Revista Opinión

Nuestros Niños No Son Números

Publicado el 03 marzo 2019 por Carlosgu82

Como prometí, ya estoy de vuelta con más artículos, aunque esta vez cambiando un poco el tono de la publicación. Dejando un poco de lado los consejos de escritura, vengo a hablar de un tema más social y que, como profesor, me escama en demasía: ¿Valen más las notas de los niños que su propio esfuerzo o aprendizaje durante el proceso?

Sinceramente, la respuesta a esta pregunta está más que clara: No. A menudo  recibo quejas (e imagino que no seré el único) de padres y madres realizando entrevistas que poco distan de un interrogatorio policial para averiguar “qué ha pasado con su hij@, que nunca había sacado notas tan bajas en un examen“. Señoras y señores, debo recordar que ustedes, sus hijos y nosotros, no somos robots. Somos seres humanos, y el ser humano tiene tanto la capacidad de acertar, como la de errar, y todos podemos tener un mal día, un ataque de nervios o, simplemente, quedarnos en blanco en una situación determinada.

Seamos realistas. Por poner un ejemplo, lo realmente importante es que su hijo o hija sepa cómo formar una oración, no que haya sacado un diez en el examen de formar oraciones. ¿Qué quiero decir con esto? Sencillo, lo que de verdad va a tener un valor útil para estos niños y niñas es que aprendan el contenido, los hábitos de esfuerzo y dedicación que han adquirido previamente para aprenderlo, y los valores que hayan podido asimilar durante el proceso. Para centrarse en los números de su expediente, ya tendrán tiempo durante el bachillerato y la universidad, y probablemente lo lograrán por que ya tienen buenos hábitos de trabajo que habrán adquirido previamente en su etapa en la escuela.

Padres y madres, dejen a sus hijos e hijas ser como son, no dejen que se conviertan en números que exhibir en las reuniones de padres. Dejen que tropiecen, que se levanten, que aprendan del acierto y del error, ya que este último también les va a enseñar mucho en la vida. Recuerden que ustedes también fueron niños, que fallaron de vez en cuando, y que les gustaba que les perdonasen el error, que procuraron aprender de él y no volver a cometerlo. Si meten a sus hijos en una burbuja, alejada del fallo y la frustración, y solo piensan en que sus hijos tengan un bonito número alto para presumir, tengan claro que no les están enseñando nada, o al menos nada bueno. La culpa no siempre es de otros, y a veces se sacan de contexto los hechos. Si su hijo o hija ha aprendido lo que tenía que aprender, y sabe esforzarse para hacerlo, ya tiene un largo camino recorrido, y probablemente llegará a donde se proponga. Así que, en resumen: Dejen que los niños, sean niños.


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