Revista Cultura y Ocio

"Nueva guía del Museo del Prado" (José Ovejero)

Publicado el 12 enero 2017 por Juancarlos53
Desconocía completamente esta faceta poética de José Ovejero más conocido como escritor de novelas y de cuentos; y también como colaborador en prensa. El escritor nació en 1958 y aunque actualmente vive en Madrid ha vivido muchos años en Bonn y Bruselas, ciudad esta última en la que trabajó como intérprete.

José Ovejero se planta delante de 22 cuadros y de dos o tres esculturas expuestas en el Museo del Prado y con un estilo ágil, ameno y próximo al lector poetiza las sensaciones, recuerdos y sentimientos que su contemplación le sugieren. Así, por ejemplo, en el cuadro de Tiziano "Adán y Eva" le conmueve, y lo agradece, el atrevimiento de Eva ofreciéndole la manzana a Adán ("Gracias, por liberarnos del insufrible / paraíso", le espeta a la primera mujer para sorpresa para el lector de poesía).  
Otras veces son dos versiones del mismo asunto las que reclaman su atención. Tal sucede con los cuadros titulados "Saturno devorando a un hijo" de Goya, uno y de Rubens el otro. Parece que le sugiere más cosas el de Rubens ante el que se plantea dónde está la madre ausente que tal atrocidad consiente mientras que el de Goya, más próximo a nuestra época, le lleva a preguntarle al padre devorador si no habría sido mejor no tener hijos ("¿No han llegado hasta el Olimpo / los métodos anticonceptivos?", comenta humorísticamente) y le echa en cara la falacia de pensar que por no tener descendencia nunca morirá ("Te crees inmortal porque devoras a tus hijos, / como si no ser sucedido / significara permanecer para siempre").
Ovejero es muy sensible a la sensualidad y al erotismo presente en algunas de las piezas escogidas. Así me ha llamado sobre manera la  sinceridad que derrocha el poeta adulto cuando ante la "Venus del espejo" de Diego Velázquez  confiesa el conocimiento y entendimiento habidos desde hace tiempo entre él y ella ("conozco desde niño tu espalda desnuda / y, mira, somos adultos, ahora puedo decírtelo, / me masturbaba con tu imagen sobre los muslos"). Del mismo modo llama mi atención el poema que le dedica a la escultura "Hermafrodito" de Matteo Bonucelli: "¿Será eso el amor? / Querer fundirse, estar dentro, / sentir lo que siente el otro / y detenerse, justo antes de alcanzarlo, / percibir los límites, lo que separa / y define, / para que no cese / nunca / el deseo". Este poema, al igual que otros también de asunto mitológico ( "El juicio de Paris" de Rubens, "Orfeo y los animales" de Theodoor van Synders, etc.) dan una excelente oportunidad al lector de comprender mejor la pintura al explicar la leyenda mítica en él contenida. Al igual 
Con muchísima frecuencia quiere, cual si de Rafael Alberti se tratara, dar vida a los personajes de estos cuadros y con calculado anacronismo los trae al mundo de hoy proponiéndoles acciones imposibles y por ello, quizás, aún más poéticas: "Eh, Venus, vístete que ya atardece / y Madrid ruge de ganas / de recibirte en sus calles. Cogido de esa cintura / que no conoce el PhotoShop, / te enseñaré esta ciudad que has olvidado".  Ante el cuadro de Andrea Mantegna "El tránsito de la Virgen" Ovejero escribe "hoy el casting de virgen / no se haría con ignorantes aldeanas / sino con modelos o actrices, mujeres / con los dientes parejos / y los pechos operados".
Sin duda alguna el tiempo, la finitud de la vida, esa condena imposible de quebrantar, es el asunto que transita por la mayoría de los poemas, y por lo tanto también, de los cuadros que los inspiran. Quizás sea la plasmación plástica del instante contenido en un cuadro el mayor intento de quebrar esta esclavitud propia de nuestra condición de humanos. En este sentido me ha gustado mucho el poema "Los bodegones del Prado y una fotografía del escritor con su mujer" en el que Ovejero pone en relación los elementos de un bodegón (aves, pescados, verduras, frutas, legumbres...) con los rostros de las personas que aparecen en una fotografía. En ambos casos se ha congelado el tiempo en un eterno presente:
"Por eso el bodegón, / porque se pudren / el pescado y la fruta / el vino se agría, y la ostra apesta / a los pocos días. Lo queremos así / fijado en un lienzo, para que el brillo del óleo / conserve su frescura / igual que nos fotografiamos / junto a ese hombre o esa mujer / con quién en tal instante somos felices / sabiendo que un día alguien / tomará la foto entre sus manos / y nosotros, / enamorados, / y nosotros / quizá de color sepia, / quizá en blanco y negro, / quizá en color, / quizá ya muertos, / sonreímos en presente". 
FinalUna poesía ciertamente interesante la que partiendo del mundo objetivo -los cuadros y esculturas del Museo del Prado- realiza José Ovejero en este libro aparecido en 2012 y que en su producción poética ocupa el tercer lugar detrás de Biografía del explorador (1994) y de El estado de la nación (2002).  

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