El 1 de septiembre se conmemoran los 1000 años de la advocación de Nuestra Señora del Prado. Con el fin de prepararnos para tan magno jubileo, les comparto algunos datos sobre su imagen y sobre el Monasterio del Prado en Lima (Perú).
La Virgen del Prado parece que fue un regalo a Talavera de la Reina (Toledo) del reyLiuva, en el siglo VII. Este era hijo deRecaredoy sobrino de sanHermenegildo. ¿Es un regalo de san Ildefonsoa la ciudada como premio por los servicios prestados en la lucha contra el arrianismo, que defendía que María era Madre de Cristo hombre, pero no era Madre de Dios? El arcipresteJulianoafirma de laVirgen del Prado:Era muy estimada de San Ildefonso. Y Pedro de Villarroel, escribano de la ciudad, menciona de nuevo la devoción que san Ildefonsotenía a laVirgen del Prado, y que desde Toledo vino a visitarla varias veces a esta Villa.
VIRGEN DEL PRADO EN CIUDAD REAL. Procesión
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=2uEhjDt8r0E
Monasterio del Prado en Lima. (Programa de TV: A LA VUELTA DE LA ESQUINA )
http://www.youtube.com/watch?v=KtdzMFAijF4 (desde el minuto 5)
LA FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE NTRA. SRA. DEL PRADO[1]
Los cauces de la administración eclesiástica virreinal, controlados en todas sus instancias por el Patronato Real, imponían suma lentitud al devenir de la vida religiosa. La distancia del Perú y España, anuda a la multiplicidad de trámites burocráticos, habrían anquilosado la vida religiosa si es que esta no hubiera estado impulsada por la libre creatividad del espíritu.
El Monasterio de Ntra. Sra. del Prado, uno de los más representativos de Lima, está habitado ininterrumpidamente desde el 1 de septiembre de 1640 por Religiosas Agustinas bajo diversas denominaciones. La provisionalidad de sus recursos económicos iniciales, y el marginamiento de los procesos administrativos seguidos para su fundación no hacían presagiar la tan larga historia. Pero, en realidad, una cosa era en la Lima virreinal la rígida administración burocrática, y otra la libre espontaneidad de la vida. Conviene recordar la fundación de la Recoleta del Prado para no incurrir en el error de creer que entonces la vida sólo discurría por los senderos estereotipados del Patronato Real.
Comenzaban a desgajarse de los populosos Monasterios otro más pequeño y de mayor austeridad de vida, como el de Las Descalzas de San José a partir del de La Concepción. Después de haberse aprobado la fundación del Monasterio del Carmen, aunque por entonces no se llevó a cabo, dictaron la prohibición de establecer en Lima nuevos Monasterios. Pareciera como que el de La Encarnación, el más antiguo y poblado de los Monasterios recoleto. Pero no fue así, norteándose para ello hábilmente los procedimientos burocráticos tan dilatorios.
Dos empeñosas religiosas agustinas de La Encarnación proyectaban a partir de enero de 1638 el modo de fundar su Monasterio recoleto. Seleccionaron como local la pequeña ermita de Ntra. Sra. del Prado con la adjunta del capellán y una huertecita; a la par que obtenían de un hacendado escritura de donación de 50.000 pesos. Condicionada a que estableciera de hecho el Monasterio. Las tramitaciones burocráticas discurrían lentas: del Cabildo a la Real Audiencia, y de esta al Virrey con los consabidos proveídos de informes e inspecciones oculares. Pero arrolló todos los trámites la imprevista enfermedad del donante: si este moría antes de la fundación, se perdería la donación y se frustraba el Monasterio. Por ello, entre el 21 y el 31 de agosto de 1640, sin perder más tiempo que el necesario para escribir altísimos protocolos, se agilizaron dictámenes, se hicieron inspecciones, y se tomaron acuerdos, dando por aprobada una fundación que carecía hasta de tapias para salvaguardar la clausura. A tanto llegó la urgencia de establecer el Monasterio nuevo, que el 1 de septiembre de 1640 salieron apresuradamente de La Encarnación siete monjas hacia el Prado a las cinco de la madrugada, deteniéndose sólo en la iglesia de San Pedro. Las ficciones burocráticas y jurídicas fueron superadas fingiendo la realidad. Lo único existencialmente efectivo aquel día fue la presencia de unas monjas encerradas a partir de entonces en la ermita de Ntra. Sra. del Prado. Todo lo demás había que improvisarlo: la casa, la iglesia, el coro, hasta la seguridad económica para el mantenimiento de las religiosas. Se habían cumplido las apariencias burocráticas del Patronato Real, aunque todavía tardaría 28 años en llegar la aprobación de Real para legitimar la fundación existente.
Eran tales las cargas de la donación que resultó más ventajoso renunciar a los 50.000 pesos que servirse de ellos. En su lugar se constituyó como patrón del Monasterio del Prado el Arzobispo Villagómez, por escritura de 21 de mayo de 1657. Su generosa ayuda hizo posible la edificación de celdas, claustros, oficinas monacales, y la ampliación de la iglesia. Antes de 1660 la primitiva capillita quedaba convertida en una de las más bellas iglesias monacales limeñas, con su cubierta de alfarje y nueva bóveda sobre el presbiterio. El dominico Fray Diego Maroto abrió la portada lateral de la iglesia como iniciado por ella el barroco limeño.
