Ante la imagen del niño kurdo ahogado en una playa turca una treintena de alcaldes españoles, primero las alcaldesas de Barcelona y Madrid, declararon sus localidades “Ciudad Refugio” para los que huyen de las guerras en Oriente próximo.
Nos hemos compungido ante Aylan, de tres años. En la orilla, su cuerpecillo boca abajo, camiseta roja, pantalón corto azul y zapatitos negros: era nuestro hijito, nuestra hijita.
Pero ese niño no lo hemos matado nosotros por nuestra frialdad con quienes huyen de las guerras, como denuncian los alcaldes supuestamente progresistas de Podemos, IU y el PSOE, sino esas perennes guerras islámicas, sus yihad y sus fanáticos lobos solitarios.
Desde que Mahoma predicó su religión hace catorce siglos no hubo ni un solo día de paz allá donde la siguen. Es una violencia permanente, de guerras santas y/o asesinatos religiosos constantes.
Pero las fuerzas llamadas progresistas presentan esa religión como arma contra la cultura capitalista judeocristiana, e incluso Podemos creó su Círculo musulmán.
Las guerras islámicas son más brutales que las europeas entre católicos y protestantes, cerradas con la Paz de Westfalia, en 1648; la última duró treinta años. Para España, ochenta. Sólo los judíos quedaron como oprimidos comunes de cristianos y musulmanes.
Enseguida nacieron los Estados con el poder religioso menguante, prometiendo respetar las soberanías territoriales, cuya ruptura provocaba guerras nacionalistas.
Europa pasó de las luchas religiosas a la Ilustración, después a las conflagraciones inicialmente fronterizas entre Estados, y luego entre comunismo y capitalismo, pero no por un profeta.
Hasta que los musulmanes no entiendan que Alá no debe guiar sus vidas y que tienen que usar la razón seguiremos viendo niños como Aylan.
Cuidado ahora con Artur Mas. Trata de reformar Westfalia casi cuatro siglos después. Una idea peligrosísima: ¿se ahogarán nuestros Aylan?
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SALAS