Últimamente los temas relacionados con la educación y la escolarización están siendo mayoría en el blog, puede que porque también son actualidad nacional y eso hace surgir pensamientos, argumentos e incluso sueños. Hace un par de días, vivíamos una huelga de padres y alumnos, de la que poco me importan las cifras de seguimiento (eso es pura lucha por el control de la información). Pero que sí evidencian, por fin, que la mayoría de sectores implicados en la educación reglada (profesores, alumnos, padres) se unen ante las desafortunadas medidas emprendidas (y que se emprenderán) por las autoridades gubernamentales.
Esas fotografías, ese ambiente de reivindicación, esa diversidad de entes sociales con una misma voz, a mí me sigue emocionando. Me hace seguir confiando en la capacidad de afirmación personal y grupal, de defensa de los derechos que se consideran justos, de lucha ante decisiones negativas para nuestr@shij@s. Siento que esas manifestaciones son una muestra de la llamada "libertad de expresión", "libertad de opinión", "libertad de información", tan manipulada actualmente y que tristemente se ha convertido en un ente de poder al que también controlar.
Yo misma me he unido en varias ocasiones a estas reivindicaciones en diferentes etapas de mi vida, sobre educación y sobre otros temas que pertenecen al ámbito más personal. Este jueves no me uní pues durante la convocatoria local estaba acompañando a mis dos hijos en La Serrada. Pero sí creo que debemos hacerlo si así lo sentimos, que debemos expresar nuestro descontento, que debemos ser el altavoz de los derechos de nuestr@s hij@s y que en un futuro quedará constancia de lo que se reivindicó porque formará parte de la historia.
Para mí es imprescindible emplear esa libertad de expresión de manera pacífica para exhibir el descontento contra medidas que atentan al futuro de los ciudadan@ del mañana, pero no confío en que después de eso vayan a haber cambios. Tristemente, creo que todo se queda ahí porque
la parte que tiene que realizar o paralizar los cambios no escucha ni lo más mínimo. No puede haber diálogo ni conversación ni cambio si la contraparte ni se digna a abrir un poco la mirada ni la escucha.
Puede que en ese sentido haya perdido la confianza. Creo que a los intereses de los mercados que para mí son los que marcan las decisiones, no les importa ni interesa lo más mínimo la ratio de alumnos por aula, los profesores de apoyo, las horas de mate o los exámenes de ciclo en primaria.
Por ello, y aunque reconocerlo me haga sentir triste y desilusionada (y al mismo tiempo muy serena y tranquila), no puedo esperar a que sea un gobierno el que implante los cambios que "yo" considero importantes para la educación reglada y formal de mis hijos (y hablo de educación reglada porque la base de la educación considero que es responsabilidad de los padres). Como hablaba el otro día con una persona muy querida, por mucho que intentara hacer cambios "desde dentro" hay cosas que no se pueden modificar simplemente porque no se puede y chocarse contra un muro insalvable no tiene sentido, es una pérdida de energías.
Quizás eso es lo que me llevaba a comentar el otro día en el artículo sobre el fracaso escolar, que esos pequeños cambios, esas energías transformadoras, hemos decidido enfocarlas hacia un núcleo reducido, familiar, motor de cambios también importante. Con la esperanza, con la ilusión, con la franca mirada de que debe haber un cambio radical. Y eso, sin que quite la necesidad y solidaridad de expresar que la situación educativa pública y general que se está imponiendo nos parece injusta para tod@s. Remarcar que esto es mi opinión personal sobre mi situación personal y familiar, respetando las decisiones del resto de familias y considerándolas tan válidas como cualquier otra.
Os animo a que sea cual sea vuestra situación personal y familiar, no dejéis nunca de ser la voz de los derechos de vuestr@s hij@s, son la única esperanza de futuro.