Revista Comunicación

Nuestras ideas no valen nada y las primeras menos que nada

Publicado el 29 octubre 2019 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan

Al hablar de innovación, emprendimiento, startups, etc. seguramente habrás escuchado en no pocas ocasiones eso de que «nuestras ideas no valen nada«. Como titular es útil porque capta nuestra atención, pero se trata de una afirmación demasiado simplista así que voy a compartir contigo algunos matices para desgranar qué aprendizajes se esconden tras esta frase.

Valor económico de la idea

Uno de los significados de esta afirmación se refiere al valor monetario de las ideas. De hecho, la percepción de que una idea tiene valor económico es lo que explica que muchas personas (sobre todo emprendedores) se resistan a compartir sus ideas abiertamente ante el temor de que le sean robadas. Desafortunadamente, las ideas no generan resultados e innovación por si solas, de modo que este miedo pseudo paranoico roza lo ridículo.

Ahora bien, conviene aclarar que, en términos psicológicos, tratamos nuestras ideas como propiedades y la mayor parte de nosotros tendemos a cuidar aquello que poseemos. No obstante, si hacemos un análisis del coste/beneficio que tiene compartir nuestras ideas, la posibilidad de que alguien nos robe una idea es altamente improbable y además nos lleva a perder un feedback más que necesario.

Por otro lado, ten en cuenta que con más de 7.500 millones de personas que habitamos este planeta, es casi seguro que tu idea con más o menos variaciones ya haya sido concebida con anterioridad o incluso tú mismo te has apoyado en las ideas de otros. De hecho, la creatividad y la innovación, entendidas como la capacidad de generar ideas y soluciones originales,   es derivativa en tanto en cuanto se apoya en ideas precedentes.

Por todo lo anterior, los inversores no depositan su dinero en algo tan simple como idea. Las ideas pueden despertar la curiosidad del inversor pero la confianza en un proyecto la ganan las personas (equipo) que lo harán realidad.

Para innovar hace falta capacidad ejecutiva

En relación con el apartado anterior, otra de las cosas que viene a decirnos este titular es que el aspecto más relevante en el desarrollo de proyectos es nuestra capacidad de convertir las ideas en realidad. En este sentido, ya sea en el plano individual o como equipo, las personas son pieza clave para materializar las ideas y generar confianza en los demás (inversores, empresarios, colegas de profesión, etc.).

La mejor manera de entenderlo es recurriendo a casos reales de empresas enfocadas en la innovación. Por ejemplo, muchas startups que resolvían un mismo problema, o tenían una propuesta de valor similar, han obtenido una valoración muy diferente debido fundamentalmente a este factor humano.

Antes de innovar, entender el problema

Queda claro que en términos económicos las ideas no valen nada y que el factor humano marca una gran distancia entre el emprendimiento efímero y el emprendimiento real. No obstante, permíteme que vuelva a reenfocarme en el aspecto de la idea como abstracción mental.

Asumiendo que lo anterior es válido, no es menos cierto que un proyecto mal concebido desde su inicio (fase de conceptualización) nos llevará directos al limbo de las ideas. Podremos estar dando palos de ciego con independencia de que tengamos muchas y muy buenas habilidades ejecutivas (pasar la acción). Esta dura travesía no es del todo inútil, más bien lo contrario. Vamos a aprender mucho por el camino pero ¿acaso no tenemos limitaciones de tiempo y de dinero a la hora de materializar nuestros proyectos?

Lo anterior no significa que debamos aspirar a tener la idea perfecta y madura desde el primer momento. Las ideas, como los bebés cuando llegan al mundo, no son precisamente bonitos. Ahora bien, lo que sí es imprescindible es que estemos bien orientados en el momento de romper el folio en blanco, es decir, que sean viables y tengan sentido.

Por otro lado, cuando intentemos idear una solución creativa para resolver un problema, debemos ser conscientes de cómo funciona nuestro cerebro y entender por qué las primeras ideas que vengan a nuestra cabeza no valen nada en términos de innovación.

Pensamiento convergente como barrera para la innovación

El ser humano, como especie, tiene una inclinación natural a mostrar un pensamiento convergente, es decir, nuestras ideas iniciales suelen ser similares a las que podrían producir otros individuos si les planteásemos el mismo reto. La explicación de esta tendencia se encuentra en la propia historia evolutiva de nuestra especie. En este video te lo explico con más detalle.

Demostración práctica

La mejor forma de entender la afirmación de que nuestras ideas no valen nada y las primeras menos que nada es diseñar un sencillo experimento que te permita sacar tus propias conclusiones a partir de lo comentado con anterioridad. En el siguiente vídeo te explico cómo puedes ponerte a prueba. Te invito a que compartas tus impresiones en los comentarios finales.


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