Cuando me quedé embarazada de Gael dí por sentado que esta vez no iba a tener ningún problema de lactancia. Me había formado intensamente para asesorar a otras madres y mi experiencia tanto personal , como en grupos de apoyo era muy amplia... ¿ Cómo me iba a ir mal ?.
Pero la vida te da grandes lecciones y la lactancia de Gael está siendo todo un aprendizaje. Yo podia saber mucho sobre el tema , pero la lactancia es cosa de dos ( como mínimo ) y el puerperio una etapa muy delicada en la cual, hasta la más erudita en el tema, puede encontrarse sobrepasada y abatida.
Gael nació en casa y en condiciones óptimas para tener un buen comienzo en la lactancia. Contacto piel con piel inmediato y sin intereferencias tales como pruebas, ruidos o luces fuertes. Intenté ponermelo al pecho nada más nacer y no lo conseguí, parecía no apetecerle, asi es que nos relajamos y seguimos piel con piel esperando a que se alumbrara la placenta y a Gael le apeteciera mamar. Tardó casi una hora en engancharse y nada más hacerlo sentí que algo no iba bien. Notaba un dolor que me resultaba familiar y su succión era más bien un " masticado ". Le dije a la matrona y a la doula que me temia que otra vez iba a tener problemas, pero ellas me animaron diciéndome que no me anticipase. Que aún era pronto y que esta vez con mi expereincia todo sería diferente. Intenté convencerme, pero en mi interior sabía que no, que su succión no era correcta. Enseguida se me pasó por la cabeza un frenillo, pero cuando por fin había conseguido que mamara y estábamos tan a gusto, no era el momento de ponerme a mirar.
Al dia siguiente me dolía, pero como Gael estaba aún cansado del parto y mamaba poco, la cosa era soportable. Además, las hormonas del parto me tenían endorfinada y mi estado de felicidad era tal que apenas me daba cuenta del dolor.
A los dos días ya tenía grietas y , al igual que con Adrián, pateaba el suelo cada vez que Gael se enganchaba. Ahora sí me convencí de que había un problema, probablemente un frenillo. Intenté mirárselo pero me costó horrores. Lo que son las cosas, tantas veces mirando las boquitas de los bebés y ahora era incapaz de mirar al mio en condiciones.
El frenillo de Gael era evidente. La telita bajo la lengua se veía bien clara, pero aún viéndolo yo dudaba de mi misma y temía equivocarme. Pregunté en la lista de asesoras de lactancia a la que pertenezco y tras visitar a una compañera, conseguimos ver el frenillo en condiciones y el contacto de un pediatra que los cortaba.
El pediatra estaba de vacaciones y no podía atendernos hasta la semana siguiente. Entre tanto, lo único que pude hacer fue tomar medidas paliativas. Probar diferentes posturas, usar pezonera, sacarme leche y dársela con jeringuilla y usar una pomada antibiótica pues las grietas ya tenían muy mala pinta.
Además del problema con las grietas y el dolor, Gael era muy dormilón y mamaba muy pocas veces al día. Esto añadía miedo y preocupación a mi estado ya que temía que siendo tan pequeño no se alimentase lo suficiente y o se me deshidratase. A los 4 días pasó unas 9 horas durmiendo y sin mamar. Además le ví amarillo y me asusté tanto que nos fuimos a urgencias.
El trato que allí recibimos cuando se enteraron de que Gael había nacido en casa merece un post aparte, solo decir que nos trataron como a unos padres inconscientes e irresponsables. A Gale le hicieron pruebas para ver como estaba su bilirrubina, por si había que dejarlo ingresado. A mi se me vino el mundo encima y no paraba de llorar. Finalmente nos dijeron que estaba un poco alta, pero dentro de los límites y que nos podiamos ir.
Gael siguió mamando poco, bajo mi punto de vista, pero su aspecto era bueno y cogía peso, asi es que dejé de preocuparme. Se ve que me había tocado el bebé de cada tres horas y 10 minutos en cada pecho que tanto les gusta a algunos sanitarios.
