Actualmente el Cuerno de África hace frente a una grave crisis debido a los efectos convergentes de la peor sequía en décadas y a un vertiginoso aumento del precio de los alimentos, unido al flujo migratorio de refugiados más grande en una década a Kenia y Etiopía. Se calcula que 3,7 millones de personas, entre ellos 1,85 millones de niños y niñas, necesitan ayuda humanitaria urgente y más de 1,2 millones de personas hacen frente a una situación de hambruna en el Sur de Somalia.
Para abordar estas situaciones, UNICEF estableció una serie de medidas entre las que se cuentan la pronta evaluación nutricional; la vacunación contra el sarampión, junto con la administración de suplementos de vitamina A; el suministro de alimentos fortificados y suplementos de micronutrientes; el apoyo a la lactancia materna, junto con el suministro de alimentación complementaria a los lactantes y a los niños y niñas pequeños. Asimismo, la alimentación terapéutica y complementaria, en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos y algunas organizaciones no gubernamentales; el apoyo al seguimiento y la vigilancia de la nutrición; y el asesoramiento y la educación sobre nutrición, que incluye mensajes sobre la importancia de la lactancia materna.
La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 reconoce el derecho de todos los niños y niñas a disfrutar del más alto nivel posible de salud y, en especial, contempla el derecho a una buena nutrición. Aunque todos los gobiernos tienen la responsabilidad jurídica de proteger estos derechos, la desnutrición está en el origen de la tercera parte de las muertes de los niños y niñas menores de cinco años. A menudo es invisible hasta que se convierte en malnutrición severa. Podemos definir desnutrición como el resultado del consumo insuficiente de alimentos (hambre) y de la aparición repetida de enfermedades infecciosas. La desnutrición implica pesar menos de lo normal para la edad, tener una estatura inferior a la que corresponde a la edad (retraso en el crecimiento), estar peligrosamente delgado (emaciación) y presentar carencia de minerales y vitaminas (malnutrición por carencia de micronutrientes).
En el mundo se producen alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de todas las personas que lo habitan. Por lo tanto, el hambre y la desnutrición no son consecuencias sólo de la falta de alimentos, sino también de la pobreza, la desigualdad y los errores en el orden de las prioridades. Mejorar la nutrición tiene importantísimas repercusiones en la supervivencia infantil, pues ayuda a evitar muertes por diarrea, neumonía, paludismo y sarampión, así como también muertes durante el período neonatal. Más aún, mejorar la nutricion puede contribuir de manera decisiva a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio: desde erradicar la pobreza hasta lograr la escolarización de todos los niños y niñas.
La buena nutrición no solo ayuda a los niños y niñas a crecer; también salva vidas e incide favorablemente en el desarrollo humano, el crecimiento económico y, en general, en la reducción de la pobreza. Son tan contundentes las pruebas de que la buena nutrición no sólo contribuye al desarrollo humano, sino también económico, que los responsables de formular políticas podrían ser tachados de negligentes si no la promueven por todos los medios. Mejorar la nutrición puede transformar la suerte de los países. Pero esto solo ocurrirá cuando se reconozca que la desnutrición infantil es un problema cuya solución debe ser prioritaria, y cuando forme parte de una política nacional amplia. Los servicios relacionados con la nutricion infantil deben constituir un aspecto integral de las estrategias nacionales de reducción de la pobreza y de los planes de gasto. Muchos países aún no tienen claro este punto.