(JCR)
No pretendo establecer paralelismos porque los casos son distintos, pero siguiendo durante las últimas semanas los acontecimientos de Cataluña, me ha llamado la atención lo que ocurre en un lugar de África donde buena parte de su población reivindica la independencia de su territorio y donde las protestas han sido reprimidas a sangre y fuego. Me refiero al Oeste de Camerún, una región anglófona que tiene una historia de tensiones con fondo de peticiones de secesión poco conocida por el resto del mundo. Las últimas protestas se han cobrado numerosos muertos: diez según el gobierno, 17 según Amnistía Internacional, Una organización de derechos humanos, el Réseau des Défenseurs des Droits Humains en Afrique Centrale (REDHAC) ha dado la cifra de un centenar.
Este último capítulo de un largo conflicto llevaba por lo menos un año gestándose hasta que ha estallado en incidentes violentos. Todo empezó con protestas por parte de profesores y abogados a mediados de 2016. Ante el aumento de las protestas en las calles, a primeros de este año el gobierno detuvo a destacados líderes sindicales y llegó incluso a cortar la señal de internet durante varios meses. Según testimonios que llegan de personas que viven allí, numerosos bancos y tiendas han echado la cortina en Bamenda. El pasado 16 de octubre, los obispos católicos de esta provincia eclesiástica de publicaron una nota en la que denunciaban “la barbarie y el uso irresponsable de armas de fuego contra civiles que no estaban armados por parte de las fuerzas de defensa y de seguridad”. Los obispos mencionaron el caso de personas que acudían a misa y que “fueron detenidos, otros mutilados y otros -incluyendo adolescentes y ancianos- muertos a tiros disparados desde helicópteros”.
Para empeorar las cosas, esta crisis ha coincidido con una ausencia prolongada del presidente camerunés, Paul Biya, quien tras acudir a la asamblea general de la ONU a primeros de octubre, continuó su viaje a Suiza para una estancia de carácter privado. Muchos habitantes de Bamenda han criticado que las únicas decisiones que ha tomado el gobierno han sido para amenazar a los medios de comunicación locales que han informado sobre los abusos de las fuerzas de seguridad. El gobernador de la provincia del Suroeste, Bernard Okalia, no hizo sino añadir más leña al fuego al declarar que “si los perros siguen saliendo a la calle para morder, se van a encontrar con las fuerzas del orden”. Poco ha contribuido a la reconciliación nacional el hecho de que el partido en el poder, el RDPC (Rassemblement Démocratique du Peuple Camerounais) haya organizado marchas en favor de la unidad nacional en varias ciudades francófonas. Tampoco la oposición política ha tomado ningún papel relevante. Finalmente, el primer ministro, Philemon Yang, él mismo anglófono, acudió hace pocos días a las zonas afectadas -después de que el presidente Biya se lo pidiera- para reunirse con distintos grupos sociales e intentar reducir la crispación. Los resultados están aún por verse.
Las dos regiones donde se vive este conflicto, en Noroeste y el Suroeste fueron colonias británicas mientras que el resto de Camerún estuvo bajo mandato de Francia. En 1961, ambos territorios fueron fusionados en un solo Estado, pero siempre han existido tensiones entre anglófonos y francófonos cameruneses y las reivindicaciones han ido desde exigir un Estado federal o la secesión de las dos provincias anglófonas. Algunos políticos de Camerún piensan que si se hubiera aplicado con seriedad la Constitución de 1996, que preveía una fuerte descentralización, podrían haberse evitado los problemas que han estallado durante los últimos meses.
Como ocurre con la mayoría de los conflictos, una buena parte de estas tensiones se explican por sentimientos de marginación. Aunque, en teoría, Camerún es un país con dos lenguas oficiales (francés e inglés), en la práctica el inglés se usa muy poco en las comunicaciones oficiales y la mayor parte de los cameruneses francófonos no lo hablan. Los anglófonos, en cambio, al ser la minoría en el país, sí suelen ser bilingües porque el no conocer el francés les cerraría muchas puertas en la vida diaria en su país. En el sistema educativo nacional, los exámenes oficiales siguen el sistema francés y todos los miembros de la junta de exámenes son francófonos. En el gabinete ministerial apenas hay algún ministro anglófono, y aunque el primer ministro lo es, según la Constitución en el rango de autoridades del país ocupa el cuarto lugar. El vice-presidente, que sería la segunda autoridad del Estado, siempre ha sido un francófono.
Las regiones anglófonas de Camerún son, hoy, junto con la región nigeriana de Biafra, los casos más destacados en África en los que una buena parte de sus poblaciones reclama la secesión de sus respectivos países. Es sabido que cuando se creó la Organización para la Unidad Africana, en los albores de las independencias de las naciones de este continente a principios de los años 60, este organismo proclamó el principio de la intangibilidad de las fronteras heredadas de la época colonial. Los dirigentes de los nuevos países pensaron que aunque muchas de esas fronteras eran caprichosas y separaban a veces a los mismos pueblos, empezar a cuestionarlas habría provocado una explosión de disputas interminables con daños incalculables.
Son conocidos los casos de regiones en África -Katanga en el Congo y Biafra en Nigeria- que en los años 60 intentaron independizarse de sus respectivos países, y que acabaron en guerras abiertas. Más recientemente, dos territorios proclamaron su secesión de forma pacífica después de procesos negociadores con los países de los que formaban parte: Eritrea lo hizo en 1993, separándose de Etiopía, y Sur Sudán lo hizo en 2011 al independizarse de Sudán después de un referéndum. Existe también el caso de Somalilandia, antiguo protectorado británico que tras una breve independencia en 1960 se unió en un único país con la antigua Somalia italiana y que en 1991 proclamó la secesión y desde entonces ha funcionado como un Estado independiente, aunque su soberanía no ha sido reconocida oficialmente por ningún país.