(JCR) “La paz es cuando un hombre sólo tiene miedo de las serpientes”. Esto escuché hace varios años de labios de un anciano del Norte de Uganda en uno de los campos donde durante muchos años malvivieron dos millones de personas como desplazados. Cuando la guerra concluyó, en 2007, e incluso años antes, la gente hizo esfuerzos por superar dos décadas de guerra con rituales de reconciliación y perdonando a los rebeldes que eligieron dejar las armas y reintegrarse a la vida civil. Estas y otras experiencias las he plasmado en el número de abril de la revista Imágenes de la Fe (editada por PPC) que lleva por título “Por una cultura de paz”, que combina contenidos teóricos con multitud de ejemplos prácticos. Servidor de ustedes es el autor.
El número monográfico es el fruto de mi experiencia de década y media dando cursillos sobre resolución de conflictos en Uganda y –durante el último año- en la República Democrática del Congo (no sé si será porque nadie es profeta en su tierra, pero en España nadie me ha llamado todavía para ofrecerlos, aunque estoy más que dispuesto). Está organizado en dos partes: en la primera se dan claves para entender los conflictos y en la segunda se ofrecen pistas sobre cómo construir la paz (un concepto más difícil que entender que el conflicto) por medio de instrumentos como la negociación y la mediación. Al final de sus 34 páginas se aborda el tema de cómo vivir con las consecuencias de un conflicto violento, sobre explorando caminos para reconciliar a personas que han vivido como enemigos y para superar los traumas profundos que afectan al corazón de quienes han vivido situaciones de horror durante muchos años. Como suele ser habitual en “Imágenes de la Fe”, la última página recoge una bibliografía actualizada sobre el tema del que se trata y, en este caso, referencias sobre asociaciones de cultura de paz presentes en España.
Desde que se vivieron los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 nuestro mundo parece haber caído en una desmoralización por lo que se refiere al empeño de resolver los conflictos por medios pacíficos. Sin embargo, el recurso a la fuerza de forma sistemática suele crear situaciones a menudo más complicadas que las que se quieren solucionar. La experiencia suele demostrar que la paz es un proceso largo, que requiere mucho esfuerzo, paciencia y estar dispuesto a sufrir multitud de altibajos.
Estas páginas presentan contenidos académicos sobre la comprensión actual de las raíces de los conflictos y las técnicas comúnmente aceptadas para negociar y mediar. Al mismo tiempo, están escritas desde mi experiencia de haber vivido 20 años en Uganda, sobre todo en el norte del país, donde durante dos décadas largas se desarrolló una guerra en la que fueron secuestrados 40.000 niños y en la que sus principales víctimas fueron los civiles más indefensos y vulnerables. A pesar de que el conflicto desgarró la fibra moral de una de las culturas africanas más vivas, la gente sacó fuerzas del tesoro de sus tradiciones para recuperarse y construir una nueva cultura de paz. En esta ardua tarea la Iglesia católica trabajó codo con codo con otras confesiones religiosas para mantener viva la llama de la esperanza en la paz y se implicó en tareas de mediación que duraron muchos años y que no estuvieron exentas de riesgos serios.
El trabajo por la paz no es opcional para un cristiano. Forma parte del corazón mismo del Evangelio y del ministerio de la Iglesia. Pero no se trata sólo de que la institución eclesial se implique en resolver conflictos como mediadora, sino de que en su propio seno dé ejemplo de practicar lo que predica y todos puedan ver en ella cómo vivir la tolerancia, la escucha y la resolución de conflictos mediante la conciliación y el diálogo. Espero que este número de Imágenes de la Fe ayude a ello y que quienes lo lean disfruten de sus páginas por lo menos tanto como yo he disfrutado escribiéndolas.