No creo en la anarquía como sistema: acepto y acato la autoridad policial dentro del estado de derecho. Y la acepto porque soy consecuente. Es decir, yo, como la mayoría, si me encuentro en peligro llamo a la policía para que haga su trabajo.
Comienzo así el artículo porque, por desgracia, en este país todavía hay sectores que identifican a cualquiera que ose criticar las instituciones del Estado con un anarquista o un punki o incluso con un proetarra.
Prosigamos: si yo, como ciudadano, cumplo las reglas, EXIJO, desde ya, que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado hagan lo mismo. Y en caso contrario, EXIJO también que se les sancione tan duramente como ellos se emplean. Dicho de otra manera: o follamos todos o la puta al río.
Como digo, respeto al CNP y no tengo nada contra el policía de a pie, el funcionario que patrulla e intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Y éstos son muchos, no nos equivoquemos. Pero vayamos con este grupo tan especial popularmente conocido como antidisturbios. Pertenecen a la UIP, la Unidad de Intervención Policial. Son tipos altos y fuertes que generalmente se remangan para que el ciudadano vea sus bíceps y les tema, que se acojone sólo con mirarlos, vamos. Suelen plantarse a pie firme con los brazos cruzados y su tono al dirigirse al ciudadano, por lo general y al contrario que muchos policías de patrulla, no suele ser muy amable. Digo esto porque estos agentes de la UIP, al igual que cualquier otro policía, están pagados por mí y por todos los que abonamos religiosamente nuestros impuestos y se supone que su misión es ayudar al ciudadano, no meterle miedo.
Escribo este post debido a que estamos viendo, y viviendo, desde hace tiempo (sobre todo desde que existen las cámaras de los móviles y las redes sociales) la brutalidad con la que se emplean algunos miembros de la UIP, quienes, curiosamente, siempre se van de rositas.
Según la web de dicha unidad policial, “las Unidades de Intervención son ORGÁNOS MÓVILES DE SEGURIDAD PÚBLICA con la misión de actuar en todo el territorio nacional, principalmente en los supuestos de prevención y de peligro inminente o de grave alteración de la seguridad ciudadana”.
Aquí abajo tenemos un vídeo (por favor, véanlo aunque luego les quede mal cuerpo) que muestra a las claras una agresión brutal e injustificada. Sinopsis: el cabecilla del grupo (a quien se le presupone más frialdad y cordura) interviene por su cuenta y riesgo aun no habiendo ningún supuesto de prevención ni ningún peligro inminente ni ninguna alteración grave de la seguridad (las imágenes hablan por sí solas) y le propina un tortazo a una chavalita después de decirle en plan macarra "qué pasa". Es decir, viola de manera flagrante su propio reglamento interno tomándose el asunto como algo personal. Después sus compañeros rematan el trabajito propinándole porrazos al amigo de la chica, quien, por cierto, estaba facilitando la labor policial al intenter sacarla de la escena. Y, no nos confundamos, no estaban interviniendo en una favela de Rio de Janeiro. Pues bien, no contentos con esto, nuestros amigos antidisturbios agreden posteriormente a un fotógrafo de prensa que se había identificado como tal y le piden la cámara para censurar la brutal agresión a la chica (¡viva la libertad de prensa!). Y, por si fuera poco, encima le pegan un porrazo en la nuca (golpe peligrosísimo, por cierto). Dejo aquí el enlace al blog del fotógrafo para que podáis leer su versión (Blog de Daniel Nuevo)
Bien, repasemos ahora las normas que han de seguir los antidisturbios en caso de intervención y corroboremos que, cada vez con mayor frecuencia, se pasan las reglas por el forro, ya que se saben amparados por comisarios, jueces y sindicatos policiales:
Según el reglamento interno de la UIP, los antidisturbios no pueden dar porrazos por encima de la cintura ni en los órganos vitales. Pero, cada vez con más frecuencia, vemos cómo golpean a manifestantes en el estómago, en la cabeza, en la nuca e incluso en la cara. Además, el reglamento les obliga a golpear con la porra en paralelo al suelo y no les permite, en ningún caso, agarrar por el pelo; dos normas que se incumplen con demasiada frecuencia. Por otro lado, los antidisturbios, como cualquier otro policía, deberían ir claramente identificados para que, en caso de que cometan alguna tropelía, puedan ser expedientados.
Si realmente queremos convivir en un estado de derecho, deberíamos poner desde ya los medios para que estos escándalos no vuelvan a suceder y dejar de defender o acusar a la UIP según nos convenga. Y referente a esto último, me gustaría decirle a esos ultras católicos que pedían más mano dura contra los manifestantes, que quizá un día la situación se vuelva contra ellos y la autoridad les agreda por cualquier razón (o sinrazón). No olvidemos que la función principal de los antidisturbios es repartir hostias, y que para eso te tiene que gustar, aunque sólo sea un poquito, la violencia. Y quien disfruta dando hostias no mira a quién se las da.