Nicholas Negroponte fue el primero en hablar del ser digital para referirse a la inclinación de la humanidad por la "digitalización", es decir, esa mudanza desde un mundo de átomos a un mundo de bits, como él mismo refiere. En lo que tal vez no fue todo lo enfático que hubiera sido necesario, fue en prevenir que nuestro ser digital estaría en manos del error, el deterioro y la obsolescencia. Pero claro, eran tiempos esos de pensar en una era de optimismo.
A mediados de diciembre coincidimos en esta cuestión con la periodista Fernanda Sández: yo estaba repasando notas y escribiendo algunas entradas sobre el tema en el preciso momento en que me llega un correo electrónico suyo con algunas preguntas para su investigación, que ahora toma forma en el artículo "Internet que desaparece: el frágil destino del recuerdo digital", que se puede leer completo haciendo clic aquí.
La conclusión a la que llega la periodista es una que compartimos muchos preocupados por el tema:
Hoy, de hecho, investigadores de todo el mundo están tras un nuevo santo Grial: cómo salvar del eclipse a la memoria digital. Desde papel y tinta especialmente tratados hasta cintas magnéticas, láminas de cuarzo y hasta (asombroso) ADN humano, todo es un potencial candidato a reemplazar como soporte a lo que existe hoy. Mientras tanto, hasta un modesto papel parecería ser más fidedigno que el frágil código binario al que nos hemos acostumbrado a confiarle todo.
La buena noticia es que podemos tomar nuestras precauciones, como se explica en el artículo. Porque no todo está perdido: sólo hay que saber cómo guardarlo.