Sabemos quienes ganaron las elecciones, la derecha española, ese conjunto de fuerzas e individuos que la conforman; la derechona, fascistoides, los carcas, el franquismo sociológico, euroescépticos, el dinero, la patronal, españolistas, neoliberales, ultras religiosos de diferentes corrientes, la Iglesia tradicional, neoconservadores, nacionalistas regionales de nuevo cuño, etc.… y por supuesto también integran esas filas, conservadores, católicos, centristas, gente de orden y miedo, parados, trabajadores precarizados, rebotados de otros partidos, gente sin futuro, jóvenes de nuevas hornadas de votantes (que en su mayoría votan PP) etc.
Políticamente todo lo anterior (y más) cabe en el voto azul al PP. Pero, al otro lado ¿qué ha cabido para los perdedores? Quedaron los viejos recuerdos de la fragmentación de taifas, lo de siempre, si yo subo 2 votos es un triunfo y mayor si mis cercanos competidores pierden 1, a pesar de que mis adversarios/enemigos hayan conseguido 20 más. El juicio de pérdidas y ganancias se realiza sobre uno mismo mirándose el ombligo y no sobre el conjunto de la sociedad, que parece importar menos que gane o pierda. Una pregunta tendríamos que hacer desde la sociedad después de las elecciones ¿estamos con mayor fuerza, socialmente hablando? ¿Podemos avanzar, mejor que antes? ¿Podremos defender mejor nuestros derechos, seremos capaces de resistir los recortes contra ellos mejor que antes?
El PSOE perdió lo suficiente como para quedar sin fuerza que oponer a la marea azul, y ya veremos durante cuánto tiempo. Mientras tanto no parece que ocupen el vacío creado otras fuerzas (rojas, verdes, progresistas) supuestamente triunfadoras. A su izquierda parlamentaria, gran subida de IU, que no conseguirá, ni remotamente, poner en aprietos las transformaciones derechistas y mas allá fragmentos inconexos.
En las fuerzas extraparlamentarias, regreso a las cuevas miserables de siempre, alejados de cualquier poder, (y los poderes son muchos y variados) vuelta a esos espacios tan usados para jugar a la contra de todo, tan queridos por tantos rojos, negros, verdes, malvas; grupillos, a veces de dos o tres, actuando cada uno por su lado y desconectados unos de otros, todos ellos iluminados con la posesión absoluta de la verdad y la identificación de todos aquellos que no sean ellos mismos, como mierdas, vendidos, traidores, etc. A partir de ahí solo queda estar contra todo si sale gratis, y mirar de lejos y sin capacidad para impedir las enormes transformaciones que realizará la derecha en nuestras vidas, queda la desesperación de no poder intervenir en ninguno de los cambios que pasan ante nuestras narices, porque no hay fuerza para ello, ni organización, no hay consensos ni alianzas suficientes sobre lo que quiere cada individuo.
¿A dónde conduce la situación? Sin duda a la derrota durante lustros. A una rebaja inmensa en las condiciones materiales de vida, acompañada de modificaciones en todos los aspectos no materiales de nuestra existencia, una regresión desde el punto que disfrutamos hoy que reflejan aspectos en libertades civiles, laicismo, justicia, corrupción, comunicación, (prensa, radio, tele) cultura, cine, teatro, pérdida de ayudas a sectores sociales determinados (las del otro lado aumentarán), debilitamiento de ONG’s, fundaciones progresistas, organizaciones culturales, políticas, asociaciones de todo tipo…Todo lo no valorado entonces al considerar que ‘eran iguales’ y que nadie logró explicar para diferenciar los modelos de sociedad.
La lucha política dentro del campo de progreso ha sido cainita, el derrumbe de consensos entre las bases sociales de dichas fuerzas está ofreciendo, como resultado, tirar por tierra muchos años de esfuerzos, discusiones y acuerdos, avances arrancados penosamente pero materializados en la vida diaria de jóvenes, mujeres, mayores, trabajadores, estudiantes, discapacitados…que irán cayendo como carámbanos.
Qué pena, que desperdicio de esfuerzos por tantos rincones. Poder influir socialmente implica ceder, siempre, siempre, y ceder es rebajar pretensiones, iluminación, absolutismos. Es completamente absurdo pensar que el purismo de cada persona logrará sumar, si así fuera no se explica cómo es posible que a lo largo de la historia nunca lo hayan conseguido. O ceden y entonces podrán sumar, o nunca influirán en más de cuatro. Crecer implica suavizar el mensaje, dejar de depender de uno mismo, abrirse a los demás, supone la posibilidad de que el mensaje cambie y de que se produzca una interpretación distinta del mismo y la realidad. (Para que nadie cambie, me quedo yo solo, cuantos menos seamos más pureza). Y esto vale para todos los grupitos de jóvenes movilizados en barrios y pueblos.
No me gusta el adanismo que pretende empezar siempre desde cero despreciando toda experiencia indirecta como si nunca se hubieran hecho cosas bien, aunque pueda comprender que todo el mundo necesita tener experiencia directa, sigo pensando que la experiencia indirecta e histórica debe tener un peso en la formación de quien pretenda influir socialmente. En los pueblos y barrios a raíz del 15-M, cuyo nombre engloba todo lo que mueve, diverso e incluso contradictorio en todas partes, se están produciendo maravillosas reuniones, charlas, asambleas de participación y debate, lo cual siempre estará bien, pero tiene el peligro de quedarse en una vuelta atrás si al tiempo no se plantean soluciones concretas a problemas concretos.