Nuestra Señora de París (Notre-Dame de Paris, en francés) de Victor Hugo, fue escrita en 1831 y está compuesta por once libros que se centran en la desdichada historia de Esmeralda, una gitana, y Quasimodo, un jorobado sordo, en el París del siglo XV. Todos sus elementos —ambientación medieval, amores imposibles, personajes marginados, final dramático— hacen de la obra un modelo de los temas literarios del Romanticismo francés. Victor Hugo, tras separarse de su mujer Adèle, escribió la obra por encargo de un editor, llevándole aproximadamente seis meses y agotándolo físicamente. Pero el esfuerzo valió la pena ya que fue bien valorada por los críticos y tuvo gran éxito entre los lectores, cosa que le supuso un alivio económico A pesar del verdadero nombre de la novela, si hizo muy popular como El Jorobado de Notre-Dame, por la singular identificación con el personaje Quasimodo. Esta obra de Victor Hugo puede considerarse como una novela histórica, según la tradición de Ivanhoe, de Sir Walter Scott. Presenta un vivido retrato de la vida en el París del siglo XV, una ciudad rebosante de festejos nobles, juergas grotescas, revueltas del populacho y ejecuciones públicas, todo ello alrededor de Notre Dame de París. Hugo dedica dos capítulos a la descripción de la iglesia gótica, haciendo entrar al lector en el alma misma de Notre Dame. Desde las alturas de vértigo de su mirada pétrea, nos ofrece una visión subjetiva de París. La palabra anankhe (destino), grabada en uno de los muros, revela la fuerza impulsadora de la historia gótica. El sino de Quasimodo queda escrito cuando su madre lo abandona, al nacer, en las escaleras de la catedral. Adoptado por el archidiácono Claude Frollo, Quasimodo se convierte en el campanero de la iglesia, ocultando su figura grotesca y deforme a los ojos indiscretos de los parisinos. Frollo, que se consume de lujuria por la hermosa gitana Esmeralda, que baila en la plaza junto a la catedral, hace que Quasimodo la rapte; pero sus planes se ven frustrados por el capitán de los arqueros del rey, Phoebus, que también se enamora de Esmeralda. Quasimodo es encarcelado, acusado del delito, y sus captores lo torturan y humillan. Después de haber sido azota de forma especialmente brutal, es atendido por Esmeralda, que le da agua. A partir de ese momento, Quasimodo cae preso de un amor sin esperanzas por ella. Con los tres personajes bajo su hechizo, se desarrolla una dramática historia de amor y engaño. Frollo, obsesionado, espía a Phoebus y Esmeralda y apuñala al primero en un ataque de celos. La gitana es arrestada y condenada a muerte por este asesinato y, pese a que Quasimodo trata valientemente de rescatarla, es finalmente ahorcada. Quasimodo al verla colgando sin vida de la horca, exclama "ahí está lo único que he amado". El tema de la redención por medio del amor llega a todo el mundo. Esta obra universal, ha tenido muchas versiones cinematográficas. Considero que las más bellas son las protagonizadas por Lon Chaney en 1923, y la hermosa película producida por los estudios Disney para el público infantil. Por supuesto que en esta versión, el final es feliz y musical.
Uno de los párrafos más significativos de la historia es el momento en que se presenta la única actitud de buena voluntad encarnada por la gitana al tratar de saciar la sed de Quasimodo:
— ¡Agua! — repitió por tercera vez Quasimodo.Es de entender que Victor Hugo, en esta escena de humillación y castigo al desdichado, presenta también el semblante de deterioro al que habría llegado la sociedad de París a vista del autor. Esta obra tiene infinidad de alternativas para leerla o solo conocerla. Muy recomendable.
Entonces vio cómo se apartó el gentío. Una muchacha curiosamente ataviada salió de entre la gente. Iba acompañada de una cabrita blanca de cuernos dorados y llevaba una pandereta en la mano.
El ojo de Quasimodo centelleó. Era la bohemia a la que había intentado raptar la noche anterior, fechoría por la que comprendía vagamente que estaba sufriendo aquel castigo, lo que, por otra parte, no era cierto ni mucho menos, pues se le estaba juzgando por la desgracia de ser sordo y por haber sido juzgado por un sordo. Estaba seguro de que también ella había venido para vengarse y darle, como hacían los otros, su golpe correspondiente. [...]
Ella, sin decir una sola palabra, se aproximó al reo, que se retorcía en vano para librarse de ella, y soltando una calabaza que a guisa de recipiente tenía atada a la cintura, la acercó muy despacio a los labios áridos del desdichado.
Entonces, de aquel ojo tan seco y encendido hasta entonces, se vio desprenderse una lágrima que fue lentamente deslizándose por aquel rostro deforme y contraído hacía ya mucho rato por la desesperación.