Se han ensañado malamente contra la iglesia de Ntra. Del Prado terremotos antiguos y recientes. ¿Podrá destruir la naturaleza lo que no pudo impedir la burocracia virreinal?
Con notable empeño han logrado las religiosas agustinas volver a cubrir el cuerpo de la iglesia con bóvedas de medio cañón, para reemplazar a las que se habían hundido hace pocos años; trabajan además actualmente en la restauración del retablo del altar mayor. Sólo debemos lamentar la destrucción de la bella ermita dentro de la clausura que todavía alcanzó a conocer el clásico Wethey.
Conserva el Monasterio del Prado algunas de las mejores cubiertas planas de madera de toda la arquitectura virreinal limeña.
LA IGLESIA DEL MONASTERIO DE NTRA. SRA. DEL PRADO
Las pequeñas iglesias de los Monasterios femeninos constituyen en Lima una de las expresiones más típicas de su arquitectura. Algunas como la de Jesús María y El Patrocinio, conservan su planta y elevación original; pero otras reacondicionaron su fábrica de acuerdo a las más diversas contingencias. La capilla de Ntra. Sra. del Prado fue adaptada para servir a la Comunidad de Religiosas Agustinas que junto a ella estableció su Recolección deriva del Monasterio de La Encarnación.
Consistieron las primeras adaptaciones de la capilla en levantar un pequeña Monasterio de 33 celdas individuales, cada una de ellas con su propio huerto. Todavía en julio de 1652 trabajaba el carpintero Pedro de Céspedes en cubrir los locutorios de hombres y de mujeres y en acondicionar otros ambientes monjiles.
A causa de las reducidas dimensiones de la capilla inicial, fue menester readaptar y ampliar su planta. Por lo pronto, las Religiosas situaron el coro bajo a los pies de la capilla donde todavía existe separado del cuerpo de la iglesia por una alta y hermosa reja de madera. Esta añadidura implicaba cercenar una parte importante del ambiente interno destinado al uso de los fieles. Para compensar ese espacio perdido, prolongaron la iglesia por la cabecera, añadiendo nueva capilla mayor o presbiterio. Con fecha 27 de febrero de 1657, los alarifes Domingo de Aguilar y Domingo Alonso se concertaban con la Abadesa del Monasterio del Prado para levantar sobre los cuartos gruesos estribos todavía existentes una cúpula vaída lisa de cal y ladrillo según la traza diseñada por el dominico Fray Diego Maroto, Maestro Mayor de fábricas reales: la obra costó 7.000 pesos de a ocho reales.
El cuerpo de la iglesia quedaba cubierto con alfarje de madera de par y ladrillo. El maestro carpintero Diego de Mondragón se encargó el 29 de abril de 1660 de reparar las alfardas de la cubierta y de repones sobre esta la clásica torta de barro y paja, los zócalos de la nueva capilla mayor se recubrieron con vistosos azulejos cocidos y colocados pro el azulejero Juan de Corral, según concierto notarial de 11 de febrero de 1658.
Otra de las adaptaciones fue la referente a las portadas. Las tres puertas iniciales anteriores a 1640 quedaron inservibles a causa de la modificación de la planta. La portada principal en los pies de la iglesia perdió su utilidad desubicada por la misma razón. El remedio consistió en tapiar estos vanos y en abrir la nueva portada lateral que todavía existe. Hizo el diseño y la traza para la portada el mismo Fray Diego Maroto; y la levantó el albañil Diego de la Gama según concierto notarial de 26 de mayo de1657. Esta portada del Prado es una de las más bellas y características del barroco limeño.
Todavía experimentó la iglesia del Prado otras modificaciones a consecuencias del terremoto de 1687. Parece ser que entonces se derrumbó el alfarje y la bóveda vaída. El caso es que se prolongo la planta por la cabecera para añadir el brazo del actual presbiterio, y se cubrió el cuerpo de la iglesia con bóvedas de cañón corrido y con una media naranja sobre la antigua capilla mayor, todo ello de madera y yeso.
En la iglesia del Prado trabajaron los más notables retablistas del sigo XVII: Asensio de Salas, Pedro Gutiérrez y Diego de Aguirre que ensambló el grandioso retablo mayor. Actualmente sólo perduran el hermoso retablo de San Agustín, el púlpito y el nuevo retablo mayor, todos ellos obras del siglo XVIII.
Lima no puede perder la histórica iglesia de Ntra. Sra. del Prado, en la que todavía luce su belleza el barroco de los siglos XVII y XVIII. Su restauración debe hacerse con amor y con técnica para mantener sus valores arquitectónicos. Por inconvenientes de último momento no se han podido construir los lunetos para las ventanas de la bóveda; lo que resta de las cubiertas la elegancia que sin duda tuvieron a partir de la restauración subsiguiente al terremoto de 1687. No pueden equiparse, pues, las bóvedas de medio cañón en la iglesia de Ntra. Sra. del Prado con las bellas bóvedas de la vecina iglesia de Ntra. Sra. del Carmen Alto.
[1] Antonio San Cristóbal Sebastián: Arquitectura Virreinal Religiosa de Lima UCSS, Lima, 2010
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