Revista Salud y Bienestar

Nunca quisimos ser médicas (ni médicos)

Por Jagonzalez

«Tú tienes que saber algo de esto, mira, porque eres medio médica». Con toda su buena intención el primo, que no el cuñado, le espetó la frase a una fisioterapeuta ya cincuentona, aunque con los cincuenta y pocos muy bien llevados, que para eso es medio médica.

Estamos convencidos de que muchos de los que se pasan por esta bitácora, los que sean fisioterapeutas, habrán sido reclamados para una orientación, un consejo, una opinión en base a unos conocimientos y experiencia propios de un profesional sanitario. Se les habrá supuesto dignos de confianza, una confianza a medias, como aproximación, con peso pluma más que plomo. También les pasará a otros profesionales como enfermeros, psicólogos o farmacéuticos. Lejos de sentirse minusvalorados quizá esbocen una sonrisa, manifiesta o por lo bajini. Naturalmente se seguirá de ayuda cuando se pueda y sepa del asunto en cuestión, o se derivará a otro, quizá al médico entero.

En las llamadas profesiones de la salud, que no son la Medicina, no son raros los que en su día tuvieron el deseo y la intención de estudiar esa carrera. Desde hace años en España las notas de los procesos selectivos, se llamen como se llamen, para acceder a Medicina son altísimas, excluyentes para muchos estudiantes con vocación, interés genuino, deseo de estudiar una carrera muy larga, exigente de dedicación, persistencia, tenacidad, resiliencia (esa palabra tan de moda) y capacidad económica familiar. Por eso se quedan fuera muchos de los que muy probablemente serían excelentes médicos. Algo difícil de digerir, en nuestra humilde opinión, pues la competencia de los médicos es de interés para todos, en lo individual y colectivo, además de que su formación depende en gran medida del erario. Es decir, tenemos el derecho y probablemente el deber de tener opinión al respecto.

Pero, modestamente, no fue nuestro caso. No recordamos tener en la infancia ni la adolescencia inclinación alguna hacia las carreras sanitarias, por aquel entonces casi sólo eran socialmente conocidas Medicina y Enfermería. No obstante, optamos por Fisioterapia cuando teníamos la posibilidad de estudiar lo que hubiéramos querido. Como mis compañeros de promoción teníamos las notas de acceso más elevadas de la universidad madrileña de la época. Hemos hablado sobre ello en algunas entradas de esta bitácora (30 Años como fisioterapeuta y ¿Élite?). Y también hemos dicho que fue una decisión acertada, somos y nos sentimos fisioterapeuta.

Respetamos, incluso admiramos, a muchos de nuestros compañeros médicos (y también a los que no son compañeros). Faltaría más, somos conscientes de su saber y habilidades, del esfuerzo personal que supone adquirirlos y mantenerlos. También del papel protagónico que juegan en los procesos asistenciales, sin infravalorar el de los demás que participamos en los mismos. Y de su historia y del reconocimiento social de su labor, mucho mayor que el de nuestra profesión. Valoramos justamente su contribución sustancial en la atención a los ciudadanos. Y lo hacemos sin complejos, porque nunca pretendimos ser médico, no llegamos hasta aquí como opción sobrevenida, como respuesta a una frustración. Sabemos que esa sí puede ser la situación de otros profesionales sanitarios. Queremos suponer que habrán reorientado sus aspiraciones por el bien de los que estamos y estaremos bajo sus cuidados. Pero no, nosotros no quisimos ser médicos.

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