Navegando por la web descubrí este video que me dejó muy sorprendida. No precisamente por los efectos logrados por software especial, sino por la manera en qué el avance en la tecnología y las estrategias de marketing pueden llegar a “vender” una realidad inexistente.
En mi experiencia con adolescentes, me he dado cuenta de cómo les afecta la comparación casi inevitable con las estrellas de moda. Desgraciadamente, están en competencia con algo que no es real, con una construcción cibernética, que aunque su único fin es vender – al fin y al cabo es un negocio-, lo que también queda implícito es el concepto de belleza que se encuentra a unos clics y unos cuántos miles de dólares de distancia.
Quizá el error está en no orientar desde pequeños a los hijos y alumnos, fomentar desde el hogar en sus primeros años, una autoestima lo suficientemente equilibrada para no caer en las trampas – propias y ajenas- de lo que se “debe ser” para ser aceptado.
Podemos empezar con la manera en la que nos dirigimos a ellos, expresarles amorosamente lo importantes que son para nosotros y quienes les rodean, no comparándoles – ni para bien ni para mal- con otros chicos, no ponerles etiquetas de “tonto”, “gordo”, “perfecto”, premiar o reprender por su conducta no por su persona, reconocerle sus esfuerzos y enseñarle a defenderse sin agredir, pueden ser las primeras pautas.
Como dice el lema de la campaña Dove, hay que hablar con los hijos antes de que los medios lo hagan.