El triunfo de extremismos antieuropeos y xenófobos en las elecciones del pasado domingo me ha hecho pensar una vez más que el ser humano no acaba de aprender y la historia se repite demasiadas veces para su mal.
Al leer en la prensa esta noticia, me he acordado de que, tras la guerra mundial, terminada el año dieciocho del pasado siglo, los mandatarios de las naciones vencedoras se dijeron Nunca más y el Presidente Wilson propuso al mundo su Plan “Catorce Puntos”, que garantizaría para siempre una era de paz. Pero aquellos gobernantes no fueron consecuentes, les faltó visión y capacidad de perdón y, ciegos ellos, olvidaron ese Plan allá en Versalles en una Conferencia, llamada de Paz, en la que impusieron a la vencida Alemania un duro armisticio firmado en condiciones draconianas que la dejó esquilmada.
Esa bofetada, unida a la depresión económica que vino al mundo tras el crack de la Bolsa en Nueva York, hizo que la República de Weimar, sucesora del Imperio, no pudieran sacar al pueblo alemán de su miseria y éste pasó a buscar un salvador en Hitler, quien ganó elecciones en el treinta y dos y al año siguiente llegó a Canciller de Alemania entre el fervor entusiasta del pueblo. Y de aquellos polvos vinieron luego los lodos del nazismo, sus miserias y la guerra. Terminó esta segunda guerra mundial y Europa salió a flote con el Plan Marshall y porque las naciones, antes enfrentadas, pasaron a unirse en una Comisión Europea germen de la actual UE, gracias a que sus gobernantes Adenauer, Monnet, De Gasperi y Schuman tuvieron grandeza de espíritu para sellar un nuevo Nunca más a cualquier guerra. Ahora veo que la historia se repite. Vivimos momentos duros de una gestación de la UE entres dolores de parto producidos por viejas e históricas añoranzas y querencias de sus estados miembros y por los duros momentos de crisis en que el mundo vive. Es una situación que el ciudadano europeo medio aguanta entre evocaciones y recuerdos de tiempos pasados y una dura falta de perspectivas de futuro. Y sufre porque ve que su vida es cada vez más dura y cae en desesperación de lo que se aprovechan agoreros de males y gentes con señuelos de inmediatas y fáciles salidas. Y cuando llegan elecciones, las gentes van y votan sus candidaturas, porque escuchan sus palabras y no acaban de ver la trampa que hay tras ellas, además de estar cansadas de esperar y esperar salidas. Y los gobernantes de las naciones, entretanto, no han prestado atención al hecho y viven allá en las alturas en la ciudad alegre y confiada del mando donde priman sus propios intereses, mezcla de un simple atender a elecciones ya a las puertas, defensas a ultranza y como sea de su economía propia, visiones acotadas por fronteras, miradas al tendido mientras los corruptos meten mano en la bolsa, reuniones y palabras, muchas palabras. Por todo eso estalló la bomba el pasado domingo y estamos asustados mientras nos preguntamos inseguros ¿Seguirán quienes mandan en los pueblos con su actual ceguera? ¿Llegarán los malos guías a llevar a las gentes europeas a resucitar los enfrentamientos viejos? ¿Se romperá de nuevo el Nunca más frente a los roces y las guerras?.Para que esta oración pase de interrogativa a afirmativa deberán surgir nuevos Padres de Europa de espíritu grande y visión amplia de estadistas, como aquellos fundadores de la actual Europa. Necesitamos guías y si no los hay habrá que formarlos. Habrá que tender entre instituciones y ciudadanos un puente de comunicación claro y eficaz que marque a fuego en tantas mentes olvidadizas lo grande que es superar fronteras y ser europeos. Habrá también que educar personas recias que, superando estos momentos duros que vivimos, acepten el reto de construir la nueva convivencia entre distintos hijos de la madre Europa.