Por fin llegó el día en que teniamos cita para cortarle el frenillo. Fue una cosa muy rápida, apenas sangró e inmediatamente se engancho a l pecho. Yo esperaba notar un alivio inmediato, tal y como contaban tantas madres a cuyos bebés les habían cortado el frenillo, pero no fue así.
Pensé que cuando se me curasen las grietas el dolor desaparecería, pero no fue así. Me seguía doliendo mucho, además Gael comenzó a emitir chasquidos y a mamar con "boquita de piñón". Entonces comencé a sospechar que pudiera tener una infección del pezón, ya que a pesar de haber desparecido las grietas, el dolor seguía siendo muy intenso y no solo durante las tomas, si no que sentía como pinchazos durante todo el día. Necesitaba hacerme un cultivo de leche para confirmarlo y, afortunadamente, una matrona conocida , se ofreció a hacermelo en su hospital.
Entre tanto comencé a tomar probióticos y poco a poco fuí mejorando, finalmente no tuve que tomar antibióticos. Pasaron casi 2 meses hasta que el dolor desapareció por completo . Pero Gael seguía emitiendo chasquidos y mamando mal. Por las noches tenía muchos gases y solo se dormía boca abajo sobre mí. Con mucha paciencia y dedicación conseguimos corregir la postura y pudimos comenar a disfrutar plenamente de la lactancia los dos.
Sin embargo, aún me quedaban por superar un par de pruebas más.
En Junio, cuando Gael tenía unos 6 meses, comencé a sentirme mal de repente. Con fiebre muy alta y dolor en el pecho derecho. ¡ Una mastitis !. ¡ No me lo podia creer ! ¡ A esas alturas y con lo bien que íbamos !. Estuve tres días en cama, con fiebre y tomando antibióticos que me sentaban como una patada al estómago, produciéndome vómitos. Cuando me recuperé me quedé muy débil y el calor del verano tampoco ayudaba mucho. Por suerte, mi marido y Adrián cuidaron muy bien de mi y me recuperé totalmente.
Al mes y medio , me levanté una mañana con fiebre alta y enseguida me miré los pechos. De nuevo tenía una mancha roja en el pecho izquierdo que además, estaba duro como una piedra. ¡¡ Otra mastitis !!. Rompí a llorar desesperada porque no podía ser que tuviese tan mala suerte. Además, en esos días mi marido trabajaba y tenía que quedarme sola con los dos niños. Y para colmo le había prometido a Adrián que le iba a llevar a la fería del pueblo. Mi marido pudo cambiar sus días de trabajo y mi pobre Adrián prefirió quedarse conmigo en casa en vez de irse a la feria con nuestros vecinos que se habían ofrecido a llevarle. Comencé a tomarme el antibiótico inmediatamente y esta vez durante más tiempo. De nuevo me quedé hecha un trapo, sobre todo a nivel emocional, pues el miedo a tener mastitis recurrentes ( conozco a madres que han tenido hasta 5 ) hizo mella en mi y , aún hoy permanece. Esta vez tomé antibióticos durante tres semanas y la zona congestionada tardó casi 2 semanas en desparecer del todo, a base de masajes, calor y otras técnicas.
Desde entonces, y toco madera, no hemos vuelto a tener problemas. Algún mordisquete que me ha dado Gael ,con sus recién estrenados dientes y que me ha hecho ver las estrellas. Alguna época en la que ha pasado noches enteras pegado a la teta, pero nada que no se pueda superar con paciencia y buen humor.
A pesar de que mis dos lactancias han sido dificiles, ha habido una gran diferencia entre ambas. Esta vez no me he visto agobiada. tenía claro que lo estaba haciendo bien, tenía recursos e información para ir salvando las dificultades, pero sobre todo, tenía y tengo, apoyo. Una red tanto física como virtual de madres que para mi son un pilar fundamental en la lactancia y en la crianza y a las que desde aquí quiero agradecer su compañía y apoyo incondiconal.
Hoy por hoy llevamos 10 meses de feliz lactancia y espero que dure tanto como la de Adrián, aunque eso el tiempo lo dirá.....
¡ Que tengais un buen día !