El nuevo ministro de Seguridad Pública, Mario Zamora Cordero, tiene una amplia experiencia en atacar la corrupción y la mafia dentro de los ambientes gubernamentales.
Fue Zamora quien limpió en el 2006 toda la maraña mafiosa que se había apoderado de la entrada física de las instalaciones de la Dirección General de Migración y Extranjería en La Uruca.
Eran los tiempos en los que se debía hacer fila, desde la noche anterior, en la entrada de este recinto para poder obtener un pasaporte o una cédula de residencia.
Estas filas eran dominadas por varias personas que, a punta de armas, se adueñaban de los primeros lugares en las filas para luego venderlos a los usuarios que necesitaban hacer los trámites.
Eran los tiempos de los "avionetas", conocidas fichitas del lugar, además de algunas otras personas que cobraban alguna cantidad por contactar a algún "amigo" que trabajaba adentro de Migración para apresurar algún trámite.
En esos tiempos los inspectores de tránsito del lugar no se escapaban de caer en la tentación de las mordiditas.
Zamora fue el que empezó a fumigar este mosquero: introdujo las citas para realizar los trámites, quitó las filas en el exterior, solicitó varios retenes policiales en las afueras del recinto y eliminó a algunos funcionarios que lucraban con las debilidades del sistema.
Nunca olvidaré el día que entró el OIJ a sacar a un tal "Mateo" (apodo del funcionario), a quién venía el OIJ dándole seguimiento con cámaras escondidas en los sillones del departamento de cómputo, por borrar impedimentos de salida de los sistemas informáticos, por lapsos cortos de tiempo, a cambio de algún dinerito.
Viendo desde la arena el actuar del nuevo jerarca de Seguridad Pública, puedo esperar un buen cambio en las políticas internas de nuestra policía, y claro está, más limpieza de la que ya se ha hecho.