La Roque-Gageac es tan antiguo como misterioso... con estas palabras se define en la Wikipedia a este precioso pueblo de la Aquitania francesa situado entre el río Dordoña y un acantilado por donde parece querer escalar la villa. Y la verdad es que no se queda corta la introducción...pero si no creen, sigan leyendo..
Y es que este pueblo hunde sus raíces en la prehistoria, en realidad toda la zona es un verdadero paraíso para los paleontólogos y arqueólogos, de hecho muy cerquita de aquí esta la famosa cueva de Lascaux que compite con nuestra cueva de Altamira por ser la "capilla sixtina del arte rupestre". En aquella época, las cuevas y los abrigos naturales ofrecían protección a los hombres frente a las bestias y las inclemencias del tiempo por lo que estos acantilado de roca calcárea eran lo más parecido a una metrópoli de aquella lejana época.
Siglos más tarde, allá por el 849 d.c. fueron los vikingos los que, con sus poderosos barcos, se adentrarón por el Dordoña causando verdadero temor entre los habitantes de la región, quienes no dudaban en refugiarse en el acantilado.
Hoy en día lo que podemos ver son los restos del siglo XII del sistema defensivo del Chateau del Obispo de Sarlat, sin embargo está prohibido acceder a estas fortificaciones trogloditas situadas a 40 metros de altura ya que es bastante peligroso subir por esas escaleras de madera que no ofrece mucha seguridad.
Al menos podemos imaginarlos lo difícil que sería para el enemigo intentar doblegar a unos habitantes atrincherados detrás de semejante sistema defensivo que evitó que, al contrario de lo que sucedió con otras localidades vecinas, La Roque-Gageac fuese nunca tomada por los ingleses o los protestantes.
La visita a La Roque-Gageac no lleva mucho tiempo, es un pueblo realmente pequeño pero cargado de belleza. Como si fuera una tarta de boda está dividido en varios niveles, y es recomendable recorrerlo sin prisa pues habrá que subir algunas escaleras-rampas que otra, aunque nosotros las subimos con un carrito de bebe así que no se asusten demasiado.
El tercer nivel de esta "tarta" que es La Roque-Gageac sería la fortaleza troglodita a la que no se puede subir, así que empecemos por el primer nivel, la parte baja.
Pues bien, la parte baja del pueblo que está pegada a un meandro del río Dordoña, un río que ha supuesto durante muchos siglo la principal fuente de ingresos del pueblo. Tanto es así, que cuando el Dordoña, que por lo general tiene poca agua por esta zona, permitía navegar, los locales solían decir que "el río permitía comerciar".
Pero el oficio de barquero no era un paseo en barco...bueno en este caso sí, pero me refiero a que era realmente duro. De hecho tenían que ser hombres valientes e inteligentes ya que son aguas estrechas, poco profundas y llenas de piedras traicioneras, por lo que era habitual quedarse varado o incluso llegar a destrozar los barcos y perder su valiosa mercancía.
Para navegar en esas circunstancias se precisaban pues de unos barcos con unas características especiales, pero sobre todo que tuvieran fondo plano para poder navegar con poca agua. A esos barcos se les llama Gabarras y transportaban mercancías como madera, vino, pescado o incluso productos más valiosos como la sal o las preciadas trufas de esta región. Gracias a las Gabarras se desarrollo toda una serie de oficios en el pueblo como carpinteros u hoteleros entre muchos otros.
(Foto de Stephane Mignon vía Flickr)
Sin embargo en 1882 llegó un duro competidor que hizo desaparecer poco a poco las Gabarras.... el ferrocarril.
Por suerte si vienen a La Roque-Gageac en verano podrán ver Gabarras navegando de nuevo el río, y es que se han convertido en toda una atracción turística que permiten disfrutar de unas vistas privilegiadas de forma cómoda. Obviamente son réplicas de las usadas en el siglo XVIII, pero sirven para hacernos una idea. En esta web, que está en español, pueden reservar su paseo en Gabarra si están interesado, el paseo dura unos 55 minutos y podrán ver 5 de los castillos más bonitos de esta zona desde una posición privilegiada.
