Las prohibiciones por portarse mal o por malas notas fueron cambiando con los años. ¿Cómo sancionar a chicos que pasan más tiempo ante la PlayStation que con amigos? ¿A veces es necesario un chirlo?.
Hace algunos años cuando un chico se portaba mal o traía bajas notas se le prohibía salir a la vereda o se lo dejaba sin fútbol en la canchita del barrio. Hoy todo ha cambiado. Salir a la calle, sobre todo en las grandes ciudades, se ha vuelto peligroso y el fútbol se juega en canchas pagas porque ya no han quedado potreros.
Esto ha modificado los castigos y penitencias que antes se solían imponer por otros más nuevos y modernos que duelen tanto como aquellos de antaño a los niños que los deben cumplir. Repasamos las de ayer y las de hoy.
Antes: el fútbol en el potrero
Se sufría mucho cuando nos dejaban sin partidos en la canchita junto a los pibes del barrio. Encima siempre que caía la suspensión se venía el barrio contra barrio. Era de lo peor que nos podía pasar.
Hoy: la Playstation
Dejar a un pibe de hoy sin jugar a la Play es cortarle las piernas. Los que la tienen la aman y les gusta más que jugar al fútbol verdadero.
Antes: la tele
No poder ver Mazinger, Meteoro, Amigos son los amigos o La Banda del Golden Rocket podía ser trágico según las edades.
Hoy: la compu
No tener permiso para chatear, entrar al Facebook, jugar juegos on line y perderse todo lo interesante que pasa en la vida virtual duele. Y mucho.
Antes: ir a la casa de un amigo/a
Estaba todo arreglado para ir a tomar la leche a la tarde pero una macana del último momento suspendió la visita a la casa de ese querido/a amigo/a. A llorar a la Iglesia. No ibas por nada del mundo.
Hoy: pijama party
Pidió permiso un mes antes. Los padres le dieron permiso y tachaba los días como un preso para ir esa noche a dormir a otra casa con todos sus amiguitos/as. Pero un llamado de atención en la escuela motivó la suspensión. ¡Qué van a decir los chicos!
Antes: las golosinas
Ahora te quedás sin comer el chocolate. Era un terrible castigo. O que te dieran una moneda para ir al kiosco y saltara tu padre o madre y dijera: “No se la des que tiene prohibido el kiosco hasta el mes que viene”.
Hoy: McDonald’s
A todos los chicos de hoy les gusta ir a comer una Cajita Feliz y que la penitencia sea no ir a lo del payaso de las hamburguesas para un niño de ciudad es un gran castigo.
Hablar siempre, pegar nunca
La penitencia es para mejorar la conducta del niño y no debe depender del estado de ánimo de los padres. La psicóloga especialista en niños y adolescentes Graciela Federicci explicó que hay que “evitar por todos los medios aplicar un castigo con gritos y menos aún pegarle. Si les enseñamos a los niños que, para resolver una situación conflictiva es necesario gritar o pegar no resolveremos ningún problema”.
La especialista afirmó que “cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado de modelos agresivos va adquiriendo también comportamientos agresivos”.
Pegarle es una manera de generar más rencor. Algo del pasado que hay que evitar por todos los medios.
Diego es padre de 4 hijos. Una nena, ya adolescente, y tres varones de 11, 9 y 8 que son los que más penitencias reciben. Este padre de 40 años tiene un método muy útil y efectivo que lo explicó para que lo prueben otros padres.
“Con mi mujer hemos hecho un papel con los nombres de los 4. Ante las macanas se les marcan flechas para abajo y en las buenas acciones espontáneas flechas para arriba. Cuando llega a las 5 flechas para abajo hay una sanción y cuando llega a las 5 para arriba hay un premio”.
Diego dijo que “este método nos ha dado buenos resultados desde que lo implementamos”.
El tipo de penitencia y el modo en que se la aplica no debe ser desproporcionado respecto a la acción cometida o la edad para evitar provocar fuertes respuestas emocionales en el niño. “Conciliar el castigo con un reforzamiento de las buenas conductas permitirá que el niño ‘piense’ en su comportamiento para un futuro y en lo que ha hecho mal para estar castigado”, concluyó la psicóloga.
Cómo aplicar límites a los niños
10 consejos para educar con disciplina a nuestros hijos
Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Para educar de manera eficaz a nuestros hijos debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.
Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y “ahora” (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:
1. Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como “Pórtate bien”, “sé bueno”, o “no hagas eso”. Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. “Habla bajito en una biblioteca”; “da de comer al perro ahora”; “agarra mi mano para cruzar la calle” son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.
2. Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir como cumplir sus “órdenes”. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?”. “Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.
3. Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: “Vete a tu habitación ahora” o “¡Para!, los juguetes no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: “¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?”; “Debes hacer las tareas de la escuela ahora”; ” Vente a casa ahora, ¿vale?” o “Yo realmente deseo que te limpies”. Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones “debe estar hecho”, serás mejor cómplice de tu hijo si aplicas un firme mandato. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario.
4. Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al “hacer” lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el “no” o “para” dicen a un niño que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer (“Habla bajo”) antes de lo que no debe hacer (“No grites”). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir “no”, mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo “hacer”.
5. Guarda distancias. Cuando decimos “quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: “Son las 8, hora de acostarse” y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
6. Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”; “Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos”.
7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. De este modo, puedes decir: “ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar”. Otro ejemplo sería decir: “no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después”. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.
8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir “eres malo”, deberíamos decir “eso está mal hecho” (desaprobación de la conducta).
10. Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, “¿que ha sucedido aquí?”. Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.
Límites sin violencia para una crianza amorosa
La preocupación por el castigo físico escala posiciones en las agendas de los organismos internacionales. La ONG Save The Children lanzó la campaña “Educa, no pegues”, que aporta algunas sugerencias sobre qué hacer en lugar de pegar.
“El objetivo es erradicar el castigo físico en la crianza y difundir alternativas que promuevan herramientas más eficaces y menos dañinas para poner límites a los niños. El castigo físico daña su autoestima, lo humilla y lo entristece. Hay formas positivas de educar, corregir y disciplinar a los chicos que son más beneficiosas para su desarrollo”, comenta Lucía Losoviz, representante de la ONG en la Argentina.
Entre las sugerencias, la campaña propone: estimular las buenas conductas a través de recompensas (que pueden ser afectivas y no exclusivamente materiales), recurrir a otras formas de castigo sin violencia (enviarlos al cuarto, dejarlo sin ver a los amigos o sin salida, prohibirles la televisión, la computadora o algo que les guste, darles tareas extras o tareas hogareñas, dejarlos sin recreo), mostrarles a través del diálogo que están equivocados (ver: www.acabarcastigo.org).
Generación tras generación se ha dicho que un chirlo o un coscorrón a tiempo evita la malcrianza, pero ese mito se estrella contra las recomendaciones de los expertos. “Cuando los padres advierten que los hijos no internalizan las reglas y límites, irrumpe en ellos un sentimiento de impotencia e intolerancia que creen aliviar violentándose. Pero el golpe sobre el cuerpo de un hijo no refleja más que la frustración del adulto frente al niño que no reconoce en él una palabra de autoridad, una situación que es responsabilidad exclusiva del adulto”, asegura el psicoanalista Fernando Osorio. “El golpe sobre el cuerpo frágil de un chico no es más que el abuso de poder que ejercen los padres que no logran hacer de su palabra algo eficaz”.
Los especialistas señalan que una de las consecuencias más graves del castigo físico es que legitimiza la violencia como una pauta adecuada de autoridad. “Un adulto que pega es alguien que fracasa en su posibilidad de anticipar, limitar y simbolizar. Los adultos tenemos la responsabilidad de ejercer la autoridad y de ponerles límites a los niños porque es un modo de cuidarlos, pero el que maltrata no sólo no cuida a los hijos sino que los deja más expuestos.
Y se desautoriza en el mismo acto de pegar”, agrega Gisela Untoiglich, del Centro Dos. “Los adultos no somos claros en los mensajes que transmitimos a los niños: un día aceptamos ciertas cuestiones que otro día, cuando estamos más cansados, nos resultan intolerables.
Eso genera mensajes contradictorios —agrega—. Aumentar los espacios de diálogo es una manera de reducir la violencia”.
Fuentes consultadas:
- Teach your child to behave disciplining with love from 2 to 8 years.
Autor: Charles E. Schaefer, Ph.D., profesor de Psicología y director del Centro de Servicios Psicológicos en la Universidad de Fairleigh Dickinson.
- infonews.com
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