Revista Arquitectura
La celebración de la Copa del Mundo 2010 ha supuesto, entre otras muchas cosas, una revisión de la situación política y económica de África en general y de Sudáfrica en particular.
Quizá influenciado por la cotidianidad, por la vejez de Nelson Mandela, por las anteriores películas de Clint Eastwood y de Morgan Freeman o simplemente por la facilidad con la que se puede comprar el visionado del cine más reciente en los canales digitales, visioné con mi mujer este fin de semana Invictus, la película basada en el factor humano, el libro de John Carlin(http://www.elpais.com/especial/oscars/invictus.html).
Parece claro que la Sudáfrica actual es un joven país que lentamente va alejando, que no olvidando, las tristes historias del apartheid racial. Pero, desgraciadamente, queda todavía mucho camino por andar.
El desempleo en el país (un 16% en 1990, aunque posiblemente a costa de sueldos absolutamente miserables para la mayoría) es hoy de un 40% (las cifras oficiales hablan de un 23%). La tasa de pobreza afecta al 50% de la población y fundamentalmente a la mayoritaria población negra. El 10% de los hogares más ricos del país concentra el 50% de la riqueza y el 40% de los sudafricanos más pobres, tienen acceso, únicamente al 7% de la riqueza.
Una pequeña proporción de la población negra ha podido acceder a la nueva clase media y a propósito de eso, Josep Maria Antentas y Esther Vivas, autores del libro “Resistencias Globales. De Seattle a la crisis de Wall Street”, hablaban el pasado 5 de julio (Público, opinión, página 7) de un nuevo tipo de apartheid sudafricano: un apartheid económico o “de clase”.
“En Suráfrica, miles de personas viven en chabolas y la burbuja inmobiliaria de los años recientes de crecimiento económico y boom especulativo ha hecho aumentar el precio de la vivienda en un 400%”.
En este contexto las inversiones en dotaciones deportivas para acoger el mundial de fútbol han supuesto un gasto equivalente a todo lo invertido durante el último decenio en vivienda pública.
O lo que es lo mismo, nuevas infraestructuras en Sudáfrica que la mayoría de los sudafricanos no pueden ni soñar con disfrutar. Al menos, por el momento.
Pero lo peor de todo todavía está por comentar: muchos de los movimientos de liberación social, integrados algunos de ellos por habitantes de las chabolas en el entorno de las grandes urbes, no han podido superar la restricción oficial a cualquier tipo de manifestación hasta el 15 de julio.
Las autoridades sudafricanas de hoy les dejarán manifestarse nuevamente, cuando los extranjeros ya se hayan ido. Aunque esto último no parece importar mucho al mundo ni a la FIFA.
Luis Cercós (LC-Architects)
[email protected]
http://www.lc-architects.com/