Pero no siempre el Dordoña ha sido sinónimo de bienestar para el pueblo, de hecho en ocasiones ha inspirado terror entre unos vecinos quizás demasiado supersticiosos, por ejemplo con la leyenda del "Coulobre". En la mitología asturiana y cántabra también existen muchas leyendas sobre el "cuélebre" que es un dragón con forma de serpiente y con alas, de tal forma que puede vivir en tierra, en agua e incluso volar.
Cuenta la leyenda, que cerca de La Roque-Gageac vivía en una cueva un Coulobre tan grande que podía beber agua del Dordoña estando su cola en lo alto del acantilado. Este monstruo tenía atemorizado a la población, sobre todo a los barqueros a quienes apresaba y se llevaba a su guarida para devorarlos.
Un día los vecinos acudieron al obispo del Perigord San Frontis y este, acompañado por algunos valientes, se dirigió a la cueva del monstruo y, haciendo la señal de la cruz le ordenó que se marchara al océano de donde había venido. Al instante, el dragón soltó un gran quejido se sumergió en el Dordoña y desapareció. Como agradecimiento a su gesta, se construyó una capilla en el acantilado con vistas al río dedicado a San Frontis.
Pero fuera de las leyendas y supersticiones, si que existe algo del río que inspira verdadero pánico a los vecinos, me estoy refiriendo a cuando se producen las temidas inundaciones. Curiosamente, en una de las casas de la parte baja del pueblo, que está pegada a una tienda de artesanía, podrán ver la marcas de algunas de estas inundaciones.
A juzgar por las marcas, el record la tiene la inundación de 1866 donde el caudal del río llegó a más de la mitad de la altura de las casa situadas en la parte baja del pueblo.
Si siguen paseando por la parte baja de la "tarta" en dirección al Chateau de la Malartrie, quizás les llame la atención un pequeño oratorio que hay al final pueblo. Se trata de una virgen con el niño hecha en piedra y protegida con unas rejas. Pues bien, este oratorio lo construyó un cirujano a quien, realizando una travesía por el mar le sorprendió una gran tormenta y, sin saber qué más podía hacer para salvar la vida, se puso a rezar. A su regreso a casa sano y salvo, en agradecimiento ordenó su construcción.
Si vuelven sobre sus pasos hasta "La Poste", es decir, correos, pueden subir por una especie de "rampa-escalera" hasta el segundo nivel de la tarta. Y lo primero que les va a sorprende es que de repente os encontrareis rodeado de mucha vegetación, esto es debido a que el acantilado al que está pegado el pueblo, actúa como un gran solarium natural orientado al sur, de esta forma guarda la luz y el calor y dota al pueblo de un microclima que ha permitido crear, en este segundo nivel, un verdadero jardín exótico con planta más propias del mediterráneo que de esta zona del país.
Entre las planta que podrán ver, las cuales muchas tienen un cartel que te indica el nombre y la procedencia, hay muchos tipos de palmeras, naranjos, plataneras, olivos, laureles, rosas, geranios, y así un largo etc...
Pero este jardín no es fruto de la casualidad, fue el lugareño Gerard Dorin quien creó y cuidó de este pequeño paraíso hasta su fallecimiento en el año 2014, hoy el pueblo se lo agradece con una placa que lleva su nombre y una bonita frase de H. Miller que viene a decir mas o menos que "sí el paraíso existiese en la tierra, seguramente esta sería la forma que elegiría".
Junto al jardín está la iglesia Nuestra Señora de la Roque-Gageac. Esta iglesia fue construida en 1330 y un curiosidad de la misma es que si se fijan en el color del techo verán que es distinto al de la mayoría de casas de la villa, se trata de un color más oscuro.
