Este es el relato de una despedida amorosa. De cómo nuestros portabebés son mucho más que una herramienta para llevar a nuestros hijos. Gracias a Mónica y su familia por compartir con nosotros estos detalles íntimos de la despedida de su pequeña niña que no llegó a nacer viva.
Mi hija Maia falleció a las 18 semanas de gestación. Tuve un parto respetado, poderoso, que nos permitió despedirnos.Cuando tenía a mi hija sobre mi pecho llegó el mensaje de una amiga:
-"Me gustaría que tu peque usara uno de mis fulares".
En algún momento después del parto pensé en que quería enterrar a mi hija envuelta en un portabebé, era la forma en que sentía que podía arroparla eternamente ya que mi pecho no iba a poder hacerlo.
Como mi hija V. tenía dos bandoleras pensé que podía utilizar una de ellas para envolver a Maia. Cogí una de ellas y la apreté contra mi pecho toda la tarde para impregnarla de mí, para llenarla de todo el amor que no iba a poder darle. Creo que la fuerza con la que me apretaba el pecho y el calor de la tela me ayudaron a pasar aquella tarde, a sentir que estaba haciendo algo por mi hija.
Finalmente V. me dijo que no quería desprenderse de esa bandolera. Entonces el papá me pidio emocionado utilizar el fular elástico, nuestro primer portabebé, que tanto habíamos usado con nuestra primera hija. Así también envolverían sus abrazos a nuestra pequeña.
"No sé de forma consciente lo que sufre un bebé separado de su madre, pero sí sé lo que duelen los brazos y el regazo de una madre sin el abrazo de su hija.Mónica de la Fuente García
Por favor, llevadlos cerquita."