Revista Belleza
Bueno, amig@, por fin hemos llegado al último viernes de esta sacrosanta época litúrgica y, a partir de la semana que viene, muerto ya y enterrado Jesucristo, podemos volver a dar rienda suelta a nuestros excesos y costumbres con el visto bueno de toda la parafernalia vaticana, este año más de moda que nunca, puesto que incluso estrenamos nuevo Papa. Sin embargo una, que como no puede ser de otra manera no tiene más misión en esta vida que la de hacerte caer en el pecado de la lujuria, se pregunta una y mil veces por qué hay que seguir dando pábulo a una tradición que ya tan poco tiene que ver con lo religioso. Y es que estas vacaciones a las que los padres de familia hoy ya empiezan a coger el pulso —con todos sus retoños chillando y enredando en las casas, lejos de las aulas—, han pasado de ser los días de recogimiento que antaño se iniciaban hoy, Viernes de Dolores, y acababan el Domingo de Resurrección, a ser las Vacaciones de la Torrija; época para tomarse un merecido descanso en el campo o la playa antes de que lleguen los calores del verano, o acudir a las localidades de origen de cada cual para vivir la tradición en jolgorio y alegría. Pero claro, con la crisis que asola nuestro país, este año lo tenemos un poquillo más difícil. Eso sí, teniendo en cuenta que aunque no tengamos apenas ni para comer, para dar rienda suelta al cachondeo no nos van a faltar unos eurillos, algo podremos hacer…De momento ya se prevé una ocupación hotelera del % y las plazas de avión, ferrocarril y demás están tan copadas como viene siendo habitual desde hace largos años. Por lo tanto, amig@ mí@, no te prives y tampoco seas más papista que el Papa y pretendas paliar tus pecados manteniendo el falso aforismo de que guardas la vigilia reglamentaria. A mí no me engañas, compañer@, igual me da que tú sirvas a tu partenaire embutido que marisco, porque carne es al fin y al cabo. ¿O es que acaso no sabes de dónde viene la palabra abstinencia? Podría ponerme en plan sabihondo, pero lo cierto es que he leído en la Wikipedia que el palabro en cuestión viene del hebreo anneh hissamory del griego ἐγκράτεια, y no significa otra cosa que la renuncia voluntaria, de manera temporal o parcial, de complacer un deseo o apetito de ciertas actividades corporales… (Ya sabes por dónde van los tiros, ¿verdad?). Que luego la historia nos haya llevado por otros derroteros y que nos empeñemos en seguir estas costumbres al pie de la letra, es otro cantar. Costumbres engrandecidas y multiplicadas por un montón de hipócritas disfrazados de santones, cuyo único empeño es hacernos la vida imposible a los pobres y pecadores mortales. Si no, fíjate en lo que el cínico de Felipe II lió allá por el siglo XVI en Salamanca, con motivo de sus esponsales con doña María Manuela de Portugal, donde aún hoy en día celebran el Lunes de Aguas por todo lo alto. Y es que por aquellos entonces, la capital de la rectitud y el lugar donde se encerraba la más grande sabiduría del reino por obra y gracia de su famosa Universidad, era también el mayor burdel de Europa; vamos, la Sodoma y Gomorra del mundo occidental, donde se juntaba la más cuantiosa densidad de putas por metro cuadrado que el orbe pudiera dar. Así que el por entonces monarca, por aquellos días ya asquerosamente recto, sobrio y cuasi monacal a pesar de sus escasas dieciséis primaveras, promulgó un edicto con el que ordenó que durante los días de Cuaresma y Pasión se prohibiera comer carne y exigió que todas las prostitutas de la ciudad fueran expulsadas y conducidas a la orilla izquierda del río Tormes. ¡Y un cuerno, dirás! Ya se buscarían ellas la forma de proveerse las habichuelas, ¿verdad? Pues no, compañer@, y de ahí viene el famoso dicho de más pobre que las putas en Cuaresma. Resulta que para que todas ellas no vulneraran el edicto, nombró a un miembro del clero, el llamado Padre Putas, que se encargaba de conducir a todas las meretrices a su exilio temporal y traerlas de regreso el Lunes de Pascua, así como de custodiarlas durante su permanencia en el retiro. (Que digo yo que el cargo de Padre Putas debía de ser entonces más codiciado que el de Papa hoy en día y seguro que se necesitan más de tres fumatas para nombrar al elegido…). Claro, que los estudiantes acudían ese mismo lunes, finalizado el periodo de abstinencia, a la orilla del río a recibir con sus cánticos y danzas a las mozas del fácil vivir, pertrechados con ramos con los que darles la bienvenida —de ahí que se acuñara el término de rameras para definir a las practicantes de este noble oficio—, para lo cual organizaban una grandísima fiesta que convertía las calles de Salamanca en torrentes de vino, estrépito y alboroto. Una orgía que solía culminar con un gran remojón colectivo en el gélido Tormes con el que bajar los humores de rameras y estudiantes. Por lo tanto, digo yo, ¿para que andarnos con subterfugios si ya desde hace más de cinco siglos aquí andamos lampándolas porque nos den asueto? Pues lo mejor entonces es no abstenernos de nada y dar rienda suelta a mi pecado favorito, lujuriear y divertirse a raudales entre procesión y procesión y, si no quieres comer carne, darte un atracón de pescado —o mariscos si tu situación, no sólo económica, lo permite—, que ya vendrán tiempos de escasez. Porque a todo lo contrario yo, Lady Lujuria, me opongo formal y taxativamente. ¡Cómo está mandado!
¡Felices Pascuas, lujurios@ mí@!Y ya sabes, a practicar que la vida son dos días…