Se habla de nuevos ataques a la economía española. No es extraño. Los inversores penalizan la ausencia de credibilidad, y de eso no estamos sobrados en mi país. Y nuestro caso se ve aumentado porque las expectativas que levantamos son superiores a las que plantean otros países. Por ejemplo: nuestro sistema bancario se espera que sea eficiente y solvente, pero tenemos las cajas de ahorros y la inaceptable dificultad en ordenarlas, después de un primer intento fallido. Y mientras tanto los consejos de las cajas se suben el sueldo.
Tampoco ayuda nuestro modelo legislativo laboral, del que habla por si solo el índice de paro (superior al 20%).
Los medios de comunicación dan por descontado que después de las elecciones del próximo domingo se reanudarán los ataques. ¿Cuando acabará esto?