Eso es porque el techo está hecho con una piedra especial y muy cara llamada "lauze" que son losas de piedra caliza. Esta piedra tienen la característica de que protege muy bien de las inclemencias del tiempo, pero a su vez tiene la desventaja de que pesa muchísimo, hasta 1 tonelada el m2 y esto es lo que explica que este tipo de construcciones con lauze tuviesen un techo tan inclinado, y no por culpa de la nieve o la lluvia que es lo que solemos pensar cuando vemos estos edificios. Con el tiempo los materiales de construcción fueron evolucionando y no necesitaban ser tan puntiagudos los techos, sin embargo por costumbre y estética mantuvieron las formas inclinadas de los edificios primitivos.
En la parte trasera de la iglesia hay una pequeña fuente que está rodeada de vegetación. Casi oculta entre tanto verde, podrán encontrar esto...
Una flor de Lis del siglo XVI emblema de los reyes de Francia.
Si vuelven ahora sobre sus pasos en dirección oeste llegaran a una casa que destaca sobre todas las demás. Esta casa fortificada pertenecía a la familia Tarde, una familia rica como demuestra la torre circular anexa que era símbolo de nobleza y poder en la época y que es la única que hay en el pueblo.
En esta casa vivió Jean Tarde, un astrónomo, filósofo, arqueólogo, matemático, teólogo e historiador cuyas "crónicas" suponen la mayor fuente de información medieval de La Roque-Gageac. Jean Tarde nació en 1561 y a pesar de ser un hombre religioso, llegando a ser incluso el vicario general de la diócesis de Sarlat, sintió una enorme curiosidad por las teorías de Galileo en astronomía. En un viaje a Roma en 1614, el científico le regaló un telescopio que Jean Tarde usó para confirmar las teorías de Copérnico de que los planetas giran alrededor del sol y sobre sí mismo y no alrededor de la Tierra, lo cual tuvo que ser un problema para Jean Tarde dado que la Inquisición rechazaba rotundamente tal blasfemia.
Desde la casa de la familia Tarde tendrá una bonita panorámica del Dordoña y las casa de la parte baja del pueblo.
Al principio del post os comentaba que el río Dordoña, que tanto le ha dado al pueblo, en ocasiones lo ha castigado con fuertes inundaciones. Pues bien, el acantilado al que se agarra La Roque-Gageac y que le ha servido de protección en incontables batallas también se ha cobrado su precio entre los vecinos del pueblo en alguna ocasión. Se podría decir que La Roque-Gageac a veces está "entre la espada y la pared".
Veréis si siguen caminando hacia el oeste se encontraran con una zona donde no hay casas...
...sin embargo si se fijan en la pared del acantilado podrán descubrir los perfiles puntiagudos de las antiguas casas que un día estuvieron adosadas al acantilado.
El 17 de enero de 1957 durante un duro día de invierno, una parte del acantilado cayó sobre el pueblo aplastando varias casas. Los 5.000 m3 de roca y grava mataron a tres personas y bloquearon la carrera durante varios años así que los vecinos tuvieron que hacer frente a una enorme labor de reconstrucción.
Sin embargo no sólo reconstruyeron el pueblo, sino que lo hicieron con tanto éxito que hoy en día La Roque-Gageac es uno de los pueblos más bonito de toda Francia.
En 1982 se creó una asociación llamada "Le Plus Beaux Villages de France" que distingue, tras pasar unos rigurosos requisitos, a los pueblos más bonitos del país vecino. Existen más de 32.000 pueblos en toda Francia y de todos ellos apenas 156 son reconocidos con el titulo de "más bonito de Francia". Pero además La Roque-Gageac suele aparecen en el Top 10 en casi todas las listas y para muchos se trata del tercer pueblo más bonito de Francia con la excepción quizás de Saint Michel y Rocamadour.
Personalmente fue uno de los pueblos que más me gustaron del Perigord, a pesar de su reducido tamaño tiene muchas razones para atrapar al visitante, pero lo mejor será que vengan ustedes cámara en mano y lo comprueben.
Un saludo, nos leemos en la próxima.