En una semana exacta se celebra la jornada de reflexión de las cuartas elecciones generales en España en cuatro años con la intención de voto de mucha gente por los suelos. Anoche arrancó oficialmente la campaña que llevamos meses, más bien años, soportando y la tónica general es deprimente. Una vez más, la inmensa mayoría de nuestros políticos siguen con su policrispación permanente mediante cruces de insultos, descalificaciones, desvaríos, datos falsos y –un actor nuevo en España– el pago en redes sociales de campañas de descrédito hacia los rivales sin dar la cara.
Los candidatos en España –que por cierto siguen siendo los mismos que las pasadas elecciones– no han lanzado ni una sola propuesta creíble para solucionar nuestros problemas. Ni una. Rebajar todos los impuestos y prometer al mismo tiempo más gasto en asuntos sociales, sanidad, educación o infraestructuras no es creíble porque es sencillamente imposible. Si no hay más ingresos no puede haber más gastos. Esta absurdez se suelta en el mismo país que arrastra una monumental deuda pública que supera el BILLÓN de euros (en agosto batió el récord al sumar 1.200.005 millones, el 99% del Producto Interior Bruto).
Así estamos. Con el país endeudado hasta las cejas, con la clase política más mediocre y hueca de nuestra democracia, con un par de generaciones con serias dificultades para llegar a un sueldo digno con el que poder crear una familia, con un tercio de los votantes sin saber a quién darán esta vez su voto y con el frente catalán pijosecesionistaburgués del 3% intentando reventarlo todo. Queda una semana para las elecciones y lo que tengo claro es que la opción de quedarse en casa y no hacer nada es la menos democrática de todas.
Nuestros abuelos lucharon a muerte contra una dictadura para que sus hijos y nietos pudiesen votar libremente en una España democrática. Sólo por ellos, y en su memoria, merecerá la pena mover otra vez el culo del sofá el 10N y votar a quien nos dé la santa gana. Las heridas de la democracia se curan con más democracia. Así que dejemos de quejarnos cada vez que tengamos que ir a votar. Afortunados que somos de poder hacerlo.
Bella Ciao – TriGO!