La capacidad española para crear héroes es tan ilimitada como la de ellos para perder todos los desafíos, y esto puede repetirse con la selección de fútbol que se promociona como posible campeona mundial, o como le ocurrió a Rosa de España.
Lo primero que se hace aquí es apropiarse de personas o grupos como si fueran de la familia: así, se habla de “nuestra” selección de fútbol o de “nuestra” Rosa.
El posesivo “nuestro”, al referirse a estos iconos, revela una necesidad masiva de unidad patriótica para alcanzar un objetivo común, un nuevo Imperio, aunque sea insignificante.
Así, se resucitó un concurso eurovisivo cutre para lucir el nuevo modelo de heroína nacional: Rosa, proyección de la España gobernante, con excelente voz de karaoke, voluntariosa, infantil, oronda y de EGB poco aprovechada.
En el fútbol, la mejor representación del ideal patriótico es el seleccionador Camacho, castizo testicular, macho Camacho.
Su paladín es Raúl, jugador del Real Madrid que españolea toreando al mundo con la bandera nacional para celebrar una copa ganada con ayuda francesa, brasileña, argentina e inglesa: medio planeta.
Derrotada Rosa entre tacos y gritos patrioteros, la oposición protesta contra el espectáculo, pero esa es la España que hay, y a ellos les hubiera salido el mismo nacionalfolclorismo.
. No hay manera de librase de aquello.