Por Merce Roura
Ay, ¡Qué complicado es vivir!
Esos días en que te despiertas y te gustaría quedarte con los otros cerrados hasta que a tu alrededor hubiera otra realidad más amable...
La vida se pone cuesta arriba. A veces, cuando lo hace, no se conforma con abrir un frente, abre dos o tres. Te pone el mundo del revés, derriba tus paredes maestras y quita las barandillas en las que te sujetas...
Trabajo, relaciones, salud... Todo al mismo tiempo vuela por los aires. Todo se rompe y se cae, sin piedad. Seguramente porque es imposible sentirse bien cuando no sabes cómo podrás pagar facturas y tus relaciones se resienten... O porque es complicado trabajar al máximo rendimiento con el corazón roto.
La vida se esfuerza mucho tambaleando nuestro suelo. Agrietando los muros de nuestras supuestas fortalezas... Menudos zarpazos da para demostrarnos que lo que creemos fuerte y sólido es en realidad vulnerable y extremadamente frágil.
Para que nos demos cuenta de que no hay nada de malo en lo frágil y vulnerable porque justo en aceptarlo radica nuestra fortaleza...
La vida nos demuestra cada día que es inevitable acabar lidiando con ella y asumiendo que hay que mirar de frente a los problemas porque por más que finjamos están ahí... Que no tiene sentido resistirse y que hay que dejarse llevar por lo nos propone a ver qué pasa. Aunque no sepas cómo, ni hacia dónde vas.Anuncio publicitarioabout:blank
La vida hace evidente a cada minuto que no controlamos nada. Nada.
Y que nuestra gran fortaleza no es intentar cambiar lo que sucede cuando nos duele o no nos gusta (no está mal actuar para hacer lo que está en nuestra mano, pero a veces poca cosa se puede hacer) sino aceptarlo y ver cómo nos cambia por dentro y qué dice de nosotros...
La vida es maravillosa incluso cuando golpea... Cuando horada, cuando agrieta, cuando derriba nuestra resistencia y, de repente, nos damos cuenta de que estábamos sufriendo para no sufrir.
Que seguir aferrándonos a lo que no es y no funciona o intentar evitar lo que es inevitable duele más que soltar y dejarse llevar. Que aceptar lo que no nos gusta no es agradable, pero no hacerlo no ya es una opción.
La vida hace todo lo posible para que soltemos al personaje que nos inventamos para parecer valientes cuando estábamos muertos de miedo y dejemos salir al verdadero ser que llevamos dentro que es capaz de vivir sin esconderse, sin huir y sin fingir que no tiene miedo.
Te lanza al vacío en soledad para que descubras que te tienes a ti mismo y empieces a valorar tu inmensidad y plenitud.
Tenemos tanto miedo a vivir sin controlar, cuando en realidad nunca controlamos nada, que cuando la vida nos trae respuestas a nuestras preguntas nos encuentra como una pared... Y lo único que le queda para que nos demos cuenta de que debemos escucharla es hacer que nos rompamos para poder así entrar por las grietas y llegar hasta nosotros.
Y lo más curioso es que en lugar de captar el mensaje y bajar un poco la guardia, atrevernos a pensar distinto y abrirnos, nos hacemos los duros y nos resistimos... Y mostramos las grietas como cicatrices orgullosos de la batalla, sin comprender que la vida nos cambia de arriba a abajo mientras nosotros inútilmente intentamos cambiar a la vida.
La vida nos propone una y otra vez cambiar para que seamos libres... Y una y otra vez se topa con nuestra pared... Cada vez más ajada, más asustada, más rota y siempre demasiado rígida para dejarse derribar por la verdad, para ser permeable a la vida que trae soluciones que a nosotros, desde el miedo, jamás se nos ocurrirían.
Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2023/10/02/nuestra-pared/