Revista Cultura y Ocio
Leyendo algunas entradas anteriores, observo que no hago otra cosa que acudir al tiempo y hacer como que mi estado de ánimo proviene del calor que haga o de la promesa de que el calor rebaje el rigor con el que me castiga y abra paso al frío, al bendito frío, al frío considerado como delicatessen para los iniciados. No sé si alguien entiende de lo que hablo. Probablemente sea el hecho incontestable de que en verano, abastecido de tiempo libre, en el privilegio de unas vacaciones largas (soy maestro, he ahí la pista concluyente) no tengo la fluidez narrativa del invierno, no encuentro de qué hablar y me refugio en las estaciones, en su ir y venir inconsciente. Hoy parece que el dia se me ha puesto definitivamente de cara. Corre un fresco que alivia muchísimo y me invita a pensar en salidas nocturnas, en terrazas aireadas, en amigos que conforten un poco el alma. Los amigos, a poco que piensas en ellos, comprendes que están ahí para procurarte ese conforte. Luego les cuentas que huyes del verano. Que al sol lo miras ya con cansancio y deseas, como hoy, que la lluvia irrumpa como suele, dejando olor a hermosa tierra mojada, vaciando las terrazas de los bares, produciendo la sensación de que acaba un ciclo y empieza otro. Por mí que empiece mañana. Será que no tengo de qué escribir y mirando al cielo encuentro (alguna) inspiración.
