Que las arcas municipales están exhaustas era algo que se sabía desde mucho antes de las elecciones de Mayo. Los políticos, únicos responsables de tal situación, tienen la fea costumbre de paliar esas circunstancias adversas siempre con la misma y vieja receta: transformar el patrimonio público en dividendos.
Es como la pescadilla que se muerde la cola; gestionan mal, venden patrimonio de todos para sanear las arcas y de nuevo utilizan la gestión inadecuada para someterlas el estado permanente de ruina al que ya nos tienen acostumbrados. Es algo inherente a la política que los ciudadanos padecemos año tras año sin inmutarnos, mientras el patrimonio de todos, sufragado directamente de nuestros bolsillos, va menguando de manera alarmante. Es la corriente económica de moda de los tiempos modernos.
En Sevilla no se iba a producir una excepción y el Ayuntamiento presidido por Zoido vuelve a tirar ahora de esa vieja receta con la puesta en marcha de una modificación del PGOU que permita la venta de los edificios de La Gavidia y la sede municipal de la calle Pajaritos. El motivo esgrimido: obtener un beneficio económico para las pírricas arcas municipales y la ya manida "dinamización comercial" del centro de la ciudad. Hacer caja, en definitiva.
Nada nuevo, porque ya hubo intentonas por parte de corporaciones anteriores en el mismo sentido que no fructificaron. El caso es que con esta medida se abre la veda en un terreno peligroso del que al parecer no escarmentaremos nunca. En la cola de las recalificaciones esperan, ahora con las esperanzas renovadas, Ikea, Altadis, Hotel Barceló, Isla Mágica, Gaesco y los dos clubes de fútbol de la ciudad. Se da por hecho que la paciente hilera aumentará a medida que se vayan concediendo las licencias. El urbanismo de esta ciudad está condenado a ser la vía de urgencia de financiación y la crisis la excusa perfecta que todo lo justifica.
La comisaría de la Gavidia es un Edificio de Interés Público y Social perteneciente al racionalismo arquitectónico e incluido dentro del Movimiento Moderno de Andalucía que cuenta con más de 7.000 metros cuadrados. Aunque, como escribe Carlos Mármol, eso poco importe en una ciudad en la que predominan quienes entienden que “el patrimonio se limita únicamente a las iglesias”.
No sólo se pierde una gran oportunidad para dotar de equipamiento público a una zona tan necesitada como el casco histórico de la ciudad, sino que se mengua de nuevo el patrimonio de todos los sevillanos para que algunos listos puedan hacer lucrativos negocios. Algo que de tan habitual hasta llega a resultar cansino.