Empezás arrancando las palabras como cáscaras de una fruta, empezás desesperada a probar un escape, y la única música como cáscaras es de la soga, y el único pasaje como palabras es el látigo que no te pega, el látigo de ese reloj que te deja atada a las nueve cuarto
atada a las nueve y cuarto corrés hasta el borde de tu atadura y se te dobla el cuerpo y corrés de a cuartos de una pared hacia la otra, de otra pared hacia la una haciendo de la danza el límite enfermo de las nueve y cuarto y cada tanto, cada cuartos, te cansás contra la pared atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto bailás sobre el aire, se te doblan las ganas y algo azul en el pelo, una pared y otra y nada que te toca, te cansás contra el cuerpo que llega un poco más lejos que vos, atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto tenés la mirada suelta y el cuerpo babeándote la boca, querés morder la pared, y no llegás, querés morder afuera, y no llegás, querés morder la hora, y no llegás, corrés pendular y babeada y con la mirada suelta, pero no llegás, estás atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto tenés el final muy parecido al principio, se te hace cuerda la boca, y corrés de costado como un caballo herido, como si nadie te hubiera mirado, pedís pan cuando bailás paredes siempre cerca de la noche, sin morderla, tan atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto se te hace soga el cuerpo, ahí donde nadie puede tocarte, y corrés hacia el límite de danzar para hacer algo tu atadura, para que al menos algo del viento te acaricie entre cuartos de una pared hacia otra, como si estuvieras borracha de ganas de salir, como si no estuvieras atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto y algo del ruido de la sombra donde el entierro viene a buscarte, y vos ahí, con la espalda demasiado pegada al pecho, el vestido demasiado camisón y nadie que cante los cuartos vacíos de haber pasado las nueve, con el viento en lo poco, como si mordieras pan y olvidaras lo atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto esperás el entierro que te suelte, algo de la sombra que te descanse, y doblás cada tanto tu cuerpo atado en el límite donde se danza, y esperás de a cuartos, de una pared hacia la otra, pendulante, emperrada, camisón, lo que no vas a ver, porque estás atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto, después del agua, ahí, después de haber conocido el alivio, armás un abrazo y armás huracanes para traer el árbol que crece lejos, no sabés cómo abrir o cerrar el tiempo, el reloj se te paró y no te diste cuenta, llueve tierra, atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto ahora te van a sembrar, te sacaron la soga pero no el cuerpo, te sacaron la soga pero no el cuerpo, y te dejaron al borde de un tumulto de tierra para que siembres sola en la atadura, para que siembres sola en camisón, te sacaron la soga pero no el cuerpo, te dejaron atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto y el cuerpo como un objeto que no sabés usar, probando la soga que ya no tenés, así estás más sola, sin poder culpar a la pared o a la atadura, con el cuerpo como un disparo al aire, patinás sin poder encontrar el árbol, puesta a perder eso que sabías atada a las nueve y cuarto
atada a las nueve y cuarto te quieren sembrar, para que brote algo de tu cuerpo, te quieren sembrar a la atadura de un árbol, te quieren vegetal, sucia, enterrada, y vos te lavás con la tierra como si hicieras danza de la nada, como si hicieras vegetales con tu cuerpo, atada a las nueve y cuarto.