Con nuestro silencio cómplice occidente entregará armas a los rebeldes sirios para que combatan a su dictador, Bashar al-Assad, un examigo nuestro que quizás no sea más asesino que los que vamos a ayudar.
Nuestros nuevos protegidos han usado armas químicas, como él, y han masacrado pueblos enteros de cristianos y de musulmanes sufíes, o a niños como Mohammed Katta, acusado de maldecir a Mahoma.
Varios de los 88 países que forman “Los Amigos de Siria”, entre los que está España, van a ayudar a quienes linchan a quien no rece a las llamadas del muecín.
O a chicos como Mohammed (Mahoma en árabe), de 14 años, que se negó a servir a un conocido moroso en el café familiar, aclarándole que si el Profeta fuera mal pagador tampoco le atendería.
Esa fue la maldición por la que lo asesinaron delante de su madre los yihadistas, entre los que hay musulmanes españoles como los que acaban de detener en Ceuta.
Once ministros de países miembros de los “Amigos”, EE.UU, Alemania, Francia, Italia, Egipto, Jordania, Qatar, Arabia Saudí, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido, ayudarán a combatir a al-Assad apoyando a esos yihadistas, cada día más numerosos, a través del Consejo Supremo Militar rebelde.
Aunque España no aparece como firmante, nuestros protegidos acuden a esta guerra civil para crear otro fanático régimen islamista-sunita, como los fanatismos renovados en el sur y este del Mediterráneo.
Un país muy afectado por esta situación es Israel, con el que Siria ha perdido varias guerras tras agredirlo. Ambos mantienen una paz precaria gracias al control del país judío sobre los altos del Golán sirios.
El gobierno israelí no tienen claro qué bando será peor, porque todos son sus enemigos, especialmente el aliado chiita de al-Assad, Irán, futura potencia nuclear, que provocará que los países sunitas también se vuelvan nucleares: todos amenazarán Israel por todas partes.
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