo iba a matar de hambre con solo la teta y dándole tan poco, que o lo obligara a tomar  más o le diera biberón…Como veis…hagas lo que hagas siempre habrá alguien que te diga que está mal hecho.
A los cuatro meses mi hijo tuvo Muguet en su lengüetita, lo que le hizo comer menos pecho durante un par de días con la consiguiente `pérdida insignificante de algunos gramos.Entre eso y que el pediatra usa la misma gráfica de pesos para alimentados de pecho que para los que solo toman biberón (otro gran error), cuando lo llevé a revisión ese mes me dijo que como “se estaba acercando a la parte baja del gráfico en peso” que ya tenía que meterle la Alimentación Complementaria”. ¿No pensó ese hombre,  1º, que es un niño alimentado SOLO a pecho, 2º, que había estado malito y 3º y lo más importante, ¡seguía estando dentro de un peso normal!.
Pero como comprenderéis en ese momento yo aun me sentía tremendamente insegura y él con esto me hizo sentir tan culpable que le hice caso y le introduje fruta, cereales y claro, leche de fórmula para los cereales.Guiada por ese maldito sentimiento de culpabilidad  que me hizo sentir el pediatra, comencé atiborrar a mi hijo de comida, que si fruta, que si verduras, que si un biberón de cereales por la noche de 150.Al principio mi hijo cogió esto con muchas ganas pues ya mostraba interés por la comida, lo que yo no sabía es que no hacía falta darle tantos triturados y purés y atiborrarlo como me indicó el pediatra, con dale un trocito de plátano, pera, unos granos de arroz… mi hijo hubiera experimentado con la comida sin repercutir en mi producción de leche, pero claro, esto tampoco me lo había dicho nadie y mi producción comenzó a bajar considerablemente, como es lógico, pues mi hijo redujo las tomas de pecho considerablemente, ¿cómo le quedarían ganas después de tanta comida?.Ahora sí que estaba preocupada.Uno de los días en los que mi marido fue a la biblioteca vino con  algo que nos cambió la vida  y nuestra lactancia para siempre. Me trajo “Un regalo para toda la vida” de l doctor Carlos González.
Entre que me encanta leer y que estaba desesperada con nuestra situación, comencé a devorar las páginas de ese libro que tanto nos estaba aportando, poco a poco me fui dando cuenta de mis errores y de los errores de los demás, poco apoco fui sintiendo en mí una seguridad que nunca antes había experimentado. Me sentía segura de mí misma, sabía que podía alimentar a mi bebé.Empecé  por poner a mi hijo al pecho mucho más a menudo y él solito fue dejando comidas y biberones hasta el punto en que no ha querido tomar ni un solo biberón más desde entonces y solo quiere fruta a trocitos y ahora a bocados. Increíblemente también dejó el chupete, supongo que porque ya tenía su teta siempre que quería y ya no lo necesitaba.Mi producción de leche volvió a subir  muchísimo y comencé a darle los alimentos chafaditos o a trocitos, algún que otro puré y mucha mucha  teta.Fui introduciendo otros alimentos según fue pidiendo y llegaba su tiempo.Con ocho meses ya comía casi de todo pero hasta bien entrado el año la teta fue su principal alimento. Desde ese momento descubrí las maravillas del pecho y ahí seguimos.Pero este tiempo no ha sido ni es tranquilo para nuestra lactancia. Tenemos una enorme presión social a nuestro alrededor y que va en aumento conforme mi hijo va creciendo.
Por parte del pediatra nada mejoró, en una ocasión que estando malito le dije que estaba tomando pecho me reprochó diciéndome que “es que mi hijo tenía que comer” y el pecho ya no alimentaba…en otras ocasiones se ha reído de nosotros y me a instado a que destete ya a mi hijo, que lo que tengo que hacer es dejarlo ya.Mi antiguo médico de familia era igual, se reía y siempre me chantajeada cuando necesitaba algún medicamento, “o dejas la teta o no te lo receto..Con la teta no se puede tomar NINGÚN medicamento…”, quémala es la ignorancia…a saber la de madres que le habrán hecho caso  y encimase habrán sentido culpables.
En mi familia, hay de todo, los principales, mis padres, mi suegra y mi marido, me apoyan totalmente y aunque a mi madre le costó un poco más ha ido viendo que llevaba razón y a día de hoy defiende con capa y espada nuestra lactancia y se le enternece la mirada cuando nos ve lactando.El resto, unos lo ven bien aunque “anormal”, otros los ven normal (los menos) y otros simplemente me miran con cara de asco si le doy pecho en su presencia.Y con los amigos es igual, amigas con las que comparto este maravilloso acto de amamantar y otras que no lo ven tan bien.
Y lo peor es cuando todo esto ocurre con gente que ni siquiera conoces…que se atreven a criticarte y a decirte el trauma que le estás causando a tu hijo por darle el pecho “tan mayor” si tener ni idea de lo que están diciendo.
Y al principio me dolía muchísimo pero ya no, he aprendido que la lactancia es cosa de dos, de tres si contamos al papá que está encantadísimo y orgulloso de nuestra lactancia, que los demás no importan y que mi instinto es más fuerte que cualquier crítica, cualquier reproche, cualquier mirada…Es nuestra lactancia, tengo la certeza de que mi hijo es plenamente feliz así porque tiene lo que necesita, mamará durante el tiempo que él quiera y donde él quiera y nada ni nadie nos la arrebatará. Es un acto natural y de profundo amor.
Y después de todo esto decidí compartir mis experiencias con vosotras, comencé el blog y me di cuenta de que era feliz ayudando a otras mamás, apoyando sus lactancias y haciéndolas sentir seguras de sí mismas. No quiero que ninguna madre pase por lo que yo o por cosas mucho peores.
Hoy mi hijo tiene 19 meses y sigue enganchado siempre que quiere, hay días que sólo quiere pecho y nada o casi nada de otros alimentos y es un niño enorme, sano y muy feliz.


Volver a la Portada de Logo Paperblog