El año pasado en Ecuador se llevó a la asamblea una propuesta para que el número de días festivos fuesen los mismos todos los años independientemente de si caen en fin de semana o no. Y gracias a esto, hubo tres días seguidos de feriado, que junto con dos días extra que me cogí, se convirtieron en 9 días (sumando los fines de semana), y aprovechando el vuelo directo de TAME Quito-Nueva York, allá que nos fuimos a pasar unos días de paseo!
El primer día lo dedicamos a visitar Bridgeport, en Connneticut, donde vive el tío de Vero. Una pequeña ciudad que me recordó a las mil y una películas que he visto en el cine (recordemos que sin contar Hawái, que es un mundo a parte, era mi primera vez en Estados Unidos), las casitas de dos pisos hechas en madera, las calles residenciales, los grandes centros comerciales y las hamburgueserías con sofás de escay (según la RAE: material sintético que imita al cuero) con camareras vestidas de uniforme y delantal. Todo muy clásico y divertido.
Al día siguiente ya nos desplazamos hasta Nueva York, donde pasamos tres días caminando sin parar. Cuando uno mira el mapa en internet, parece fácil de visitar en un par de días, sin embargo, las distancias reales entre los sitios de interés son bastante más largas de lo que uno puede suponer a primera vista. Y además, los sitios de interés son tantos, que jamás se podría terminar de "ver" esta ciudad.
Como nos estábamos quedando en la zona de Dumbo, al otro lado del río Este, en Brooklyn, el primer día cruzamos el puente de Manhattan contemplando el famoso skyline que se iba aproximando según avanzábamos. El puente termina en el barrio chino, el cual nos cautivó con sus miles de colores, tiendas, objetos, comidas raras y personajes; después continuamos camino hacia el barrio italiano, bullicioso, lleno de restaurantes y de camareros gritándote para que comas allí; al final caímos y acabamos comiendo unos spaguetti sin mucha gracia en un restaurante muy bonito (al menos). Ese día caminamos toda la calle Broadway hasta que se hizo de noche, donde, con la boca abierta mirábamos hacia el cielo todos los rascacielos y múltiples luces que te dejan al borde de la epilepsia. El summum ocurrió cuando llegamos a Times Square, donde ya no sabes hacia donde mirar. Un lugar que has visto tantas veces en las películas que no te resulta nuevo, salvo porque nunca podrías haber imaginado que hay tanta luz que parece constantemente de día. Otro de los clásicos fue el ver las alcantarillas echando humo, los homeless, los food trucks de salchichas y falafeles grasientos o el hard rock café. Todo muy mítico.