Revista Cocina

Nuestra responsabilidad respecto de los animales

Por Luistovar
Nuestra responsabilidad respecto de los animales
¿Tenemos alguna responsabilidad respecto de los animales? ¿Por qué deberíamos tenerla? En el caso de ser así, ¿qué tipo de responsabilidad sería? Mi propósito en este ensayo es el de responder a estas cuestiones en manera razonada y concisa. 
Un concepto central de la ética es el de la responsabilidad moral. Este concepto significa que hay individuos que son moralmente responsables de sus actos: a estos individuos los denominaremos agentes morales. Hay otros individuos que no lo son, por falta de capacidad para razonar moralmente, de comprender las normas éticas y llevarlas a cabo. 
La responsabilidad moral de nuestros actos se define esencialmente por el hecho de que tenemos una conciencia intelectiva desarrollada que nos permite ser conscientes de lo que implican nuestros actos y ser capaces de adecuar nuestra conducta a una serie de normas razonadas que previamente hemos comprendido y asumido.
Por tanto, de lo que somos responsables es de nuestros actos, porque la consecución de nuestros actos está mediada por nuestra conciencia moral, que nos permite diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo que es correcto y es incorrecto, y controlar nuestro comportamiento.
La responsabilidad sólo se puede referir a aquello que razonablemente podemos controlar mediante la voluntad, es decir, a nuestro comportamiento positivo: lo que hacemos con nuestros actos. Por definición, uno solamente puede ser responsable de aquellos actos que causa directamente. La noción de responsabilidad está fundamentada en el principio de causalidad. La causalidad es un proceso formado por hechos relacionados entre sí. No podemos ser responsables de actos que no tienen relación causal con algo que nosotros hayamos hecho deliberadamente.
No somos responsables de sucesos que ocurren sin que nosotros hayamos tenido intervención en ellos. Ciertamente hay actos, como el ayudar a otros que lo necesiten, que podemos realizar motivados por la empatía y que pueden ser moralmente buenos, pero no estamos obligados a ellos por una razón moral. No todas las acciones que entran dentro de la esfera moral se refiere exclusivamente a deberes u obligaciones.
Obviamente la responsabilidad moral implica que hay cosas que debemos hacer y otras que no debemos hacer, y es por ello que algunas personas pueden considerar esto como algo que nos limita a la hora de actuar. Ciertamente es así, pero no se trata de algo que nos perjudique o vaya contra nuestra forma de ser.
La ética no es una limitación en el aspecto peyorativo del término. Decir que la ética es una “limitación” es lo mismo que decir que las matemáticas son una “limitación” porque estamos obligados a ajustarnos a sus reglas para poder operar numéricamente. Del mismo modo, tenemos que ajustarnos a las normas morales para poder actuar éticamente. Hablar de “limitación” no explica nada acerca de la veracidad o correción de ambas disciplinas. La ética parece una limitación sólo para aquellos que no la han comprendido. Para quienes la han interiorizado es una extensión de nuestra propia racionalidad. Las normas ética provienen de nuestra razón, no desde fuera de nosotros. Bajo esta perspectiva, adecuar nuestra conducta a la racionalidad moral no sería una limitación sino un desarrollo de la personalidad racional.
Hay que tener en cuenta que muchos seres humanos no son agentes morales [por ejemplo: bebés, discapacitados mentales, ancianos seniles] y sin embargo merecen ser reconocidos como miembros de la comunidad moral. No porque sean humanos, lo cual es irrelevante, sino porque son individuos que sienten, sufren y tienen intereses. Esta característica —la sintiencia o conciencia sensitiva— sería común a todos los animales que poseen un sistema nervioso centralizado, y es el único requisito necesario y suficiente para ser reconocido como sujetos de consideración moral. Que otros animales no sean agentes morales no tiene relevancia en lo que se refiere a su consideración moral; sólo lo tiene en lo que se refiere a su responsabilidad moral. Son categorías distintas. Para ser considerado un sujeto de consideración moral es necesario y suficiente con poseer subjetividad, es decir, ser un sujeto o, dicho de otra manera, tener un «yo».
El filósofo Mark Rowlands propone la categoría de «sujeto moral» para referirse a aquellos animales capaces de un comportamiento moral básico en el sentido de que son capaces de empatía y altruismo. Es razonable deducir que algunos animales pueden ser sujetos morales —igual que lo pueden ser los niños pequeños— pero estos animales que llegan a ser sujetos morales carecen no obstante de responsabilidad moral, por lo que esta categoría no tiene especial relevancia respecto de la cuestión de la responsabilidad que aquí tratamos.
Así pues, deberíamos preocuparnos por el daño que nosotros causamos a los animales. Es nuestra responsabilidad como agentes morales. Infligimos violencia y perjuicios sistemáticos sobre los animales, tanto de forma directa y deliberada —como sucede en el caso de la explotación animal— como de forma indirecta e inintencionada —como sucede, por ejemplo, en el caso del sistema eléctrico. Este daño indirecto, del cual somos responsables, también es imperativo que lo evitemos, aplicando sobre todo medidas de prevención. El daño directo que causamos en el caso de la explotación animal debemos evitarlo dejando de participar en ello.
Por otra parte, no existe la obligación de preocuparnos por el daño que pudiera padecer un ser sintiente del cual no somos responsables, en tanto que no lo causamos ni tenemos alguna relación de responsabilidad contraída. Que haya animales que padezcan alguna clase de perjuicio del cual nosotros no seamos los autores no es de nuestra responsabilidad moral, e incluso sería una injerencia indebida intervenir en esas situaciones si conllevara causar alguna clase de daño a otros o lesionar la autonomía de esos animales.
Los animales silvestres tienen derecho a existir libres en sus propios hábitats y comunidades —en sus propios términos— sin el control y la dominación de los humanos.
Así, hemos llegado finalmente a las conclusiones de que [1] tenemos una responsabilidad moral respecto de los animales —en tanto que nosotros los humanos seamos agentes morales y en tanto que los animales son pacientes morales— y que [2] esa responsabilidad conlleva que no debemos tratarlos como si sólo tuvieran valor instrumental, como meros recursos, objetos o propiedades, y que asimismo [3] tenemos una obligación de cuidar de los animales que existen o son dañados por nuestra causa, así como [4] la de respetar la autonomía e independencia de los animales libres silvestres, dejando de invadir sus hábitats y de interferir en sus vidas.
Todo esto sería una exposición muy elemental de un nivel muy básico de la ética y que forma parte del fundamento de la filosofía de los Derechos Animales. Si bien, a mi entender, llegar hasta aquí representaría un progreso avanzado en la moralidad; el cual, en lo que respecta específicamente a los animales no humanos todavía no lo hemos alcanzado como sociedad.
Nuestra responsabilidad respecto de los animales

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