Todo Oscuro, sin estrellas (Stephen King, 2.010) es, antes que nada, un puñado de buenas historias. No entraré en el debate sobre si se trata de una novela corta y tres relatos, una antología, relatos largos,…,etc. Tan solo tenemos que fijarnos en el primero de ellos. Sus más de ciento treinta páginas en una edición de bolsillo rozarían la categoría de novela si nos refiriésemos a otro autor. En el caso del maestro de Maine, ese volumen es inferior al diez por ciento de algunas de sus obras. Así pues, nos olvidaremos de la forma para adentrarnos en el fondo. En el fondo mismo del pozo de la venganza, pues alrededor de ésta circulan las cuatro historias que componen el libro.
“1.922” – Es la historia más larga, que camina más al borde de la locura de los personajes y, en mi opinión, la mejor de todas. Wilf (permítanme que lo tutee) se sienta en una habitación de hotel a contarnos cómo, casi diez años atrás, mató a su mujer y la tiró al fondo de un pozo, en la parte trasera de su granja. ¿Qué haces Steve? ¿Otra vez nos has contado el final apenas hemos empezado? Nada más lejos de la verdad. Este asesinato, que parece ser una historia corta con la que el autor se esmerará en llenar docenas de páginas, se trata tan sólo del principio. La trama nos mostrará la venganza de una esposa muerta, atormentando a la que fue su familia, conduciéndolos al borde del abismo. El camino hacia ese precipicio, una joya literaria.
“Camionero Grande” – Este cuento, algo más corto que el anterior, es la historia de una venganza al más puro estilo cine de acción. Sin medias tintas. Con sangre. Con mucha sangre. De un corte más lineal y directo que el resto de historias. Tess, la protagonista, sufrirá en sus carnes las pasiones sexuales de un depravado camionero gigantón que la dará por muerta una vez acabado su sucio trabajo. Quizá el único error que ha cometido en su carrera como asesino.
“Una extensión justa” – El más sobrenatural de todos. Pongámonos en situación. ¿Y si alguien nos diera la oportunidad de “extender” algo que necesitamos, que deseamos, alargar como fuese? ¿Y si ese algo es nuestra vida, corrompida por una enfermedad? Ahora bien, estas extensiones tienen un precio. Alto o bajo, eso quedará a elección de cada uno. Económicamente, un 15% anual, como estipula el señor Alobid. Moralmente… ¿a quién estás dispuesto a joder? Venganza de la manera más sutil y sibilina, ahí es donde nace este relato.
“Un buen matrimonio” – Nos encontramos con un matrimonio ideal, nacido de un idílico momento, que ha derivado en una familiar vida, con sus hijos crecidos y labrándose un futuro. Una pareja de mediana edad que se deleita en pequeños placeres, viven acomodados y atisban en el futuro el feliz momento de la boda de su hija. Sin embargo, un descubrimiento fortuito llevará a Darcy, la feliz esposa, a replantearse la vida que lleva. ¿Quién es su marido? ¿Ha estado su vida perlada de momentos de horror sin que ni siquiera se diera cuenta? Haber dormido con un monstruo hará aparecer a la Darcy Oscura, la del otro lado del espejo. ¿Hasta cuándo podrá retenerla?
Estas cuatro historias rezuman Stephen King por todos sus poros. Nos muestra la sociedad americana del día a día con maestría, como sólo puede hacer aquél que lleva décadas viviendo rodeado de quienes inspiran hasta el último de sus personajes. Trufa sus historias con referencias a la música, la televisión y la cultura estadounidense, dejando hitos en nuestro camino con el fin de que le acompañemos en la historia que le rodea.
Como el propio autor reconoce en el epílogo, le encanta situar a personas normales en situaciones extraordinarias. De ahí nace el tarado que cada uno de nosotros llevamos dentro. Es donde surgirá un instinto de supervivencia que creíamos adormecido o que incluso ignorábamos que existiese. Así pues, King explica exactamente los cuatro momentos de su vida diaria en los que nacieron las historias que componen Todo oscuro, sin estrellas. Casi podemos verlo, con sus gafas y su pelo canoso, parado en una estación de servicio, mordisqueando una chocolatina mientras ofrece su ayuda a una señora de mediana edad para cambiar una rueda. Sin embargo, la mujer rechaza su asistencia, pues ya está siendo atendida por un Camionero Grande.
Una reseña de Jose Antonio García Santos